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lunes, 7 de noviembre de 2011

CARLOS BLANCO: SUMAS Y RESTAS (TIEMPO DE PALABRA)

Nadie sabe el impacto del apoyo de partidos sobre figuras(…)Se crea un cuadro impredecible
Sumas y restas

Aterriza el escenario electoral. El Gobierno y las fuerzas democráticas dibujan sus estrategias en medio de las contradicciones de este tiempo de agonía. Hay conciencia de que algo muere. Una época se va. No es una predicción sobre el resultado electoral en el que ninguno lo tiene fácil, sino la convicción de que el país se despelleja. No puede seguir como está. La fatiga se posa, adormilada, sobre algunas voluntades; sin embargo, desde otras hay el grito de hasta aquí nomás. Más no. 



EL ASOMADO. 

Mientras Chávez padece su enfermedad de incierto pronóstico, pareciera haber experimentado un cambio seguramente teledirigido desde la ratonera cubana. Al conocer su dolencia dio ciertas muestras tenues de humanidad y hasta llegó a la osadía de condolerse de ciudadanos presos y enfermos. Sin embargo, la pugna por el poder entre los suyos, el descontento abrumador en la calle y el pillaje de los cubanos sobre Venezuela, lo obliga de cuando en cuando a aparecer -o dejarse escuchar- para recordar que todavía gobierna. Y aparece lleno de odio.

De modo insólito Chávez se ha convertido en “el asomado” de su propio gobierno en ruinas. El régimen es un tinglado derruido, descosido, con las paredes desconchadas, los vidrios rotos, las escaleras meadas, los ascensores caídos, las retretes anegados, y los ministros y altos jefes militares paseándose en calzoncillos en las noches en las que se reparte el botín; mientras, se asoma el comandante por una ventana o se mete por la puerta de atrás para que se sepa que sigue por allí, que respira, que es el jefe; pero, poco a poco, se va; interviene menos, aunque chille a veces.
Chávez enfermo, aunque su vida se prolongue -lo cual es perfectamente posible-, ha perdido el tanto de bola. Su puntería es evasiva y le ha quedado el gesto suspendido en el aire, el de la amenaza. Actúa como trapecista que en la altura, desprendido de un trapecio para agarrar el otro, se quedara inmovilizado en plena voltereta con su rostro reflejando el horror al vacío mientras cavila sobre la llegada de algo de lo cual agarrarse. Es que Chávez se ha convertido en aburrimiento; claro que puede reprimir, pero lo cierto es que es demasiado previsible, su cartera de trucos se ha agotado y el respetable público ya sabe cómo coloca el conejo que después saca de la boina.
Que los encuestadores que le hacen la cama al Gobierno no se alarmen; no se dice aquí que Chávez no tenga votos o no pueda ganar, especialmente con las caridades que hacen los administradores del fraude; lo que se afirma es que el héroe de Sabaneta se transformó en Mugabe. El relámpago llanero se convirtió en gorgojo de proveeduría militar.
La incertidumbre sobre las capacidades del Caudillo tiene destrozadas las solidaridades y ha sido requerido para poner orden, lo que además le satisface porque lo hace sentir vagamente indispensable. Todos los camaradas pasan por la puerta del cuarto clínico y desde lejitos le saludan con alborozo y le hacen la señal de la victoria o levantan su pulgar con la mano cerrada como símbolo de éxito, pero, en los hechos, están lanzados a muerte en la disputa por las bienhechurías.
Mientras tanto, el hombre vuelve a su talante de odio, sin la mínima compasión hacia los presos políticos, sin ninguna comprensión de la tragedia que significa su presencia en el poder.
EL OTRO FRENTE. 
En la oposición ya están definidas las posturas; lo que no están definidas son las consecuencias de las posturas adoptadas, además de las guerras que se desarrollan por trascorrales. El acuerdo para impedir que Henrique Capriles y Pablo Pérez puedan ser candidatos a las gobernaciones, suena a inhabilitación política más que a equidad. 
El argumento de que no pueden querer el chivo y el mecate es lógico si se considera en términos de sus particulares ambiciones, pero no si se piensa en los liderazgos que ellos representan; en este caso, su eventual retorno a las gobernaciones no suena a irregularidad.
La renuncia de Antonio Ledezma es también reveladora del juego duro en que transita la política opositora. Junto con Oswaldo Álvarez Paz y Eduardo Fernández, salieron del ruedo porque no lograron los apoyos que deseaban, el primero de AD y los otros dos de Copei. No los lograron porque estos partidos estimaron que aquéllos no tenían posibilidad de victoria en las primarias y no la tenían porque así lo aseguraban las encuestas. Conclusión reveladora de dos tragedias: la primera, el papel definitorio que despliega la industria de la opinión pública en la política contemporánea y en la venezolana de esta hora; la segunda, la victoria cultural de Chávez cuando logra el desplazamiento de veteranos del sistema político democrático y se les convierte en parias aun para los opositores, trocados en promotores de profecías autocumplidas: como yo creo que aquél no puede ganar, no lo escojo y, al final, desde luego no gana.
Se desarrolla la candidatura independiente de María Corina, en una apuesta corajuda y riesgosa que sin partido pero con amplio voluntariado ciudadano, aspira a convertirse en la abanderada democrática con un planteamiento radicalmente opuesto al de Chávez. 
Pablo Pérez, convertido en candidato de AD, Copei y UNT, ha tomado un riesgo calculado; el supuesto es que la resistencia al más conspicuo bipartidismo del pasado prechavista no es mayor que el caudal de votos que podría aportarle. 
Por su lado, Capriles se ha convertido en candidato de su partido y del “chiripero” de izquierda que en buena medida apoyó a Caldera en su segunda presidencia, lo cual también comporta peligros. 
Leopoldo López decidió acogerse al apoyo de ProVe y de su propia organización, con poca flexibilidad para desarrollar una amplia política de alianzas. También la candidatura sin partido de Diego Arria, cuya inteligencia y arrojo personal lo han llevado hasta el lugar donde está y que probará o desmentirá el grado en que Chávez impuso que los actores previos a su llegada al poder, carecen de espacio.
Nadie sabe el impacto que tiene el apoyo de los partidos. Son sumas y restas que actúan sobre todas las figuras para crear un cuadro totalmente impredecible. 
¿Son AD, PJ y UNT los tuertos del país de los ciegos? 
¿Qué significa ser el candidato de la vilipendiada coyunda de AD y Copei? 
¿Tiene UNT impacto más allá del Zulia y ProVe más allá de Carabobo? 
¿Puede la guerra sorda entre AD y PJ llegar a mayores? 
¿Podrán los independientes, los llamados “ni-ni”, escapar del control de los partidos e imponer una figura alternativa como en otros países? 
¿Se le puede ganar a Chávez sabiendo que él o su alterno -si la salud no ayuda- intentarán quedarse por las buenas o por las malas? 
¿Es cierta la temeraria idea de que con cualquiera se gana? 
Si no es así, ¿con quién se le gana? 
¿El candidato en mejor posición en las encuestas para las primarias es el mejor para derrotar a Chávez?
www.tiempodepalabra.com
Twitter @carloblancog

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