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domingo, 22 de septiembre de 2013

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, VALMORE, RÓMULO Y LAS HONDAS RAÍCES DEL ZULIA, RAÍCES DEMOCRÁTICAS DE VENEZUELA

Las raíces tienden a desplegarse y asentarse silenciosamente, ocultamente, modestamente, absorbiendo la fuerza que sostendrá el árbol con firmeza. 


Y en el Zulia, Venezuela tuvo uno de sus más grandes asideros de civismo, por su potencialidad democrática y por su esclarecida tradición de cultura. Aquí encontramos también la fuente de la amistad y la capacidad de unión política entre el "viejo" Valmore y Rómulo.

   Fue el gobierno de coalición (1959) el que reabrió la Universidad del Zulia -siempre hostilizada por autócratas de corta inteligencia- que funcionaba donde Betancourt construyó el gran Aeropuerto Internacional de Maracaibo que sustituyó al de Grano de Oro.

      Sistemas de comunicación y de educación crecerían como nunca con la Revolución Democrática. Venezuela necesitaba legiones de profesionales y técnicos para darle la batalla al atraso nacional, y serían formados en el torrente de universidades a crearse (similar al de hospitales) sin gigantismo arquitectónico ni despilfarro de dineros fiscales, bien dotadas, sin despliegue de mármoles, y disponiendo de autonomía administrativa y docente. Rómulo afirmaba que ninguna universidad debía convertirse en instrumento de determinada corriente política que pretenda condicionar los rumbos venezolanos a los vaivenes de la estrategia internacional de una potencia extranjera. Al igual que Valmore Rodríguez sostuvo igual siempre en cuanto al sindicalismo, la prensa y otras tantas temáticas.

     En 1947 le correspondió a Acción Democrática el honor de inaugurar en la Universidad Central la primera escuela de periodistas de Venezuela. El 24 de octubre de 1959 también le correspondió a Betancourt inaugurar la segunda escuela de periodismo del país, en la Universidad del Zulia. Las escuelas de periodismo no pueden fomentarse y existir sino bajo el clima propicio y estimulante de la democracia. Tanto Valmore como Rómulo vivieron del periodismo, y sabían que dictadura significa ahogamiento implacable de todas las libres manifestaciones del pensamiento hablado y escrito.

     Pueblos como el nuestro, donde hemos visto tantas veces a sectores de la inteligencia traicionando su responsabilidad con la Historia, están obligados a recordar no sólo a los varones tutelares de la Independencia sino también a los otros, a quienes en época contemporánea han sabido ser intérpretes leales de la entrañable pasión de libertad de este pueblo. Tal es el caso con el primer Rector de la Universidad del Zulia: Jesús Enrique Lozada (sabio, filósofo, poeta y pedagogo). Rómulo recordaba más en la III Convención Nacional de Periodistas (24/10/59): "Quiero recordar a dos que murieron en el exilio: Valmore Rodríguez, quien hizo sus primeras armas como director de periódico desde las páginas de 'El Nivel' y desde ellas no obtuvo pasaporte diplomático para servir a la dictadura gomecista en el exterior, sino a un secuestro de tres años en el Castillo de San Carlos. Y a Luis Troconis Guerrero, muerto en el exilio después de haber sido diestro timonel del diario 'El País' (dirigido por Valmore) y de haber ocupado puesto de comando de la resistencia de la década dictatorial. Y dos escritores ilustres, de extraordinaria enjundia, columnistas cotidianos en los periódicos de Venezuela antes de ir al exilio: Andrés Eloy Blanco, quien murió en México; y Mario Briceño Iragorry, quien tuvo por lo menos la oportunidad de recibir el reconocimiento de la Venezuela democrática antes de fallecer, ya en su tierra recuperada para la libertad y la dignidad".

     Rómulo se reconoció como periodista, y garantizó la libertad de prensa con un sentido de responsabilidad en una Venezuela libre que estuvo amordazada durante diez años, y donde se formaron grupos supersensibles a los titulares de los periódicos. La gente se iba así reeducando ante los debates públicos, evitando innecesarias alarmas y sobresaltos de la población, pese a que algunos buscaban la creación de climas de zozobra colectiva. Rómulo decía: "La mejor manera de aprender a caminar, es caminando". El Gobierno mantenía una actitud de puertas abiertas para la prensa nacional e internacional, democráticamente.

     Betancourt llegó a la Presidencia con la decisión de no recibir condecoraciones de gobiernos extranjeros, por temperamento y convicción, y por creer que gobernar es contribuir a educar y a formar sanas costumbres políticas en el país. Pero recibió con orgullo el título de Presidente Honorario del Sindicato de Trabajadores de Cabimas "que post mortem también se ha otorgado a quien fue mi fraternal amigo y compañero en cien jornadas de lucha, Valmore Rodríguez". 

     Fue en Cabimas que el "viejo" Valmore  creó el primer sindicato venezolano que para la época podía llamarse tal, así como el collar de sindicatos petroleros que siguieron, con una impresionante camada de dirigentes zulianos que incorporaron andinos como Luis Hurtado Higuera y Alberto Carnevali.

     Rómulo y Valmore se reencontraron -después de conocerse y firmar el Plan de Barranquilla en 1931, donde se comprometían a crear un partido al regresar a Venezuela- cuando Betancourt visitó clandestinamente al Zulia con motivo de la huelga de los trabajadores petroleros iniciada el 14 de diciembre de 1936, gracias a la tarea política que se había impuesto el Bloque Nacional Democrático del Zulia, partido impulsado fundamentalmente por Valmore Rodríguez. El paro se realizó en Cabimas, San Lorenso, Mene Grande, Bachaquero, Mene Mauroa, propagándose a Lagunillas, La Concepción, Casigua (abarcando también a los marinos petroleros), y extendiéndose al Estado Falcón y los campos de Cumarebo.

      Rómulo fue a ayudar y conocer las dimensiones del gran movimiento huelguístico, y a tratar de organizar sus propios cuadros políticos de ORVE. Betancourt tenía gran interés en penetrar la región zuliana, semillero de líderes y cuadros de trabajadores en plena efervescencia política, hombres y mujeres entusiasmados, especialmente en cuanto a sus dirigentes, mescla de demócratas de la izquierda que meses antes habían celebrado en el Estadio de Maracaibo una importante manifestación política que clausuró con un juramento: "antes la muerte que una nueva dictadura".

     Los hombres de ORVE estaban afiliados al Bloque Nacional Democrático y había una gran hermandad entre los líderes zulianos de todos los colores políticos, como Valmore, Felipe Hernández, Manuel Noriega Trigo, Angel Emiro Govea, Juan Fuenmayor, Gabriel Bracho Montiel e Isidro Valles, el eterno compañero de Valmore que llevó a Caracas la idea del gran frente de izquierda que debía crearse con el nombre de Partido Democrático Nacional (PDN), así como los estatutos del Bloque Nacional Democrático.

     Fue muy grato el reencuentro de Rómulo Betancourt con Valmore Rodríguez, escritor, periodista y creador de sindicatos, quien lo puso en contacto con numerosos intelectuales y universitarios de la región, además de personalidades independientes. El BND y ORVE se pusieron de acuerdo por la democracia. El Zulia era una cantera de hombres y posibilidades, tanto por la concentración de líderes profesionales, de trabajadores petroleros y por la existencia de una tradición de rebeldía e hidalguía, donde se precipitó -por recia iniciativa de Valmore- el rompimiento o deslinde con los comunistas. El Bloque Nacional Democrático fue a integrar el PDN clandestino y su hija legítima: Acción Democrática.

     La huelga petrolera puso de relieve la trágica condición de Venezuela como país neocolonial, el drama de nuestra dependencia económica, el grado de explotación del trabajador, el miserable estado de la familia obrera en la industria petrolera y las realidades infrahumanas en los campos que procesaban los hidrocarburos. Por encima de todo, la huelga puso de manifiesto la falta de justicia y de equidad, en los términos de las condiciones de producción y de refinación, con respecto al interés nacional; y la forma insolente como las empresas anglosajonas trataban y discriminaban al venezolano, haciendo, a la postre, los más pingües negocios a costa de una materia prima nacional y de una mano de obra doméstica. Y sobretodo, pagando las empresas extranjeras royalties e impuestos, sueldos y salarios, en una forma irrisoria en comparación con los altísimos beneficios que obtenían las compañías.

     La huelga se extendió por 44 días y fue una demostración ejemplar de civismo y de solidaridad social. El gobierno se atemorizó porque se trataba de un movimiento justo sobre las condiciones injustas de vida y de trabajo en la explotación del petróleo. Los diarios de Caracas respaldaron a los huelguistas y el gobierno intervino poniendo fin a la huelga, unilateral y precariamente, concediendo aumento de sueldo a los trabajadores que no tenían viviendas proporcionadas por las empresas. El paro fue de tremendo contenido social y económico, campanada de alerta de la democracia por venir.

     Para Rómulo, pensando en ORVE, los sucesos del Zulia afirmaron su convicción de que no se podía contar con un verdadero partido de masas hasta no tener una fuerte base de trabajadores y de campesinos, además de un liderazgo con la fuerza y la mística zulianas. Esto lo impulsó a crear un elenco de dirigentes en todos los campos laborales donde destacarían líderes como Luis Tovar, Jorge Hernández, Pedro Bernardo Pérez Salinas, Juan Herrera, Ramón Quijada, Francisco Olivo, Humberto Hernández, Malavé Villalba y Alejandro Oropeza Castillo, quien a través de ANDE era la vanguardia de los trabajadores de clase media.

    Cuando se llegó al gobierno en 1945, sin complejos de inferioridad frente al cártel del petróleo, los adecos pusieron esforzado empeño en lograr mejoras sustanciales en los salarios, prestaciones sociales y condiciones de vida y de trabajo de los obreros, empleados y técnicos venezolanos al servicio de la industria petrolera. En ocho meses de gobierno revolucionario los obreros petroleros alcanzaron lo que no había podido lograrse en treinta años de explotación del petróleo en nuestro país. Los nuevos contratos colectivos de trabajo en esta industria consagraron las conquistas del movimiento obrero y esos contratos fueron adoptados como modelos en otros países. En ello trabajó intensamente Raúl Leoni, otro de los compañeros más abnegados y más honestos del equipo de la revolución de octubre, quien, como ministro del Trabajo y miembro de la Junta, se consagró de noche y día a la tarea de mejorar la suerte y el destino de la clase laborante

     En 1959, cuando Rómulo construía aeropuertos, universidades, carreteras y hospitales e iniciaba la Reforma Agraria y una agresiva obra de remodelación de los campos y ciudades petroleras, también otorgaba empoderamiento a los sindicatos devolviéndoles sus acciones en la Radiodifusora Cabimas, adscribiéndoles terrenos para la construcción de viviendas y firmando contratos colectivos beneficiosos entre los personeros de la industria y los personeros de los trabajadores. Del convenio 50/50 obtenido en 1948, Venezuela pasó en 1959 a obtener 60 céntimos por cada dólar petrolero, preparando el terreno y la formación de profesionales capaces para eventualmente poder manejar la industria toda con venezolanos, consciente de que los trabajadores del petróleo ya no se dejarían arrastrar por minorías antinacionales que los coloquen como simples peones de ajedrez en la estrategia política internacional de una potencia extranjera.

     No sin razón, aunque con modestia histórica compartida e iniciándose la Revolución Democrática, Rómulo resumía en mucho su recuerdo de Valmore Rodríguez cuando dijo: "...mi amigo fraternal y compañero de cien jornadas de lucha".
         
chinorodriguez1710@yahoo.com

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domingo, 23 de junio de 2013

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, EN LA HORA DE LA RESISTENCIA CLANDESTINA, RAÍCES DEMOCRÁTICAS DE VENEZUELA

     En ese momento crítico, con el neofascismo castrense instalado en el gobierno, con la dirigencia adeca en la cárcel, en el exilio o asilados en Embajadas extranjeras, el Partido habló nuevamente desde la catacumba de la clandestinidad. Su primer manifiesto a la nación fue fechado el 8 de diciembre de 1948:

     “Nuestro Partido declara, ante la nación, que desde esta misma fecha inicia su labor política de carácter clandestino, encaminada a organizar la vanguardia combativa del pueblo para recuperar las libertades públicas y el régimen de soberanía política hoy usurpado. El Partido entra en una etapa de sacrificios y organizada resistencia, empresa para la cual nuestro movimiento cuenta con inagotables fuentes de fervor, mística, capacidad y entereza. Sabemos que la batalla será cruenta y brutal, porque nuestros adversarios usarán el recurso cerril de la violencia para pretender acallar al pueblo, someter la opinión, estabilizarse y sobrevivir como régimen policial.  Nada nos hará detenernos y nada nos hará vacilar en la hora de cumplirle a Venezuela los sagrados compromisos que con ella hemos contraído. La hora es de rudo y persistente trabajo, de abnegada labor, de sacrificio permanente. No ocultamos la magnitud del esfuerzo a realizar, ni pretendemos ocultar las perspectivas de combate que se nos ofrecen. Con plena responsabilidad del significado de esa empresa, con clara conciencia del inmenso deber, con fe segura en el triunfo final, Acción Democrática inicia hoy su terca lucha de resistencia clandestina, hasta obtener para Venezuela un régimen de libertades, dignidad política, honradez administrativa y decencia pública.”

     Tal clarividencia y lucidez precedió a la marea represiva desatada por los usurpadores y la emocionante capacidad del pueblo venezolano para enfrentársele y resistirla. Como diría la revista Time (28 de febrero, 1955): “Después de dominar algunas revueltas inspiradas por el ilegalizado Partido Acción Democrática, el ‘hombre fuerte’ resolvió eliminar su liderato clandestino. 

Para ese trabajo escogió a Pedro Estrada, un experto policía, verboso y sin nada que perder. Como jefe de la Seguridad Nacional, Estrada construyó un eficaz aparato de espionaje con ojos y oídos en cada restorán, hotel, oficina y campo petrolero. Los subordinados de Estrada encarcelaron a millares de personas; y arrancaron secretos algunas veces de los sospechosos capturados sentándolos desnudos, durante horas, sobre bloques de hielo; mediante otras indignidades, o por el viejo sistema de las palizas. Cuantas veces fue localizado un jefe de AD o un militante exaltado de ese Partido que manipulaba bombas, se le encarceló o se le mató a tiros en las calles”.

     No bastaron las cárceles para inspirar terror, se emplearon métodos más brutales: envío de hombres a campos de concentración; uso de todas las formas imaginables de tortura y violencias físicas, y el asesinato puro y simple.

     Para 1949, Ultimas Noticias informaba de presos con nombres y oficios –la gran mayoría adecos- tratados como hampones, enviados a las Colonias Móviles de El Dorado, al margen de la civilización. La prensa (aun no sometida a la censura rigurosa) y los demás partidos políticos comenzaron a despertar. La opinión venezolana se encrespó. La protesta comenzó a desbordar las fronteras nacionales, con la activa participación de los adecos exilados. La respuesta de la dictadura fue la típica insolencia, inventando mentiras de toda índole y creyéndoselas.

    
En el “nido de víboras” de los tres cochinitos, la confianza mutua se resquebrajaba. Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez querían un gobierno unipersonal, no cabían en la misma silla, uno de los dos debía desaparecer. Delgado no profesaba principios éticos exigentes, pero era hábil, inteligente y con capacidad de maniobra, aunque tímido y hasta con alergia a la multitud, cosa que lo hacía objeto de una rechazo colectivo inocultable. Pérez Jiménez tenía una ausencia de escrúpulos, de moral política y una misma irritada mala voluntad hacia el pueblo. Delgado Chalbaud fue asesinado el 13 de noviembre de 1950, en extrañas circunstancias. El asesino, Rafael Simón Urbina (ignorante hasta el analfabetismo), fue rematado en un calabozo. Tenía conexión con Pérez Jiménez, quien dirigió las investigaciones desde su despacho. Tan obvia era la cosa, que el dúo beneficiado (Pérez Jiménez y Llovera Páez) pretendió obviar la culpabilidad con una inesperada fórmula: crear una junta militar presidida por un civil. 

    
El prestigioso médico sanitario Arnoldo Gabaldón fue escogido y aceptó, pero fue descartado en la hora undécima, y se escogió a Germán Suárez Flamerich como el nuevo cochinito del triunvirato. Pero el cambio fue hacia lo peor: más encarcelamientos, censura de prensa, desmán policial sin freno alguno, y en lo administrativo la misma venalidad, ineptitud y desarticulación.

     Crecía el repudio al régimen por parte de una población que vivía en permanente estado de sitio. Y se anunciaron elecciones para 1952, como maniobra de diversión del régimen ante el acoso oposicionista. Gangsters pagados atentaron contra la vida de Betancourt en La Habana. 

Leonardo Ruiz Pineda escapó con vida en la noche del 23 de septiembre de 1951 cuando la policía política acribilló a balazos la carrocería del auto donde viajaba. Una bomba estalló y apresaron a seis mil personas en todo el país. Los millares de encarcelamientos se hacían sin fórmula de juicio ni intervención de tribunales ni jueces. Las bandas policiales asaltaban los hogares de día y de noche, sin respiro. No se discriminaba entre militantes de AD y personas no miembros del Partido. La prensa peronista aplaudía en Argentina. Autócratas de extrema izquierda y de extrema derecha se besaban las mejillas, intercambiando fluidos neofascistas.

    Los ingenuos alabadores del peresjimenismo, comodines de sillones distantes, exaltadores de escasas obras públicas que palidecen ante lo construido por la democracia, ignoran aún las formas inusitadas que asumió la represión, con saldos de primitivismo y barbarie, y ejecutores sádicos y enfermos mentales, como si los hechos fueran pamplinas: violencias físicas en cámaras de tormento para centenares de prisioneros políticos: colgadas por los pies y los órganos pudendos, golpizas a machete-peinilla limpio, descargas de electricidad sobre cabezas y sexos, el mismo aparato de tortura inquisitorial perfeccionado por Perón como “picana eléctrica”… 

Un historial de torturas que llenaría libros enteros. El compañero Salom Meza salió de la cárcel al hospital en “estado preagónico”.

     Rebasando todos los límites, la dictadura hizo befa y tortura de numerosas mujeres: Josefina Guerrero de Troconis y su hija Alicia –madre e hija respectivamente de Luis Troconis Guerrero-, Celia Jiménez, Débora Gabaldón, Renée Hartman, Josefina Salazar, Doris de Orellana, María de Daza, Isabel Carmona, Clarisa Sanoja, Verónica Coello, Mercedes Cornivell, Cecilia Olavarría Celis, Rosario de Cedeño y docenas más de madres de familia, de profesionales, de obreras, estudiantes y maestras de escuela. Se superaron todos los límites de las más bárbaras autocracias.

     Hizo su aparición Guasina, el Dachau o Isla del Diablo dictatorial, cayo fangoso e insalubre abarrotado con cuatro mil presos políticos, donde hombres cuyo delito era procurar las libertades públicas y decencia administrativa eran sometidos a los peores atropellos y sobre lo cual existe amplia y copiosa documentación, vivas y patéticas relaciones hechas por las propias víctimas de esas experiencias hitlerianas, las cuales omitiremos aquí.
     
        Y Pérez Jiménez le respondía a una madre que clamaba por su hijo: “No se queje. Su hijo está en Guasina, con los otros, disfrutando de su amor a la libertad”. Cuando Copei también levantó su voz contra el horror, su Directiva –encabezada por Rafael Caldera- fue sometida a 48 horas de interrogatorio continuado en la Seguridad Nacional.

     Estos hombres y mujeres privados de su libertad y víctimas de salvaje trato, por meses y por años, no fueron oídos por ningún juez ni sentenciados por tribunal alguno. 

    Por lo menos 30 mil casos de venezolanos encalabozados fueron obviados, “escuchándose” apenas un centenar. Y en el caso de los juicios ante tribunales militares, de líderes y militantes de AD en el Estado Zulia, un documento señalaba datos precisos de lugar, fechas y ejecutores de las violencias físicas o torturas contra ellos, y el tribunal realizaba parodias de juicios, para arrancarles declaraciones que los comprometiesen; encabezaron el viril alegato Luis Vera Gómez, Jesús Angel Paz Galarraga, Ismael Ordaz, Juan José Delpino, Eloy Párraga Villamarín, Adelso González Urdaneta. Se paralizó el juicio cuando los abogados también fueron encarcelados.

     La bárbara represión de los individuos se dio la mano, como siempre sucede en los regímenes de fisonomía totalitaria, con la acometida contra instituciones y organizaciones sin filiación política determinada, pero defensoras de la cultura y de la dignidad del país (algunas de las cuales fueron –para luego arrepentirse- beligerantemente antiadecas). Ya veremos lo sucedido a la prensa, a las Universidades y a los organismos gremiales de los obreros y del magisterio cuando los cochinitos llegaron al poder, cumpliéndose una vez más aquello de que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.

chinorodriguez1710@yahoo.com

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