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viernes, 1 de julio de 2011

JOAQUÍN MORALES SOLÁ: CUANDO GOBERNAR ES HACER CAMPAÑA (DIARIO LA NACIÓN DE ARGENTINA)

Una de las más recientes fantasías del kirchnerismo es creer que un país puede vivir sin gobierno. La meticulosa obsesión de la Presidenta por la depuración de las listas de candidatos nacionales, provinciales y hasta municipales denunció que estuvo dedicada a tiempo completo en las últimas semanas a esa faena. Su equipo más íntimo la acompañó en las distracciones de esa manía. Importantes ministros estaban, por lo que se vio luego, empeñados en auparse en las listas más que en administrar el país.

CUESTA ABAJO EN LA RODADA
El fenómeno no es nuevo. Ya desde comienzos de año se advertía, por ejemplo, que el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, era sometido a una operación continua de poda política. El responsable constitucional de la aplicación del presupuesto nacional estaba más preocupado por la suerte de sus comisarios en la Policía Federal que por el buen destino de los fondos públicos. El canciller Héctor Timerman entró en una zona de increíble silencio desde que usó un alicate para abrir una valija militar del gobierno norteamericano que contenía las claves secretas del Pentágono. La Presidenta ordenó hace pocos días devolver esa valija, pero nunca se explicó por qué la restitución se demoró tanto.

Al revés de lo que opinó Cristina Kirchner cuando anunció su nombre como compañero de fórmula, Amado Boudou brilló más por su ausencia en los temas económicos que por el peso de sus iniciativas. A esa desaparición ministerial deben agregársele las rencillas internas del Banco Central y la constante discordancia entre el propio Boudou y la jefa de la autoridad monetaria, Mercedes Marcó del Pont. Boudou y Marcó del Pont fueron encumbrados cuando existía un jefe de la conducción económica en los hechos que no era ninguno de ellos; era Néstor Kirchner. A partir de la muerte del ex presidente, sobresalió más que nada un gobierno sin equipo económico.

Ahora, para peor, los candidatos Boudou, Aníbal Fernández y Julián Domínguez, ministro de Agricultura, están más interesados en las elecciones de octubre que en la conducción cotidiana del gobierno. El resto de los ministros (salvo la infaltable Alicia Kirchner) bregan para conservar sus cargos en un hipotético segundo mandato de la Presidenta. Muchos de ellos están conspirando, además, para ascender a los sillones que podrían quedar vacantes tras las elecciones de la primavera. La Argentina se prepara, por lo tanto, para enfrentar cuatro largos meses con menos gobierno de lo que ya tenía.

Triunfos y derrotas

La pregunta que debe hacerse, entonces, es por qué está Boudou en la candidatura vicepresidencial. Cualquier comparación entre los mandatos de Néstor y de Cristina Kirchner arroja resultados mucho mejores para los años en que gobernó el ex presidente muerto. El nivel de crecimiento de la economía fue más alto; hubo en esos años un importante superávit fiscal y de la balanza comercial, y existió un estilo más prudente para manejar el gasto público. La única habilidad manifiesta de Boudou ha sido la de inclinarse ante las necesidades políticas de su presidenta: se subordinó a Guillermo Moreno, hasta convalidar la intervención del Indec, y no puso ningún reparo cada vez que se decidió despilfarrar los recursos públicos.

Sin embargo, la derrota más estrepitosa del ministro y candidato se la propinó la inflación. Los censurados estudios privados indican que el nivel de inflación durante 2011 oscilará entre el 25 y el 30 por ciento anual, lo que convierte a la Argentina en uno de los países más inflacionarios del mundo. Boudou habló una sola vez de la inflación y derrapó de tal manera que parece haberse callado para siempre. "La inflación es un problema de la clase media", dijo, contra todos los manuales de economía que se escribieron en la historia de la humanidad. La clase media lo detestó y los sectores pobres (que son las primeras víctimas de la inflación) lo condenaron. La Capital, donde está el corazón de la clase media argentina, lo vetó luego como candidato a jefe de gobierno.

Con escasos pergaminos como ministro y con módico atractivo electoral, aquella pregunta (¿por qué Boudou?) carece de respuesta. En su jubiloso discurso del sábado, la Presidenta describió a Boudou como uno de los arquitectos de un modelo argentino que no está atado a los vientos de cola del mundo. En su propio período presidencial está la réplica a esa afirmación: según, desde ya, los más serios estudios privados, el PBI argentino cayó entre el 2 y el 3 por ciento durante 2009 como consecuencia de la crisis financiera y económica mundial. Digan lo que digan, la economía argentina sigue atada a los vaivenes internacionales.

Resulta que ahora la economía del mundo camina muy cerca del abismo. Europa discute en voz baja la propia continuidad del euro, mientras se resuelve en estas horas si uno de sus países, Grecia, caerá -o no- en un próximo default. Los Estados Unidos no logran consolidar su recuperación tras la crisis y los últimos datos sobre el progreso de su economía no han sido buenos. China toma recaudos ante el menor consumo de muchos de sus más importantes mercados; debe lidiar también con los primeros brotes internos de rebeldía y con una inflación incompatible con su insensible sistema social. Brasil está tomando medidas para frenar una importante caída en el superávit de su balanza comercial, que podría afectar las importaciones que le llegan desde la Argentina.

Silencio en la Argentina. Brasil, Europa y China son los principales destinos de las exportaciones argentinas. Problemas de distinta envergadura están cercando a todos esos países. El Gobierno se encierra en el blindaje discursivo de que aquí existe un modelo propio, ajeno a las vibraciones del mundo. La oposición, es cierto, tampoco parece reconocer esas novedades que podrían tener serias consecuencias para la economía nacional. Un suerte de cultura aislacionista se instaló en la política argentina y, en ese sentido, debe aceptarse que existe un triunfo cultural del kirchnerismo.

http://www.lanacion.com.ar/1385379-cuando-gobernar-es-hacer-campana

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