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miércoles, 18 de marzo de 2015

MIGUEL A. MEGIAS ASCANIO, UNA CAMISA DE FUERZA LLAMADA CONTROL DE CAMBIO

Cuando el 5 de febrero de 2003 se inició el control de cambio de las divisas, nadie pudo vaticinar el desastre y corrupción que esto traería consigo. El primer valor del dólar se fijó en 1.600 bolívares (hoy 1,60), monto este que significó una importante devaluación pues el dólar se cotizaba  libremente para esos momentos en alrededor de 1.000 bolívares.

A pesar del control cambiario, los bancos y casas de bolsa pudieron seguir convirtiendo libremente las divisas, lo que permitió a la economía, muy dependiente de materias primas e insumos importados, continuar funcionando con cierta normalidad. Desde luego, el mercado libre siempre estuvo unos puntos por encima del mercado controlado. Quienes no podian acceder a las divisas oficiales, tenían la opción de adquirirlas en el llamado “mercado permuta”, operado principalmente por las casas de bolsa mediante el sencillo mecanismo de adquirir, por ejemplo, acciones venezolanas que se cotizaban en las bolsas de Caracas y de Nueva York, y hacer una sencilla compra-venta al precio del momento. La desviación del dólar permuta, con respecto al oficial, era relativamente pequeña.

Lo que comenzó como un “experimento” para controlar de alguna manera al sector privado (la excusa que dio el gobierno de entonces para implantar el control fue para “evitar la fuga de capitales”), al cabo de unos años se convirtió en un auténtica pesadilla. En 2009, ante una presunta recesión, el gobierno creó dos diferentes tasas: una, a Bs 2,60, para sectores prioritarios, y otra de 4,30 para todo lo demás. Con esto se inician las grandes distorsiones que han ido creando el caldo de cultivo para el enriquecimiento ilícito, la venta ilegal de divisas y la asignación de dólares a empresas “fantasma” o de “maletín”. Empresas que, con la connivencia de personal interno del organismo controlador, CADIVI, lograba obtener millones de dólares preferenciales que después eran vendidos, con una inmensa ganancia, en el mercado permuta. Para agravar aún más la situación, se eliminó, en 2010, de un plumazo el mercado permuta (cerrando las casas de bolsa para estos efectos), que hasta ese momento era la válvula de escape para adquirir divisas destinadas a insumos y materias primas cuando el acceso a los dólares oficiales se hacía muy lento o imposible. Así, el dólar permuta pasó de 7,30 a casi 80 en corto tiempo. Es evidente que fue un grave error haber eliminado este mecanismo, pero todavía los responsables de este error no son capaces de admitirlo.

Así llegamos al año 2014, con un mercado paralelo “prohibido” (pero funcionando), hasta que se “legalizan”, con cuatro tipos de cambio: 6,30, para medicinas y alimentos, Sicad I, mediante  subastas, alrededor de 12 bs/$, Sicad II, otro tipo de subasta, a Bs 50 por dólar y “mercado libre” que comenzó a subir y subir y que para estos momentos ha superado ya la cota de los 250 Bs/$. Ante tales diferenciales, no es extraño que la corrupción haya aumentado hasta límites intolerables. Según el profesor Jorge Giordani, autor intelectural de muchas de las medidas económicas, incluyendo el control de divisas, se fugaron del país un estimado de 20.000 millones de dólares en 2012. Claro, es lógico que ante el tremendo diferencial entre el dólar oficial y el libre, los apetitos para defraudar al estado aumentaran considerablemente.

Por otra parte, y como una pieza más de este extraño puzzle, en Venezuela tenemos la paradoja de que  un viajero que vaya al exterior, digamos a México o Madrid puede (o podía), con los dólares baratos obtenidos mediante el “cupo” viajero, venderlos en el mercado negro y así no solo viajar gratis sino además obtener una importante ganancia. Nos han informado que muchos de los viajes a Cuba no tienen otra finalidad que la de usar (“raspar”) el cupo, además de pasar unos días de vacaciones en la isla. ¿Como puede progresar un país que tolera y estimula estas perversiones?

Las industrias, pequeñas medianas y grandes, tienen una gran dependencia de materiales, repuestos y todo tipo de insumos que provienen del exterior. Es muy raro encontrar una empresa industrial que no tenga algún tipo de dependencia del extranjero. Bajo esas condiciones, los productores nacionales, con la camisa de fuerza que le impone el control cambiario, están impedidos de ser productivos, deben racionar muy bien sus insumos y detener la producción cuando no les llega a tiempo. Un caso típico es el de las empresas ensambladoras de vehículos: la producción ha caido a niveles nunca antes vistos, debido a los problemas para obtner divisas. Como anécdota, en una época tuve a mi cargo una pequeña empresa de eléctrónica (circuitos impresos) y no me puedo imaginar los dolores de cabeza que hubiera tenido para obtener las materias primas y todos los insumos que se requieren para fabricar este producto (que, dicho sea de paso, nadie hoy fabrica en Venezuela).


Esta camisa de fuerza, que ha hecho tan dificil la produción nacional, es la que hay que eliminar. La incomprensión por parte de quienes dirijen la economía nacional, de las dificultades que generan los controles cambiarios, ha hecho posible que pasemos de un sistema dual (control y cambio libre) a cuatro sistemas de cambio (tres controlados y uno libre). Y el libre, que se alimenta de pequeños montos provenientes de particulares, va subiendo y subiendo y nadie puede vaticinar, en estos momentos, cuando llegará al tope. Por ahora es casi 40 veces el valor del dólar oficial más barato (6,30).

Eliminar la camisa de fuerza que impone el actual sistema es un imperativo del que nuestros políticos no hablan. Ese es un tema que deben debatir y hay mucho que pueden proponer, en vez de limitarse a criticar lo que hay. Con la liberación de las divisas volverían las fábricas a producir, bajaría el índice de escasez y hasta, tal vez, también los precios bajarían por haber una sana competencia.

Se ha hablado últimamente, de las ventajas e inconvenientes de “dolarizar la economía”. Es decir, hacer lo que hizo Ecuador, cambiar su moneda (el sucre) y sustituirla por el dólar. No soy economista y por tanto no me sumo a la discusión ni a favor ni en contra. Pero desde mi punto de vista, como observador, el actual gobierno jamás aceptaría, por motivos ideológicos, sustituir el bolívar (que simboliza al Libertador Simón Bolívar) por la moneda del “imperio”, por muchas ventajas que eso trajera.

Por favor, señores gobernantes, ¡quitennos la camisa de fuerza! Y señores de oposición, ¡hagan propuestas proactivas!

Miguel A. Megias
autonomiaspoliticas@gmail.com
@mmegias

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martes, 18 de marzo de 2014

MIGUEL A. MEGIAS ASCANIO, AUGE Y CAÍDA DE LA GUARIMBA

La “guarimba”, es una expresión venezolana que se usa para significar un refugio cuando un grupo de vecinos hacen barricadas en sus calles, quemando neumáticos y basura e impidiendo el libre tránsito a sus conciudadanos. Originalmente, guarimba era usado por los niños, en sus juegos, para designar un lugar seguro. Hoy, guarimba ha adquirido el nuevo significado de "barricada que impide el tránsito por una calle o avenida".

Los pueblos se expresan de diversos modos cuando deciden protestar contra un gobierno: marchas, protestas masivas, manifestaciones, elaboración de pancartas o carteles alusivos, obras de arte, afiches, música, volantes, … Y la guarimba es una de esas expresiones. Es imperativo preguntarse cual es el malestar que da origen a la protesta. Y la respuesta es casi unánime: inseguridad (25.000 asesinatos en 2013); escasez de productos alimenticios (harina de maíz, con que los venezolanos preparan sus arepas, es uno de ellos); escasez de todo tipo de productos (de aseo corporal, de repuestos para automóviles, de insumos médicos, de medicinas); inflación que diluye la paga de los asalariados (en 2013 llego a la cota de 56%); corrupción, que va llenando todos los espacios; y pronto, escasez generalizada de muchísimos productos. Esos son los principales motivos para la protesta generalizada. Analicémoslos por partes.

Las causas de la inseguridad son muy difíciles de explicar y más aún de erradicar. Por tanto, no entraré a discutir ese fenómeno a pesar de que es uno de los principales motivos de las guarimbas.

En cambio las protestas, tanto por inflación, escasez, corrupción y desabastecimiento si tienen una raiz clara: el modelo “socialista” (que de socialista sólo tiene el nombre) que durante 15 años han tratado de imponer a todos los ciudadanos de este país, estén o no de acuerdo. Cada vez que el gobierno de Chavez gritaba “¡expropiación!”, los pilares de la economía temblaban. Pues cada expropiación condujo a corrupción, ineficacia y desabastecimiento. Basta con un par de ejemplos. Al momento de expropiar las fábricas de cemento, el saco de ese producto se conseguía en todas las ferreterías al precio regulado, de alrededor de Bs 18. Bastó con expropiar las fábricas (“el cemento ahora es del pueblo”, gritaba iracundo Chávez) para que el producto comenzara a desaparecer hasta tal punto que hoy en día es muy difícil conseguir un saco ni siquiera al astronómico precio de Bs 200, diez veces el precio oficial. ¿Adonde va el poco cemento que se produce? A las mafias que compran en fábrica el producto regulado y lo revenden en el mercado negro al precio que les da la gana. Corrupción y desabastecimiento van de la mano. El caso de las cabillas para la construcción es casi idéntico. La re-nacionalización de las fábricas del conglomerado de SIDOR, ha abierto las puertas a las “mafias de las cabillas”, que compran la producción a la empresa del gobierno y la revenden en un mercado negro que ellos mismos han creado. En conclusión, las empresas que han sido expropiadas dejar de funcionar eficientemente, no tienen dolientes y son victimas de mafias propiciadas por grupos cercanos al poder. En resumen, el Socialismo del Siglo XXI sencillamente no funciona, no resuelve los problemas sino que los agrava, no disminuye la desigualdad social sino que la aumenta y ha ido de comprobado fracaso en fracaso..

Siguiendo con el tema del modelo “socialista”, los controles impuestos por el gobierno, con la excusa de que es necesario regular a los “especuladores” no han hecho sino acentuar tanto la escasez como la corrupción. De todos los controles, el control madre de todas las corrupciones es el control cambiario: sin duda, el mayor foco de corrupción y la principal causa del desabastecimiento y escasez de alimentos y de todo tipo de productos. Lo que comenzó en 2003 como una forma de “controlar” políticamente a unos cuantos supuestos “traidores al pueblo”, ha terminado convirtiéndose en una hidra no de mil sino de un millón de cabezas. Como en la historia griega, por cada cabeza cortada surgen dos nuevas. Y exactamente eso es lo que ha ocurrido. Tómese en cuenta que los dólares obtenidos legalmente a Bs 4,30 se pueden fácilmente vender en el mercado negro a 10 veces ese valor. ¡Tremendo negocio, tremenda tentación! Igual podemos decir del precio de la gasolina subsidiada, que es “exportada” ilegalmente (contrabando) pues su precio regulado en Bs 0,1 no llega ni a la centésima parte de su valor comercial. Con un euro, a valor de mercado negro, ¡se pueden llenar los tanques de 25 automóviles! Por tanto, en los estados fronterizos hay un tráfico de combustible, manejado seguramente por personas que pueden “comprar” lealtades en la frontera, de un valor incalculable. En todas las naciones donde se trató de imponer el socialismo, este término llegó a constituirse en sinónimo de corrupción. Controles y corrupción van de la mano.

Mientras el gobierno dispuso de un precio creciente del petróleo, el control de cambios funcionó; con dificultades, pero funcionó. Ahora que el petróleo se ha “estancado” en “solo” $100 (recordemos que el precio del crudo, por muchos años, raramente superaba los $10) y que no crece, se le acaba el ciclo al gobierno, se ve en apuros y comienza un vía crucis, que tendrá que transitar en los próximos meses y años, para pagar la deuda anterior, por una parte; y para proveer de dólares frescos a presente y futuro, por la otra. Muchos analistas opinan que el gobierno no podrá con las deudas acumuladas y algo, nada bueno, sucederá.

Dada la ingente deuda con una multitud de organizaciones y empresas, se hace muy difícil que el gobierno pueda honrar las deudas anteriores al precio pautado (4,30 y 6,30 en los dos últimos años). Eso, aunado a las necesidades corrientes de alimentos e insumos industriales obligarán al gobierno a cambiar el rumbo del socialismo del siglo XXI. O eso creen muchos, al menos. ¿Cambiará el rumbo del socialismo del siglo XXI? Sólo el tiempo lo dira.

Ahora, de vuelta a las guarimbas. Según mi personal opinión, que coincide con la de muchos analistas, estas son la expresión del malestar reprimido por años que, ahora, por fin, se manifiesta abiertamente. La guarimba es una forma de decir “estoy harto” de tanta dificultad, de tanto desatino, de tanta cola y de tanta escasez.

Por consiguiente, si el detonante ha sido el malestar público, al expresarse de esta manera hay un primer momento de euforia, al que le sigue la calma y finalmente, cuando se ha drenado el descontento, se muere de forma natural. La guarimba, creo, ha muerto; su corta vida ha servido, como mínimo, para alertar a los medios internacionales y a los gobiernos (amigos y no tanto), de que aquí está pasando algo, de que aquí hay un profundo descontento ya que el ciudadano valora más la protesta que su propia vida. Algo anda mal…

¿Qué viene ahora? La aparición del fenómeno de la barricada ha traído consecuencias que no serán fáciles de borrar. Imágenes que han circulado en todo el planeta ilustran como la brutalidad de una fuerza denominada Guardia Nacional Bolivariana (y Guardia del Pueblo) que ha acosado a justos y pecadores. Se ha desnudado el talante represivo, del gobierno (o de partes del gobierno) que preside Nicolás Maduro. Y esto, repetimos, no será fácil de olvidar –como no olvidamos las imágenes de las primaveras árabes.

La desaparición de la guarimba traerá otras consecuencias. La represión, ahora, será más selectiva; por primera vez en la historia de Venezuela aparece en forma importante la figura de “el sapo”. Es decir, ciudadanos como usted y como yo que habiendo visto a sus amigos y vecinos actuar ahora los denunciarán. Llegarán las fuerzas del (des)orden a allanar, sin más, las viviendas de los acusados. Habrá un aumento del terror generalizado pues ahora no son actores de guarimba sino receptores de acusaciones secretas. Mientras preparan sus alimentos, mientras ven televisión, mientras ayudan a los hijos a hacer sus tareas, los sapos acusan, en oscuras oficinas burocráticas, a quienes hasta hace poco eran sus amigos o vecinos. Esta es la siguiente fase del terror que se nos viene encima.

Y esto es lo que nos hace recordar la triste historia de la guerra civil española. Fueron miles los españoles encarcelados, fusilados y desaparecidos, al perder la guerra las fuerzas democráticas, víctimas del “chivatazo”. El sapo de hoy era el chivato de entonces. Siempre ha existido y siempre existirá. Ese ciudadano capaz de denunciar a otro, con o sin motivo, por rencillas personales, por envidia o por simple maldad.

Así ocurrió en la España post-guerra, cuando la represión del régimen se hizo presente y durante años se corrió el peligro del chivatazo. Ahora, las fuerzas que nos mandan no fusilan, como en los tiempos de Franco. Pero encarcelan sin motivo, torturan sin razón, ejercen todo el poder que les da la más absoluta impunidad. Eso ha quedado bien demostrado y son muchos, demasiados, los casos de tratamiento inhumano, tortura física o síquica; y hasta la muerte sobrevenida de algunos. Y si bien es verdad que en Venezuela el fusilamiento no ha existido, no olvidemos que en el gobierno de los infortunados cubanos (que muchos venezolanos creen que tienen ingerencia en los asuntos del país), si hubo este tipo de represión –y continúa aún latente. Los tres últimos fusilados del régimen castrista fueron “Lorenzo Enrique Copello Castillo, Bárbaro Leodán Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac, "los tres principales, más activos y brutales jefes de los secuestradores"; y fueron ejecutados al amanecer de este viernes”, indicó un comunicado oficial, fechado, el 12 de abril de 2003.

Los elementos que estuvieron presentes en la España pre-Franco parecen estar presentes en la Venezuela de Chávez-Maduro, guardando las distancias, claro. Confrontación; división social; y fuerzas ajenas a la nación. 

Nos acercamos a tiempos peligrosos, muy peligrosos. Es deber de los ciudadanos tratar por todos los medios de buscar una solución a las desavenencias entre hermanos venezolanos. Lo último que quisiéramos ver es una guerra civil. Pero las oscuras nubes del presente parecen anunciarla. Pongamos nuestro mejor empeño en evitarlo. Corrijamos el rumbo, todos, o pereceremos, todos.

Observatorio Venezolano de las Autonomías
Miguel A. Megias Ascanio
autonomiaspoliticas@gmail.com
@mmegias

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