Un vapor positivo
recorría a Venezuela horas antes del domingo pasado. Las redes sociales, los
teléfonos y el boca a boca anunciaban de una participación masiva en las
elecciones primarias. Un fervor casi religioso se sentía en la juventud y ese
mismo sábado adivinaba que Venezuela se dirigía hacia un cambio. Un
interés colectivo por el voto colocaba aparte los temas más fatuos de fin de
semana. Las parrillas y la playita no estaban en la lista.
No estaba equivocado.
No les tengo que contar el resultado.
El Valle, Coche, Los
Chaguaramos, Montalbán y Petare no son precisamente unas zonas llenas de
oligarcas imperialistas. Ahora con calma, tendremos la oportunidad de analizar
la estadística electoral, para encontrar con toda seguridad, que no solo los
ricos hacían cola para votar.
El mensaje ponderado de
triunfo, rodeado de los candidatos perdedores, nos deja un poderoso mensaje
acerca de lo que logró la unidad electoral. Aquí hay ahora un sólo camino y
parece conducir a Miraflores. Muy pocos voceros del régimen se han atrevido a
hablar. Los que lo hicieron no quedaron bien en la fotografía. Diosdado
Cabello, el segundo hombre de la revolución, habló de fraude matemático. Lo
hizo con ligereza sin que la calculadora multiplicara y dividiera. Todavía se
están mirando las caras en el gobierno tratando de entender lo que pasó. Vargas
Llosa escribía el sábado pasado que Venezuela podría tener su primavera.
Esteban no tardará en
proferir una tonelada de insultos, pues la descalificación es una de las pocas
herramientas que le va quedando. Al tiempo que eso sucede, Henrique continúa
con un lenguaje conciliador pero firme, esbozándonos un país de armonía, de
orden, de progreso y de paz.
No nos engañemos.
Esteban sigue allí, lleno de recursos, poder y una base dura de electores que
no parece entender que recibe una dosis de mentiras revolucionarias. Un pueblo
que no ha perdido la esperanza de recibir una casa y una nevera a cambio de su adhesión al
pensamiento rojo. Esa base dura seguirá allí en octubre y cada individuo de
esta sociedad, que vislumbró la esperanza de cambio, debe comenzar desde ya a
trabajar por ese cambio. Busque un lugar, una tarea y un mandato, que
contribuya a lograr que ese día coronemos nuestra esperanza de acabar con esta
forma de gobernar que está destruyendo al país. Cada voto contará ese día, cada
hora de trabajo servirá para apuntalar lo que se ve como una marejada social,
con características únicas.
Las sociedades
experimentan cambios y transformaciones que no son fáciles de explicar. En
ocasiones se va del blanco al negro sin pasar por los tonos de gris. Baste ver
lo que sucedió en Libia, Egipto y lo que ahora sucede en Siria. Hombres y
mujeres que parecían doblegados por gobiernos tiránicos levantaron su voz.
Aquí nos salió un grito
de la garganta este pasado fin de semana. Venezuela no se rinde.
@pereiralibre
vienegrande@yahoo
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