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sábado, 23 de agosto de 2014

RAFAEL VENEGAS, EL CONFLICTO DE SIDOR

El conflicto de los trabajadores de SIDOR por la firma de su contrato colectivo, vencido desde hace cuatro años, ha puesto en evidencia, una vez más, el carácter autoritario y antiobrero de la cúpula boliburguesa que desgobierna. 

La negación o dilación en la discusión de los contratos colectivos de trabajo se ha convertido en una práctica común del régimen, afectando a millones de trabajadores al servicio de la administración pública y de las empresas del Estado. Esto constituye una violación flagrante de convenios internacionales firmados por el país en el marco de la OIT, así como de la Constitución Nacional vigente y de la Ley Orgánica del Trabajo.

Después de largos meses de discusiones obrero-patronales, los sidoristas emprendieron un conjunto de asambleas y movilizaciones para presionar el logro de sus reivindicaciones laborales. La respuesta del gobierno no se hizo esperar: primero, una falaz campaña de descalificaciones por parte de los principales voceros del oficialismo, encabezada por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, acusándolos de “mafiosos”, “guarimberos”, “contrarrevolucionarios” y “locheros”. Luego, una brutal represión contra las movilizaciones, del mismo tenor de la desarrollada contra el movimiento estudiantil en meses recientes y con saldos similares: heridos, detenidos y muchos perdigones y “gas del bueno” para disolver las asambleas, concentraciones y marchas; o sea, criminalización y judicialización de la protesta. Posteriormente, al amparo de las sombras de una madrugada, firmaron un contrato espurio que escamotea las reivindicaciones reclamadas, a espaldas de los sidoristas y de la mayoría de la directiva del sindicato, maniobra ésta para la cual se prestaron apenas tres de los once miembros de su junta directiva.

No se trata de que estemos frente a algo nuevo o distinto a la fórmula que el gobierno viene aplicando para despachar la gran mayoría de los conflictos laborales. El detalle es que ahora le tocó a una de las empresas básicas más importantes del país, la cual agrupa a 15.000 trabajadores, acumula una larga tradición de luchas y cuyo sindicato está dirigido por sectores afectos al oficialismo; a los cuales hoy, lamentablemente, les tocó una dosis de la “receta” antidemocrática y antisindical de un régimen que se ufana de ser obrero, popular y socialista. Obviamente, esta “receta” incluye el rol que cumple la Central Bolivariana de Trabajadores Socialistas al servicio del Estado-patrón, como muro de contención de las luchas obreras por sus derechos y reivindicaciones y como esquiroles para la intervención de los sindicatos, la represión contra los trabajadores y la entrega vergonzosa de sus conquistas económicas, sindicales y políticas. Como gustaba parafrasear el Supremo responsable de este adefesio arbitrario, militarista y despótico en que ha devenido el régimen boliburgués, el que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche.

Pero también este conflicto ha puesto a prueba la combatividad de las bases sindicales y concitado la solidaridad del conjunto del movimiento obrero y sindical de Guayana y del país, el respaldo de otros sectores de la vida política y de la sociedad civil, en franca lucha contra la represión, las maniobras y la imposición. A su vez, ha reivindicado, en la práctica, la importancia de la autonomía del sindicalismo y demás expresiones organizadas del movimiento popular y ciudadano, su independencia de clase y sus derechos democráticos. Desde este punto de vista, la lección más importantes es que el carácter autónomo y de clase del sindicalismo, la democracia sindical y los derechos y reivindicaciones laborales deben ser preservados y fortalecidos frente a los intereses de los patronos o del Estado, independientemente de las militancias partidistas o simpatías políticas de quienes lo dirigen o integran. Al fin y al cabo, mientras el pueblo y el país permanecen, los gobiernos pasan. Este también pasará, no debe quedar ninguna duda.

Rafael Venegas:
rafavenegas07@yahoo.es
@rafantvenegas

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sábado, 16 de agosto de 2014

ALFREDO SCHMILINSKY OCHOA, LA QUIEBRA DE SIDOR

Carlos, le dijiste a ese embustero compulsivo y jalador profesional que es Andrés de Chene, que te diera su opinión sobre dos comentarios míos titulados "Mensaje a Nicmer Evans" y "El colmo de los colmos", y lo hiciste sabiendo de antemano cual iba a ser su respuesta. ¿Y que te dijo él para desmentir lo que yo había planteado en eso dos mensajes? ¿Qué te dijo para justificar igualmente el colapso de una empresa como Sidor, colapso provocado por ese demagogo de naciemiento que fue Hugo Chávez, que donde quiera que esté debe estar preso por ladrón y  por farsante, porque ese sujeto no podría ir a ninguna parte sin delinquir? 

Te dijo que Sidor estaba quebrada prácticamente desde su nacimieinto. Lo cual es absolutamente mentira. Porque de haber sido así, no se hubuera podido privatizar, como en efecto se hizo poco después de haber sido inaugurada.

Pero, además, ¿por qué unos empresarios privados se hicieron cargo de una empresa como la siderúrgica del Orinoco, cabría preguntar? No sería porque como dijo de Chene estaba quebrada, porque los empresarios no son idiotas como para botar su dinero así, tan alegremente en aventuras improductivas. Todo lo contrario, esos empresarios la adquririeron porque Sidor gozaba de una posición privilegiada en el mercado internacoinal. Lo cual no tenía nada de extraño si se toma en cuenta su envidiable posición en el mismo, derivada de sus excepcionales ventajas comparativas y competitivas, que muy pocas siderúrgicas del mundo podían disfrutar.

Por otra parte, si esa empresa estaba quebrada, ¿por qué la nacionalizó Hugo Chávez? ¿Y por qué después de haberla nacionalizado no la cerró? Pero lo que es más importante aún: ¿por qué en lugar de haberla cerrado, como se debe hacer con toda empresa improductiva, a lo que se dedicó fue a satisfacer las elevadas e irracionales exigencias salariales que a cada rato hacía una masa laboral absolutamente irresponsable e inconsciente? No tiene sentido, ¿verdad?

Lo cierto del caso es que Chávez nacionalizó la siderúrgica porque para el momento en que se produjo ese hecho, la empresa estaba arrojando elevados dividendos. Y fue sólo cuando debido a estos  constantes y frecuentes aumentos salariales que los costos de producción de Sidor comenzaron a elevarse. Lo cual, como es de suponer, se tradujo en la disminución de su capacidad competitiva y por consiguiente también, en la pérdida de sus mercados internacionales. Lo que explica que esta empresa del hierro se encuentre en estos momentos casi totalmente paralizada. Pues al perder sus mercados, qué objeto tiene producir si no se va encontrar donde colocar  esa producción. No tiene ningún sentido, y menos cuando en estos momentos sus inventarios se encuentran total y absolutamente abarrotados. 

Es esta, la causa de la quiebra de Sidor. A Sidor la quiebran Hugo  Chávez y, aunque parezca paradógico, también sus trabajadores, con sus constantes exigencias salariales que el nativo de Sabaneta, sin el menor reparo,  satisfacía plenamente. Y lo hacía, porque en el fondo lo  único que buscaba no  era beneficiar a los trabajadores, sino demostrar que en efeto era un presidente obrerista y revolucionario, es decir, por pura demagogia, en lo cual, y eso hay que reconocérselo, era un verdadero experto.

Ahora, lo lamentable de esto es que la única quebrada no ha sido solamente la empresa. Quebrado también, como lo habíamos venido denunciando, ha resultado el país, cuyo gobierno, para poder seguir funcionando más o menos normalmente, ha tenido que apelar al endeudamiento masivo. El problema de esta política es que de ningna manera es gratuita. Al contrario, tiene un elevado y oneroso costo que difícilmente la nación pueda afrontar y que más temprano que tarde nos conducirá al odiadoFMI.

¿Cuál podría ser la solución? Quien esto escribe sólo le ve dos salidas a esta complicada situación. Una drástica reducción de los salarios, acompañada también de una disminución significativa de la nómina, o la entrega de la empresa a los trabajadores. No hay otras, porque dudo que én las condicones tan deplorables en que se encuentra la empresa en estos momentos, nadie estaría dispuesto a hacerse cargo de ella. Y es sumamente deplorable, porque sólo la privatización podría significar su salvación.

Alfredo Schmilinsky Ochoa
alfredoschmilinsky@hotmail.com
@alfredosch

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