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domingo, 12 de enero de 2014

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, CON LA MISMA VARA

Porque así como juzguéis se os juzgará, y con la medida que midáis a otros, se os medirá (Mateo 7, 2).
Venezuela entera ha esperado en vano, que con el nuevo año se produjera la liberación de los presos políticos. Organizaciones internacionales de derechos humanos, la iglesia y la oposición democrática han pedido la liberación de Simonovis, su esposa, su hija han solicitado con mucha dignidad una medida humanitaria que no tuvo eco en la conciencia de los que nos gobiernan.
Las almas amargadas y los espíritus enfermos no conocen esa expresión de amor que se llama perdón…si es que culpa hubo.
Todo apunta a que una medida de carácter político, como ha sido la condena que sufren los detenidos, no puede ser revisada sin detener el acto de venganza o de intimidación en que quieren convertirla. Es lo único que le interesa al régimen.
En la Venezuela roja-bolivariana, la fuerza del derecho ha cedido frente al derecho de la fuerza. Aquí observamos cómo el gobierno puede violar las normas electorales, como los rectores del CNE puede parcializarse, como militantes que son del PSUVE y que la Fiscal no procede a investigar las conductas delictivas de los personeros del Gobierno. Somos también testigos de cómo el Tribunal Supremo de Justicia realiza interpretaciones inconstitucionales a conveniencia de los intereses dictados desde la Habana.
Somos testigos del cinismo de la Asamblea Nacional, que no realiza ninguna averiguación que comprometa al régimen, viola la normativa negando derechos de palabras y permite la violencia física contra los representantes del pueblo venezolano.
Venezuela es el único país en el mundo, en que la oposición habiendo obtenido más votos, tiene menos diputados.
Vivimos una realidad en la que está prohibido informar, donde se aprueban y se aplican disposiciones que convierten en delito publicar ciertas noticias, como el número de muertes impunes que se producen a diario o el índice inflacionario record mundial que sufrimos.
200.000 personas han muerto en manos de un hampa que no es inquietada, se expulsan 20.000 empleados de una empresa del estado sin aplicar las leyes, robándoles todos sus ahorros y sus beneficios laborales, se expropia la propiedad privada sin aclarar la causa de interés público o social, se condena un juez, se acusan y se insultan los dirigentes políticos democráticos, se incita a cometer delitos y saqueos, todo trasmitido en vivo y en directo por la televisión.
Se aprueban ascensos militares de oficiales retirados, se crean organismos paralelos a las gobernaciones y alcaldías que no controlan, todo fuera del marco constitucional y de las leyes que regulan esas materias.
Las leyes no existen para los personeros del gobierno, todo les está permitido, el autoritarismo, la arbitrariedad es la regla para un régimen que no tiene escrúpulos para abusar del poder y de las armas.
Así van midiendo con su vara, olvidando la parábola que habla de que con esa que midas serás medido. Leyes y reglamentos han sido dictadas con el fin de alterar la esencia republicana y democrática de Venezuela. Esas disposiciones les han servido para acabar con instituciones, organismos del estado o la carrera diplomática, entre otras.
Las mismas normas que seguirán vigentes el día del juicio y que les serán aplicables a ellos mismos.
Sabemos que en nuestra Venezuela llegara el día de la reconciliación, donde tendremos que perdonar a esa mitad del país, que envilecida con el odio predicado desde el gobierno puso en peligro la soberanía nacional.
En realidad el sector manipulado es también una víctima de los actores principales, los responsables de habernos conducido al desastre económico y social en que nos encontramos. Esos tendrán que rendir cuentas.
Perdonar no significa olvidar lo que ha ocurrido, ni excusarlo o justificarlo resignados. Ni mucho menos negar el dolor y las heridas que ello ha producido.
La reconciliación pasara por castigar culpables, por resarcir daños, establecer la justicia y castigar la deshonestidad y la corrupción. Es necesario tomar conciencia del porqué, como y donde sucedieron las desviaciones, solo así enderezaremos el rumbo con serenidad.
No puede haber silencio, ni borrón y cuenta nueva, tendremos que evitar cualquier conducta que se avecine a una aprobación de lo ocurrido. Tiene que producirse el acto de justicia, necesitamos volver a creer, en la ley y en las instituciones.
Eso sí tendremos que aceptar que sucedió, que tuvo causas e inexorablemente consecuencias. Que será necesario rectificar muchas cosas, mejorar otras, ayudar a reconstruirnos, comenzar a crecer y a educar las nuevas generaciones, necesitamos aprender de nuestros errores.
Debemos ser más solidarios, productivos, honestos y comprometidos.
No seguir anclados en el pasado ni en el resentimiento, para asumir el futuro, positivos y entusiastas.
El pasado no tiene cómo ser cambiado, no podemos sustituir el odio y la venganza por otros odios y más venganza, nada ni nadie podrá subsanar el dolor que hemos vivido, pero cuando llegue el final de la pesadilla y se aplique justicia, vendrá el momento para le reconstrucción, esta será educativa, moral, legal, institucional con ella recuperaremos la fe perdida entre nosotros mismos, podremos comenzar a transitar el camino del encuentro entre todos los venezolanos.
Huele a tormenta, cualquiera que provenga del interior reconoce ese olor a tierra mojada, que presagia un tempestad que se aproxima, rayos y relámpagos que semejan una parábola bíblica.
Es el presagio de una nueva era, necesaria frente a cierto infame documento titulado “Por siempre”, donde se rechaza dialogar con la MUD y donde se le descalifica como interlocutor político.
En el cual se tildan de “ridículas” las condiciones que exige la mitad del país para que pueda existir el diálogo… donde se califica de “chantajes chimbos” una ley de amnistía, y las exigencias porque se devuelvan las atribuciones constitucionales.
La hipocresía gubernamental tiene sus días contados, el desastre económico dará cuenta de este proyecto suicida, la sociedad terminó por cansarse de que la culpen de todos los males productos de la gestión rojita.
Nos esperamos un Mesías, tan solo un dirigente, un nuevo Moisés que con las tablas de la ley en la mano, conduzca este pueblo hacia la nueva Venezuela.
nelsoncastellano@hotmail.com

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jueves, 9 de enero de 2014

LUIS JOSÉ SEMPRUM, LO QUE PARECE NO ES

Las apariencias señalan que en el 2013 el régimen se consolidó, que la MUD reconoció a Maduro, que triunfó la tesis según la cual su nacionalidad es "irrelevante ", que se "pasó la página" del fraude electoral, y que debemos esperar hasta el 2018 para un cambio de gobierno. Pero las apariencias engañan.

En la superficie, la agenda política del comienzo de año pareciera ser la lista de viajeros de la ministra Delcy, la elección de la nueva directiva de la Asamblea Nacional, el ascenso de Cabello, o las eternas discusiones por motivos insignificantes entre el Gobierno y la MUD. Pero lo que parece no es.

Lo que realmente definirá la agenda del 2014 será la creciente ingobernabilidad. Porque sin duda habrá más inflación, más desabastecimiento, más devaluaciones, más inseguridad, más apagones y más anarquía. Todo esto debido a la aplicación del modelo castrocomunista cubano en nuestro país.

Puesto que en el 2014 no están contemplados ningunos comicios, ni el Gobierno ni la MUD podrán distraer la atención del pueblo venezolano con elecciones fraudulentas. Por lo tanto, este año la única preocupación, la única meta, debe ser ponerle fin a la ocupación cubana en nuestro territorio. Esperemos que las instituciones encargadas de defender la soberanía y salvaguardar la Constitución así lo entiendan.

Pero paralelamente, la sociedad civil debe arrancarle al Gobierno algunas concesiones, siendo la primera y la más urgente la liberación de Iván Simonovis. Esto puede lograrse si cada uno de nosotros ponemos nuestro grano de arena, presionando a través de las redes sociales, denunciando a través de instancias nacionales e internacionales, o de cualquier otra forma que esté a nuestro alcance.

@LuisSemprumH

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miércoles, 25 de diciembre de 2013

SAÚL GODOY GÓMEZ, SIMONOVIS, EMBLEMA DE PODER SOCIALISTA,

Conozco personas que, cuando están pasando por un mal momento, piensan en la situación del preso político Iván Simonovis y toman fuerzas para sobrellevar sus penurias, “Simonovis está peor que yo y allí está, guapeando”.  A su familia, a su esposa e hijas, el pueblo las tiene por heroínas, ejemplos de la mujer venezolana ante la adversidad. El proceso judicial, que se le sigue a este ciudadano venezolano, representa lo más perverso y grotesco del proceso revolucionario bolivariano; no hay día que pase que esta víctima del socialismo rojo rojito nos recuerde la verdadera naturaleza del régimen, retando cualquier impostura y engaño de los que se llaman a sí mismos cristianos y humanistas.
Este caso desafía cualquier intento de comprender el término crueldad, pues no hay ningún justificativo para seguir torturando hasta la muerte a un ser humano, a una persona enferma, que en nada puede significar peligro o riesgo para el gobierno chavista, es tal el grado de depravación en que se encuentra el alto gobierno con respecto a este hombre, que juegan a pasarse la bola unos a otros, con comentarios que dicen mucho de sus bajezas, excusándose ante una supuesta “separación de poderes”, acusando a la oposición de maniobra política por pedir clemencia, y Maduro, quien tendría en sus manos el poder de perdonarlo, con un indulto, se va a Cuba a pedirle a Fidel permiso y regresa con la orden de dejarlo preso, a manera de ejemplo, para que no le pase por la mente a ningún venezolano la idea de sacar a los cubanos de Venezuela.
De lo que no se dan cuenta Fidel, en sus últimos días de vida, ni Maduro, ni el PSUV, es que ya hace mucho tiempo el supuesto ejemplo del preso político enterrado vivo en una prisión, dejó de hacer el efecto intimidatorio que una vez se propusieron, ahora actúa de manera contraria, es tan cobarde y absurdo tener a Somonovis preso que se está alimentando en la población un odio social hacia sus torturadores, extendiéndose a todos los que simpatizan o colaboran con este régimen, que exhibe de manera tan obscena el cuerpo que se apaga de un verdadero mártir, porque su voluntad está intacta, sigue siendo un opositor, sigue creyendo en la democracia, sigue siendo un venezolano libre, quizás el más libre de todos nosotros.
Pareciera ser que Maduro quisiera competir con su predecesor en el poder. Chávez dejó morir al agricultor Franklin Brito, en un episodio absurdo de brutalidad militar contra el clamor por la justicia; Maduro quiere en su sala un trofeo más grande y significativo, a pesar de sus ínfulas budistas de su creencia en los karmas, quiere la sangre de Simonovis en sus manos, creyendo que, con este ritual de sufrimiento y muerte, va a poder gobernar bajo los signos del terror.
Craso error. Simonovis no es emblema de la justicia socialista, ese profesional del orden público se está convirtiendo en la bandera y símbolo de la resistencia, su nombre y figura es razón de lucha, su estatura como padre de familia, como ciudadano, como ejemplo del temple de los venezolanos ante las dificultades lo están transformando en blasón de la libertad.
Mientras más días pasen sin que sea liberado, mientras más vejámenes se le haga a su familia, amigos, abogados y dolientes, mayor serán las ganas del 90% de los venezolanos de acabar, de una vez por todas, con esa patraña de sistema de justicia que se nos ha impuesto. El nombre de Simonovis está en todos los informes de violaciones de derechos humanos en todas las oficinas presidenciales del mundo, lo tiene el Papa en su orden del día, lo tienen pendiente los tribunales de justicia internacional, lo tenemos cada uno de nosotros, los verdaderos venezolanos, grabado en nuestros corazones; en nuestro país no puede haber navidad feliz mientras los Simonovis se encuentren en esta situación inhumana.
Toda la propaganda del régimen, para tratar de demostrar las muertes y los crímenes que le atribuyen a este oficial de la policía, se han caído por falsas e inconsistentes; todos esos abusos de poder, negación del debido proceso, trampas y falsos testimonios que prepararon con la maldad como norte, se han vuelto humo, lo que queda ahora son los nombres de sus jueces, fiscales y captores, los mismos que le aplicaron la pena máxima a este hombre inocente, y son los que van a responder, en algún momento, por sus crímenes.
Todo ese aparato de medicina legal que se ha montado, de médicos cómplices de los verdugos, que niegan una y otra vez la debida asistencia a un paciente grave, quedará como ejemplo de la burda y vacía alma de sus torturadores; todo ese manejo administrativo por parte de los cuerpos de seguridad, sus traslados a tribunales, especialmente del SEBIN, porque son tan abyectos, que todavía hoy pretenden asustarnos con el caso de Simonovis con “esto les pasará si no nos besan los pies”.
Lo que ha demostrado el chavismo con este repudiable acto es que algo no está bien en su psique colectiva, que hay patrones de un enorme desajuste socio-patológico de esos hombres y mujeres que todavía apoyan este acto de barbarie, que tratan de justificar entre los delgadísimos límites de la legalidad, queriendo darle un significado político justo y hasta humanitario (porque no lo desaparecen, como antes – dicen - los desaparecían a ellos), toda una argumentación que trata de engañar a los más imbéciles, poniéndose ellos como víctimas cuando en realidad son los victimarios.
Y a Simonovis, a su esposa Bony, a sus hijas, mis respetos y solidaridad, a sus abogados, que han demostrado un valor y un profesionalismo fuera de serie, mi admiración; no estoy tranquilo, ningún venezolano debe estarlo mientras se mantenga esta situación que atenaza el corazón de esta patria.
Liberen a Simonovis, dejen de poner leña debajo de sus propias piras, la justicia terrenal está alerta, la divina está a la espera, el karma que ya tienen que pagar los condena igualmente y es demasiado pesado para seguir agregando maldades. – 

saulgodoy@gmail.com

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