Patrocinado por el Vicerrectorado Académico de la Universidad de Carabobo y la Gobernación de ese Estado se realizó en Valencia un simposio nacional sobre estos aspectos vitales para la reconstrucción institucional de la República. Se hizo una evaluación bastante completa del proceso de descentralización adelantado hasta ahora en Venezuela. Su historia, avances y retrocesos, expectativas favorables y tremendas frustraciones. El tema no está agotado. Por el contrario adquiere mayor vigencia que nunca ante el rotundo fracaso de la experiencia más centralizadora y presidencialista que podamos recordar. Como inevitable consecuencia, el estancamiento y retroceso de los tímidos avances realizados a partir de la elección directa de gobernadores y alcaldes en 1989 y la inmediata aprobación de la ley que orientaba el proceso de descentralización y transferencia de competencias del poder nacional a los estados y municipios.
La jornada tuvo un alto contenido pedagógico. Sirvió para reforzar convicciones de toda la vida y fortalecer el compromiso existencial para hacer realidad la República Federal que consagra la Constitución. Este es el punto fundamental que debemos despejar. Será imposible alcanzar el objetivo sin la convicción plena sobre su necesidad. Siento que hay mucha demagogia en el liderazgo político, económico y social. Todavía existen muchos prisioneros de esa cultura de concentración de poder en pocas manos, ubicadas en la capital, que conocemos como centralismo. Es un estado mental de dependencia del estado-gobierno en quienes no visualizan la vida nacional de manera diferente, más libre, más autónoma. Esto incluye a muchos gobernadores y alcaldes resignados a sobrevivir con los menguados recursos del Situado Constitucional y los que directa o indirectamente les conceda la administración central luego de humillantes súplicas y agotadoras gestiones. En estas jerarquías los partidarios políticos e ideológicos del Presidente, están entregados y resignados a fracasar con su Jefe. Los alineados con los ideales democráticos se mueven con mayor autonomía, pero sufren consecuencias indeseadas por las comunidades que gobiernan. En definitiva las excusas de que “no nos dan, no bajan los recursos, nos quitan atribuciones y competencias, etc.”, ayudan pero no bastan para justificar la realidad que están atravesando.
Por todo esto y mucho más, la solución está en el cambio radical del presidencialismo agudo y de la exagerada dosis de centralismo que sufrimos, hacia la descentralización como política de difusión del poder garantizando la autonomía de los Estados y la municipalización de la vida pública. Un nuevo rumbo. Una de las metas fundamentales es la concreción del ideal federal que tanto invocamos todos, pero que bastantes evaden en la práctica. Ratifico el compromiso con esta causa. Esta lucha es una de las principales razones de mi larga permanencia en la vida pública.
Lunes, 11 de julio de 2011
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