Como quiera que nos han metido en el berenjenal que es Mercosur sin
consultar a los venezolanos, y sabemos
que no por razones económico-comerciales de interés para nuestro país, sino por
motivos políticos o geopolíticos del gobierno de turno, no está de más recordar
de vez en cuando cómo están marchando las cosas allí, para saber a qué nos
someteríamos en la eventualidad de un ingreso definitivo.
Está claro que aún no somos miembros de pleno derecho de ese bloque de
integración hasta tanto el senado paraguayo no ratifique el Protocolo de
Adhesión, lo que esperamos no haga hasta que el nuevo gobierno venezolano
resuelva lo conducente a una renegociación de aquel instrumento mientras
ponemos la casa en orden. Es lo menos que podemos pedir a los parlamentarios de
aquel país que han mantenido en suspenso ese ingreso, alegando motivos
justificados que agradecemos los demócratas venezolanos.
Las dificultades que experimenta nuestra economía, el estado lamentable
del aparato productivo público y privado ocasionado por políticas económicas
desastrosas, nos obliga a caminar con pies de plomo en lo que a compromisos
comerciales internacionales se refiere, sobre todo, en un entorno político y
social nacional que después de las elecciones de Octubre próximo será agitado
por el calado de las cambios que habrán de ponerse en práctica.
Pero que no se interprete que ese caminar cauteloso y provisional de la
nueva administración significa recaer en políticas proteccionistas anacrónicas,
ni mucho menos cerrarnos al mundo.
En ése experimento integracionista suramericano de relevancia
hemisférica denominado Mercosur, no es oro todo lo que allí brilla. El
incremento de las corrientes comerciales entre sus miembros es un gran avance
respecto de la situación anterior al Tratado de Asunción, sin dejar de
mencionar otros logros también significativos en otros campos.
Sin embargo, aunque son de esperarse como naturales los desencuentros
en todo proceso de este tipo, las reiteradas controversias por los mismos
temas, las crónicas quejas de los pequeños y los lamentos por la precariedad
institucional presentes en este régimen comercial, no parecen aminorar sino
aumentar con el tiempo. Estas divergencias crecientes que deterioran las
relaciones internas, amenazan con neutralizar o suprimir los logros obtenidos.
En efecto, los retrocesos respecto de los compromisos jurídicos de
integración de las 4 economías que fundaron Mercosur, son cada vez más
frecuentes.
Un mecanismo esencial, sine qua non, en todo proyecto que pretenda
crear un espacio económico único, lo constituye la eliminación progresiva de
los obstáculos al comercio recíproco con base en unas reglas que se cumplan.
Reinstalar las barreras comerciales eliminadas, subir aranceles
consolidados, imponer de nuevo licencias de importación, cupos o establecer
nuevas trabas, representan acciones de retorno de cara los logros de liberación
comercial alcanzados en fases anteriores.
Eso no tiene otro nombre sino proteccionismo redivivo.
Y no es que planteemos un desdén por los cambios de circunstancias o
situaciones excepcionales, o seamos dogmáticos sobre ciertos principios, pero
hay algunos de éstos que no pueden abandonarse y/o relegarse sin dañar la
naturaleza misma del sistema al cual sirven. Si hay un principio que ha
demostrado su utilidad y eficacia en materia de integración –y que lo digan los
europeos- es el de la irreversibilidad de ciertos compromisos sustantivos,
aunque -es verdad- en los últimos tiempos estemos presenciando intentos de
derivas contrarias.
Un bloque comercial en el que se produzcan reculadas contumaces como
las que vemos en Mercosur, dice mucho de las inconsistencias del proceso
integrador y de la débil voluntad y convencimiento integracionista de los gobiernos
de los países que participan.
En recientes días, nuevamente es el gobierno argentino el que pone la
nota discordante con sus medias proteccionistas. Se está acusando a ese país,
con razón, de “avasallar contra la letra y el espíritu de la integración
regional”. Se habla de una situación de “extrema gravedad” y hasta se dice que
Mercosur está en su peor momento.
Paraguayos y uruguayos echan el grito al cielo por enésima vez. La
Unión Industrial Paraguaya (UIP) denuncia
que las exportaciones a Argentina cayeron en un 70% en lo que va del año
como consecuencia de las medidas ilegales tomadas por este país.
Por su parte, Danilo Astori, Vicepresidente de Uruguay, señala que
“Hasta ahora Argentina ha desconocido por completo el Tratado de Asunción y Uruguay
lo ha cumplido fielmente (…) Hay una contradicción flagrante entre tener una
zona de libre comercio y medidas que dificultan el acceso de los bienes y
servicios al mercado ampliado. La carencia de coordinación en políticas
económicas nos lleva a que haya países como Argentina que elijan
permanentemente instrumentos que dificultan los accesos".
Asimismo, el ministro de
Agricultura brasileño, Jorge Mendes Ribeiro, ha declarado que la mayores
restricciones impuestas por Argentina “están incomodando mucho y de forma
visible” a los países que integran a Mercosur, y pide acabar con las
rivalidades. Los exportadores brasileños de carne piden a la Presidente Rouseff
que actúe con firmeza para reanudar el flujo exportador.
No debe olvidarse que hace un tiempo Brasil violaba normas
mercosurianas y de la OMC al imponer restricciones a los lácteos procedentes de
Uruguay.
En el caso más reciente de Argentina, estas trabas están afectando
incluso al consumidor argentino que se ve privado de encontrar en su mercado
autopartes, electrónicos, ropa, electrodomésticos, alimentos, grifería,
neumáticos o lozas importadas.
¿De qué integración estamos hablando entonces en Mercosur? ¿Es la
política poco seria del “como vaya viniendo vamos viendo”? ¿Este es el ejemplo
que se pretende proyectar a UNASUR o
CELAC?
Si la integración de la “Patria grande latinoamericana” va a depender
de estos líderes que hacen todo lo contrario de lo que deben hacer, no nos
extrañe que aquella no se haya podido dar y que difícilmente se concrete algún
día.
Y ésta apreciación ya se hace desde fuera del hemisferio.
“Ilusión óptica, pura vocinglería, nula eficacia”, apunta un banquero
desde Europa en relación con Mercosur.
Y no es sólo desde el otro lado del charco que se dicen estas cosas. El
ex presidente de Uruguay, Julio M. Sanguinetti, hace tiempo ha llamado la
atención sobre lo mismo, y recientemente dijo: "No podemos seguir
mendigando lo que ya está escrito en el Mercosur (…) ¿Por qué tenemos que estar
reclamando la posibilidad de exportación dentro de la región? "
Especialistas y observadores hemos subrayado el papel preponderante de
la retórica sobre los resultados efectivos de la integración; sin olvidar las
inconsecuencias o infracciones con las reglas de juego establecidas.
¿Cómo se puede ser optimista con la integración de nuestras naciones
cuando vemos estas conductas incongruentes que conducen a situaciones que se
creían solventadas?
Pues bien, que pongan las bardas en remojo los que tienen ojos y oídos.
Razón tienen algunos chilenos al decir, a la chita callando, que Mercosur no es
serio, y que a Chile con ser miembro asociado de ese tratado le basta.
¿Es una opción conveniente para Venezuela ese bloque comercial?
Por ahora, sin duda que no.
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