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miércoles, 30 de septiembre de 2015

MIGUEL BAHACHILLE M., CAÍDA DEL EFECTO ARRASTRE OFICIALISTA

La confluencia abusiva de "encuestas" y uso incontrolado de la televisión ya no seduce al elector como ocurría hasta hace unos años; tampoco define la intención del voto. Recientes estudios demuestran que la incidencia de estos instrumentos de comunicación, sobre todo en la última década, no tienen la misma eficacia de hace algunos años. Reciente encuesta realizada por el diario local Washington Post-ABC News de cara a las elecciones presidenciales estadounidense, refleja que el 72% desconfía de la dirigencia adicta a las cámaras de TV.  

Lo que hasta hace poco se consideraba una obsolescencia del estilo tradicional de la política, es decir calle y contacto personal, está retomando su estatus jerárquico. No basta con difusiones televisivas millonarias para conquistar electores. La alusión encaja perfectamente al caso venezolano. Atiborrar las plantas de TV y buena parte de la prensa, con actos patrióticos oficialistas, tratando de henchir la mente del venezolano con una “sola cosa”, ha tenido efectos contrarios a los esperados por el gobierno. Veamos:

La encuestadora DATANÁLISIS (08-15) refleja que el rechazo a la gestión de Nicolás Maduro aumenta al 75,7%. Que la aprobación a su gestión cayó en julio a un 24,3%.  Por su parte la encuestadora IVAD (08-15) refleja que las cifras favorables a Nicolás Maduro no exceden el promedio de 25% en ningún ítem. Asimismo la encuestadora KELLER (tercer trimestre 2015) señala que el 85% considera que el país va mal y el 89% que la situación es grave. ¿Qué indica ello?

Ya sucumbió “el efecto Bandwagon”, conocido como efecto arrastre o de moda, cual es subirse a la carroza concernida por el oportunismo a ver qué beneficio se obtiene. Las personas no abordan ese carruaje por el sólo hecho que otros lo hagan buscando patrocinio propio. El efecto peyorativamente llamado comportamiento gregario, es asunto del pasado. Ahora el elector tiende a explorar los méritos de cada tema en particular sobre todo los referentes a su comunidad. En otras palabras, aspirantes locales colocados "desde arriba inventando revoluciones” tendrán que dedicarse a otra cosa.

Adornar la carroza con ribetes dorados o laminillas brillosas alusivas al patriotismo poco le importa al que está en una cola batallando para adquirir alimentos o algún medicamento ineludible; tampoco a las víctimas de la delincuencia desatada. Como al gobierno le está resultando cuesta arriba legitimar la vaguedad de algunos temas como el caso Colombia o la guerra económica, prosigue ahora con otras pugnas sin considerar la continua declinación del país.

Lo cierto es que, exceptuando un sector bastante reducido de la población, la mayoría ya no cae en la trampa de los que se exhiben como opción única para preservar “la paz de la Patria”. El "blackout" o "apagón informativo" para esconder los conflictos reales, no da los réditos buscados por el gobierno. Basta observar su incesante descenso popular, sobre todo entre los más pobres, para corroborarlo. En otros términos: “se acabó el efecto arrastre”.  

El oficialismo, ahora desnudo, echa mano de remachados recursos de provocación para resguardar lo que cree tener pero que no tiene: “apoyo popular”. Colombia, Guyana, bachaqueo, guerra económica, derecha apátrida, 12 nuevos Sukhoi, configuran un tétrico paquete juego asentado en bravatas oficiales. Las alocuciones presidenciales así lo corroboran. Todas se sitúan en el campo de la confrontación.  

Por su parte el presidente de la Asamblea en un programa de televisión semanal, lejos de exhibir textos y patrones acordes con la jerarquía de su compromiso constitucional, ostenta una simbología primitiva representada por un un gran mazo apoyado sobre su escritorio, de tajadura grumosa, como los que usaba el hombre primitivo para escudar su cueva. No es con ese “patrón de interacción” como se viabiliza la paz tan vulgarizada por algunos sectores oficialistas.

La génesis guerrerista del régimen impide a sus coautores actuar de otra manera. No saben hacerlo. El cambio sólo puede ser concebido por auténticos demócratas. De allí la importancia de la participación masiva en las elecciones del 6-D.  

Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29

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sábado, 3 de agosto de 2013

TRINO MÁRQUEZ, SINDICALISMO DEPREDADOR OFICIALISTA

El sindicalismo oficialista es una forma de coaligarse, no para estimular la producción y la productividad y luego repartir entre el capital y el trabajo los beneficios derivados de ese incremento, sino para arruinar las empresas, sean estas públicas o privadas. Los ejemplos abundan. Helados EFE, Coca Cola FEMSA, Toyota, las industrias de Guayana (particularmente Ferrominera), son algunas de las víctimas de ese sindicalismo depredador y gansteril, suerte de  bazar ideológico con trazos de marxismo, anarcosindicalismo y cheguevarismo, expresión de una cultura cuidadosamente elaborada para combatir y exprimir las empresas, en el caso de las industrias privadas,  y ordeñar la ubre del Estado, en el segmento de las empresas públicas, y, por encima de todo, enriquecer la aristocracia sindical.  
El régimen que se instala en 1999 intenta desde sus inicios capturar y someter al movimiento obrero organizado. Sufre sus primeras derrotas precisamente en uno de los momento de su mayor popularidad. El año 2000, mediante el Referendo Sindical, trata de deslegitimar la directiva de la CTV para entronizar a sus aliados dentro de la Confederación. Luego, en 2001, Carlos Ortega compite por la presidencia de la CTV con Aristóbulo Istúriz (de quien nunca se conoció su pedigrí obrero), al que le propina una soberbia felpa. En vista de esos reveses sucesivos y dolorosos, el Gobierno opta por una nueva estrategia que tendrá  dos líneas de acción: crear organizaciones paralelas a los sindicatos donde no triunfaba por la vía electoral y dejar languidecer las organizaciones sindicales autónomas.
Luego de la salida de Carlos Ortega de la CTV, la confederación se desvanece en manos de una dirigencia burocrática, indolente y cómplice de los abusos del Gobierno. Su antigua combatividad, esa que muestra contra las reformas modernizadoras de Carlos Andrés Pérez, se extingue. En medio de la peor crisis vivida por los trabajadores venezolanos, con varios miles de convenciones colectivas vencidas, con el derecho a huelga amenazado  en organismos públicos como el SENIAT, esa capa “dirigente” optó por esconderse. No dar la cara, ni pelear. Es tan dócil e inofensiva que el gobierno más autoritario desde Juan Vicente Gómez ha dejado que sobreviva de las migajas que les dan sus afiliados y la OIT. Solo aparece en los tristes desfiles del 1º. de mayo para celebrar las “victorias de la gloriosa clase obrera”. Los grupos de sindicalistas honestos y combativos desprendidos de la CTV para crear tienda aparte, todavía no han adquirido la fuerza ni la proyección suficiente para convertirse en una referencia nacional significativa.
La desidia del sindicalismo tradicional le ha dejado el camino libre al sindicalismo depredador. Helados EFE constituye un ejemplo emblemático de esta práctica perversa. De acuerdo con el trabajo de investigación “Helados en coma”, publicado por EL Universal el 30 de junio de 2013, con la firma de Francisco Olivares, “un grupo de sindicalistas mantiene sitiada la planta de Producto EFE con frecuentes paralizaciones. En el… ejercicio 2011-2012 se registraron pérdidas por 161 millones de bolívares”. Según Olivares, “el nuevo contrato colectivo ofrecido a los trabajadores de EFE elevará el salario promedio a 8 veces el salario mínimo, pero persisten acciones de paralización que han provocado un ausentismo de 10%”. Las asambleas convocadas por los sindicalistas pueden realizarse en cualquier momento de la jornada laboral. Las líneas de producción se interrumpen cuando a esos pranes se les antoja. El resultado de esta operación de exterminio es que la empresa se encuentra al borde de la quiebra, luego de haber sido la firma más representativa en ese rubro y a pesar de que la demanda de ese delicioso producto ha crecido. El sindicalismo socialista no saciará su impulso destructivo hasta verla aniquilada. Luego se trasladará a otra empresa. El destino de los trabajadores no le interesa a esa casta corrompida.
El ejemplo de EFE se replica en Lácteos los Andes, SIDOR, las empresas cementeras estatizadas, donde se mezclan una gerencia incompetente y abúlica, con unos sindicatos voraces. En otros casos como  Toyota, Mitsubishi y Coca Cola FEMSA, prevalece la ferocidad de unos dirigentes insaciables que cuentan con la complicidad del Gobierno. El discurso de la “lucha de clases” y “el combate al capital transnacional” maquilla el hostigamiento a la propiedad privada, al Estado de Derecho y a una forma de actuación delictiva. 
@trinomarquezc


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