"Los cambios políticos, salvo cuando son originados por el uso de la fuerza bruta, requieren de la concurrencia de tres elementos fundamentales: Tesis, Organizaciones y Liderazgos."
En Venezuela, los partidos tradicionales agotaron sus tesis hace más de medio siglo y nunca se preocuparon por renovarlas y presentar alternativas válidas, adaptadas a nuevos tiempos y realidades. Por su parte, la estructura dominante en la actualidad no ha dado, ni remotamente, contenido ni forma a un parapeto, pretendidamente ideológico, al cual denominan Socialismo del Siglo XXI.
En cuanto a organizaciones políticas, el panorama es desolador. No existe ningún partido - oficialista ni de oposición - que cuente con veinte mil personas en sus filas de militancia activa. La campaña absurdamente desarrollada contra el bipartidismo durante las dos últimas décadas del siglo pasado, prácticamente borró todo lo bueno que podían legítimamente representar AD y Copei - sin acabar con lo malo, al confundir efectos con causas - y se orientó a la destrucción de las organizaciones, en lugar de adecentarlas, que era lo conducente.
Por el camino emergieron algunos intentos - Proyecto Venezuela, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y otros - que las evidencias demuestran que han luchado más por parcelas burocráticas que por la representación ciudadana que les correspondería.
Por su parte, el oficialismo ha dedicado muchas de sus energías - y de nuestros recursos - a intentar consolidar alguna forma de organización política, sin mejores resultados. En diez años, con cambios de siglas poco memorables hasta llegar al impronunciable PSUV, los resultados no pasan de ser una mala copia de aquellas organizaciones decadentes que tanto criticaron a lo que ellos denominan "cuarta república".
Los vacíos succionan y dieron cabida a una moda de organizaciones de maletín - con vestuarios de ONG´s -, de obsolescencia más o menos rápida y en cuyas filas solamente se encontraban "los abajo firmantes" que las constituyeron. Y junto a tales, algunos medios de comunicación - con sus comunicadores y sus empresarios de la comunicación engolosinados en ello -, pensando equivocadamente que su rol dentro de la opinión pública era el de modelarla a su antojo y según sus particulares preferencias o intereses.
En cuanto a liderazgos, nos queda el menguante del presidente y, a considerable distancia, una pléyade de figuras de reparto, ninguna de las cuales ha logrado cuajar al punto de representar una alternativa con razonables posibilidades de consolidación.
Votaremos el 23N y sin lugar a dudas, el mapa del reparto burocrático cambiará en algunos aspectos. Quienes se atrevan a hacer pronósticos acerca de los resultados, estarán sencillamente especulando sin base alguna. Ocurrirán cambios en lo aparente y superficial, en tanto el trasfondo de componendas entre mediocres, quedará intacto.
Sin embargo, el planeta entero está en etapa de reacomodos y no resulta aventurado estimar que ello habrá de implicar profundos cambios, a cuyos efectos no podremos escapar los habitantes de esta resbaladiza charca de aceites habitualmente manejada por bribones.
Lo que hoy es calificado como la Segunda Gran Recesión, tiene raíces profundas. Mucho más profundas que la quiebra de grandes entidades financieras o las denominadas "burbujas", bien fuesen de créditos hipotecarios de alto riesgo o de alza artificiosa en los precios petroleros.
Desde el cese de la Guerra Fría y la iconográfica caída del Muro de Berlín, comenzó a gestarse lo que hoy nos mantiene en vilo y cuyo desenlace ha de ocurrir en el transcurso completo de la próxima década.
Solamente con la apertura China - con sus mil y pico de millones de habitantes - a una economía de mercados, es suficiente para dislocar en buena medida el frágil equilibrio de los aparatos productivos del planeta entero. Recordemos que en términos de la historia, cualquier cambio que se produce en un lapso de tiempo tan corto como un cuarto de siglo, puede ser considerado como relativamente abrupto.
La reciente pujanza económica de China, India y Rusia, trajo a los mercados a centenares de millones de nuevos consumidores. Millones de seres humanos, secularmente relegados por los sistemas económicos, que ahora tienen ingresos suficientes como para satisfacer necesidades tan básicas y legítimas como la de ingerir alimentos tres veces al día. Y por si ello fuera poco, la necesidad de sus gobiernos de atender su incorporación al proceso de desarrollo, requiere uso descomunal de energía.
Ni la producción de alimentos y algunos otros bienes, ni las fuentes actuales de energía, son suficientes para esta nueva y gigantesca demanda. El desequilibrio comienza allí. Y los capitales para financiar la restitución del equilibrio no están disponibles.
Los capitales estaban disfrutando del hartazgo fácil que les sirvieron en bandeja de plata las erráticas políticas del gobierno norteamericano y la miope voracidad de las grandes corporaciones multinacionales.
La Gran Recesión ya nos es un fantasma que ronda, sino un agente portador de alta toxicidad, que llegó y sentó sus reales de nuevo. Ello tendrá nefastas consecuencias, particularmente para esos tramos extensos de la soga donde su delgadez es secular. Hambrunas, plagas, epidemias y conflictos armados, diezmarán vastísimos sectores.
Paralelo a ello, gobiernos y corporaciones renovarán sus cuadros y potenciarán al máximo sus capacidades para hacerse más eficientes en la producción de alimentos y el desarrollo de nuevas fuentes de energía.
La Política, esa atmósfera que todo lo impregna, y la Economía, el piso que a todo dá sustento, volverán a ir de la mano, ahora en dirección contraria a esa ruta que les condujo al Festín de Baltazar que unos pocos aprovecharon y que hoy nos deja el local hecho añicos.
Con gran sensatez - como es habitual en sus análisis -, comentaba en nota reciente el columnista Adolfo Salgueiro acerca de las elevadísimas expectativas creadas en derredor de la gestión Obama. Y expresaba sus razonables dudas acerca de la posibilidad de que pudiese medianamente solventar con éxito tanto como le demanda el colosal compromiso adquirido.
Sin aventurarnos insensatamente a hacer predicciones sobre el particular, estimamos que cabe recordar que Obama preside un gobierno "de, por y para" el pueblo norteamericano. Y que atender a ese pueblo es su prioridad por mandato ineludible.
Como para muestras, botones bastan, nos limitaremos a señalar algunos ítems resaltantes que consideramos deberían ser suficientes para hacer saltar todos los sistemas de alarma en nuestra amada Venezuela. Como Nación, como Estado, como País; por igual en Pueblo, Instituciones y gobernantes.
Hace un par de meses, el Indice Dow Jones iba disparado hacia los 15 mil puntos (cualquier cosa que ello signifique, no es el caso explicarlo aquí)... en la actualidad - cuesta abajo en su rodada - apenas supera los 8 mil puntos... no necesitamos un MBA para entender que si el principal indicador financiero desciende a la mitad, ello debe representar problemas graves...
Hace menos de seis meses atrás, el precio del barril de petróleo alcanzó los 150 dólares y se especulaba acerca de cuánto tardaría en llegar a 200... al momento de escribir estas líneas, apenas si vale algo más de 50 dólares.
Nuestros muy calificados analistas, José Guerra y José Toro Hardy, desde enfoques diferentes, nos advierten acerca del elevado riesgo en el cual se encuentra nuestra economía monodependiente (sin alusión alguna a simiescos ancestros).
En este punto es oportuno realizar un señalamiento que consideramos fundamental para que cada cual arme su propio rompecabezas según entienda y prefiera.
El mayor desperdicio de la presente década venezolana lo constituye la enorme cantidad de eventos comiciales en los cuales se realizaron campañas electorales en lugar de campañas políticas.
¿Tenemos alguna manera de afrontar la crisis con posibilidades de éxito? ¡Siempre!, pero es condición sine qua non que hagamos bien lo que nos corresponde hacer bien. Ejemplos y modelos de conducta hemos tenido en abundancia en nuestra venezolanidad. Desde la clave, "Moral y Luces" de El Libertador, hasta llegar a los recientes ejemplos de modestia, sencillez, honradez y dignidad de ilustres mandatarios, como Rómulo Gallegos y Rómulo Betancourt, pasando por una miríada de honorabilísimos compatriotas en diversas ramas del quehacer humano.
Cualesquiera sean los resultados y las conductas resultantes del acto comicial del 23N, debemos comenzar de inmediato una búsqueda intensa, tanto de los responsables de nuestra situación actual, como de las figuras emergentes que nos puedan conducir a la resolución de la crisis.
Y ambos están en el mismo lugar: ¡mírate al espejo!!!
En Venezuela, los partidos tradicionales agotaron sus tesis hace más de medio siglo y nunca se preocuparon por renovarlas y presentar alternativas válidas, adaptadas a nuevos tiempos y realidades. Por su parte, la estructura dominante en la actualidad no ha dado, ni remotamente, contenido ni forma a un parapeto, pretendidamente ideológico, al cual denominan Socialismo del Siglo XXI.
En cuanto a organizaciones políticas, el panorama es desolador. No existe ningún partido - oficialista ni de oposición - que cuente con veinte mil personas en sus filas de militancia activa. La campaña absurdamente desarrollada contra el bipartidismo durante las dos últimas décadas del siglo pasado, prácticamente borró todo lo bueno que podían legítimamente representar AD y Copei - sin acabar con lo malo, al confundir efectos con causas - y se orientó a la destrucción de las organizaciones, en lugar de adecentarlas, que era lo conducente.
Por el camino emergieron algunos intentos - Proyecto Venezuela, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y otros - que las evidencias demuestran que han luchado más por parcelas burocráticas que por la representación ciudadana que les correspondería.
Por su parte, el oficialismo ha dedicado muchas de sus energías - y de nuestros recursos - a intentar consolidar alguna forma de organización política, sin mejores resultados. En diez años, con cambios de siglas poco memorables hasta llegar al impronunciable PSUV, los resultados no pasan de ser una mala copia de aquellas organizaciones decadentes que tanto criticaron a lo que ellos denominan "cuarta república".
Los vacíos succionan y dieron cabida a una moda de organizaciones de maletín - con vestuarios de ONG´s -, de obsolescencia más o menos rápida y en cuyas filas solamente se encontraban "los abajo firmantes" que las constituyeron. Y junto a tales, algunos medios de comunicación - con sus comunicadores y sus empresarios de la comunicación engolosinados en ello -, pensando equivocadamente que su rol dentro de la opinión pública era el de modelarla a su antojo y según sus particulares preferencias o intereses.
En cuanto a liderazgos, nos queda el menguante del presidente y, a considerable distancia, una pléyade de figuras de reparto, ninguna de las cuales ha logrado cuajar al punto de representar una alternativa con razonables posibilidades de consolidación.
Votaremos el 23N y sin lugar a dudas, el mapa del reparto burocrático cambiará en algunos aspectos. Quienes se atrevan a hacer pronósticos acerca de los resultados, estarán sencillamente especulando sin base alguna. Ocurrirán cambios en lo aparente y superficial, en tanto el trasfondo de componendas entre mediocres, quedará intacto.
Sin embargo, el planeta entero está en etapa de reacomodos y no resulta aventurado estimar que ello habrá de implicar profundos cambios, a cuyos efectos no podremos escapar los habitantes de esta resbaladiza charca de aceites habitualmente manejada por bribones.
Lo que hoy es calificado como la Segunda Gran Recesión, tiene raíces profundas. Mucho más profundas que la quiebra de grandes entidades financieras o las denominadas "burbujas", bien fuesen de créditos hipotecarios de alto riesgo o de alza artificiosa en los precios petroleros.
Desde el cese de la Guerra Fría y la iconográfica caída del Muro de Berlín, comenzó a gestarse lo que hoy nos mantiene en vilo y cuyo desenlace ha de ocurrir en el transcurso completo de la próxima década.
Solamente con la apertura China - con sus mil y pico de millones de habitantes - a una economía de mercados, es suficiente para dislocar en buena medida el frágil equilibrio de los aparatos productivos del planeta entero. Recordemos que en términos de la historia, cualquier cambio que se produce en un lapso de tiempo tan corto como un cuarto de siglo, puede ser considerado como relativamente abrupto.
La reciente pujanza económica de China, India y Rusia, trajo a los mercados a centenares de millones de nuevos consumidores. Millones de seres humanos, secularmente relegados por los sistemas económicos, que ahora tienen ingresos suficientes como para satisfacer necesidades tan básicas y legítimas como la de ingerir alimentos tres veces al día. Y por si ello fuera poco, la necesidad de sus gobiernos de atender su incorporación al proceso de desarrollo, requiere uso descomunal de energía.
Ni la producción de alimentos y algunos otros bienes, ni las fuentes actuales de energía, son suficientes para esta nueva y gigantesca demanda. El desequilibrio comienza allí. Y los capitales para financiar la restitución del equilibrio no están disponibles.
Los capitales estaban disfrutando del hartazgo fácil que les sirvieron en bandeja de plata las erráticas políticas del gobierno norteamericano y la miope voracidad de las grandes corporaciones multinacionales.
La Gran Recesión ya nos es un fantasma que ronda, sino un agente portador de alta toxicidad, que llegó y sentó sus reales de nuevo. Ello tendrá nefastas consecuencias, particularmente para esos tramos extensos de la soga donde su delgadez es secular. Hambrunas, plagas, epidemias y conflictos armados, diezmarán vastísimos sectores.
Paralelo a ello, gobiernos y corporaciones renovarán sus cuadros y potenciarán al máximo sus capacidades para hacerse más eficientes en la producción de alimentos y el desarrollo de nuevas fuentes de energía.
La Política, esa atmósfera que todo lo impregna, y la Economía, el piso que a todo dá sustento, volverán a ir de la mano, ahora en dirección contraria a esa ruta que les condujo al Festín de Baltazar que unos pocos aprovecharon y que hoy nos deja el local hecho añicos.
Con gran sensatez - como es habitual en sus análisis -, comentaba en nota reciente el columnista Adolfo Salgueiro acerca de las elevadísimas expectativas creadas en derredor de la gestión Obama. Y expresaba sus razonables dudas acerca de la posibilidad de que pudiese medianamente solventar con éxito tanto como le demanda el colosal compromiso adquirido.
Sin aventurarnos insensatamente a hacer predicciones sobre el particular, estimamos que cabe recordar que Obama preside un gobierno "de, por y para" el pueblo norteamericano. Y que atender a ese pueblo es su prioridad por mandato ineludible.
Como para muestras, botones bastan, nos limitaremos a señalar algunos ítems resaltantes que consideramos deberían ser suficientes para hacer saltar todos los sistemas de alarma en nuestra amada Venezuela. Como Nación, como Estado, como País; por igual en Pueblo, Instituciones y gobernantes.
Hace un par de meses, el Indice Dow Jones iba disparado hacia los 15 mil puntos (cualquier cosa que ello signifique, no es el caso explicarlo aquí)... en la actualidad - cuesta abajo en su rodada - apenas supera los 8 mil puntos... no necesitamos un MBA para entender que si el principal indicador financiero desciende a la mitad, ello debe representar problemas graves...
Hace menos de seis meses atrás, el precio del barril de petróleo alcanzó los 150 dólares y se especulaba acerca de cuánto tardaría en llegar a 200... al momento de escribir estas líneas, apenas si vale algo más de 50 dólares.
Nuestros muy calificados analistas, José Guerra y José Toro Hardy, desde enfoques diferentes, nos advierten acerca del elevado riesgo en el cual se encuentra nuestra economía monodependiente (sin alusión alguna a simiescos ancestros).
En este punto es oportuno realizar un señalamiento que consideramos fundamental para que cada cual arme su propio rompecabezas según entienda y prefiera.
El mayor desperdicio de la presente década venezolana lo constituye la enorme cantidad de eventos comiciales en los cuales se realizaron campañas electorales en lugar de campañas políticas.
¿Tenemos alguna manera de afrontar la crisis con posibilidades de éxito? ¡Siempre!, pero es condición sine qua non que hagamos bien lo que nos corresponde hacer bien. Ejemplos y modelos de conducta hemos tenido en abundancia en nuestra venezolanidad. Desde la clave, "Moral y Luces" de El Libertador, hasta llegar a los recientes ejemplos de modestia, sencillez, honradez y dignidad de ilustres mandatarios, como Rómulo Gallegos y Rómulo Betancourt, pasando por una miríada de honorabilísimos compatriotas en diversas ramas del quehacer humano.
Cualesquiera sean los resultados y las conductas resultantes del acto comicial del 23N, debemos comenzar de inmediato una búsqueda intensa, tanto de los responsables de nuestra situación actual, como de las figuras emergentes que nos puedan conducir a la resolución de la crisis.
Y ambos están en el mismo lugar: ¡mírate al espejo!!!
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