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viernes, 23 de octubre de 2015

JUAN MARCOS COLMENARES, CRÓNICA DE LA DICTADURA

“Esta publicación es producto de la reflexión compartida con muchos de ustedes, pero también es fruto de la angustia, de la incertidumbre, de vivir estos tiempos de dictadura” (Rafael Díaz Blanco).
Recientemente ha sido publicada la obra Crónica de la dictadura, libro del Dr. Rafael Díaz Blanco donde selecciona varios de sus artículos publicados en el diario La Verdad, producto de su preocupación, de su convencimiento de la existencia de un plan de control absoluto y de la naturaleza totalitaria del proyecto chavista.

Abogado graduado en la Facultad de Derecho de la Universidad del Zulia, donde fue representante estudiantil en el cogobierno universitario, y con posgrado en Ciencias Políticas en la Universitá degli Studi la Sapienza di Roma, fue designado por el presidente Luis Herrera Campins como ministro consejero de la Embajada de Venezuela en Nicaragua. Allí fue protagonista y testigo de excepción de la instauración de la democracia en ese país, que había caído bajo la tiranía de la revolución sandinista. Siguiendo su instinto y olfato político, recomendó alianzas con los oprimidos sectores democráticos, que años más tarde constituyeron la Unión Nacional Opositora (UNO), dando los frutos que llevaron a Violeta de Chamorro a ser presidente de Nicaragua.

Esas experiencias intelectuales y prácticas, sobre el terreno izquierdoso, lo ayudaron a diagnosticar desde muy temprano a este régimen como una dictadura “ciertamente, una dictadura distinta, una dictadura posmoderna, populista y petrolera a tono con la nueva metamorfosis que el socialismo autoritario ha tenido”, cuando apenas muy pocos llegábamos a esa misma y temprana conclusión (J. M. Colmenares, “La careta de Chávez”, diario Panorama, 27 de marzo de 1999).

Rafi Díaz con su escritura aguda y crítica desnudó desde el principio la falsedad del “proyecto bolivariano”, cuyo único objetivo fue conquistar el poder, saquearlo por la vía de la corrupción y aprovecharse de los recursos para el beneficio de su gente. Calificó a Chávez como una mezcla de comandante sandinista y Perón, que inició un proceso donde la mentira y el engaño se fueron haciendo permanentes, y que convocó a una Asamblea Constituyente que devino en instrumento para el control de todos los poderes por un caudillo militar, que los venezolanos creíamos haber superado. Pero, como todo visionario, sufre y se angustia por la falta de comprensión de sus lectores y hasta llega a preguntarse si es su culpa por no saber explicarse con claridad o si está equivocado.

Crónica de la dictadura es un llamado de alerta a los partidos políticos, a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y a la dirigencia opositora, que no comparten esa visión de la realidad dictatorial y que se conducen como si estuviésemos en una “fiesta democrática”; llamando a elecciones y haciendo campañas, sin denunciar los abusos y las violaciones del régimen, con la total aprobación del CNE.

Pero también es una advertencia para cada venezolano opositor, a quien le indica que la Venezuela democrática que rechaza al régimen es mayoría desde hace mucho tiempo, pero que por miedo no hemos actuado como mayoría. Que la voluntad de participar electoralmente no es suficiente. Que es necesario comprender que cuando apostamos por la vía electoral lo hacemos porque consideramos que es la ruta que implica el menor costo, pero que su éxito no es automático. Que es necesario que nos preparemos para la movilización en la calle y obligar al régimen a admitir nuestro triunfo; que al final podría demandar una legítima intervención de las Fuerzas Armadas, para exigir reconocer la voluntad popular.

Aplaudimos este apasionado trabajo de nuestro compañero y amigo. Esperemos que logre abrirles los ojos a muchos y haga recapacitar a los colaboracionistas del régimen.

Juan Marcos Colmenares
jmcolmenares@gmail.com
@JMColmenares

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jueves, 21 de mayo de 2015

JUAN MARCOS COLMENARES, LADRONES DEL FUTURO

“Expropiar es robar”. Con estas palabras María Corina Machado expresó lo que millones de venezolanos sentíamos en ese momento: A quienes les expropiaron su fundo o su hacienda, producto del trabajo de varias generaciones. A los empresarios que les quitaron su negocio familiar que lograron trabajando por décadas. A los constructores que, creyendo en el país, compraron terrenos para construir casas y que les fueron despojadas o invadidas. Y todo esto sucedió en los últimos 15 años, con el apoyo del régimen y sin que se pagara nada o se indemnizara a nadie.

Esa inseguridad jurídica ha convertido a Venezuela es uno de los países de más alta peligrosidad personal, el segundo país con más homicidios en el mundo y nos coloca junto a Irak y Zimbabwe. En el 2014 hubo 24.980 homicidios, 82 muertes violentas por cada 100.000 habitantes. Y en materia económica, a pesar de las grandes reservas de hidrocarburos que tenemos y de un barril de petróleo con un precio de más de $100 en los últimos años, estamos peor. En el Índice de Competitividad del Instituto de Desarrollo Gerencial de Suiza, Venezuela aparece en el puesto 61 entre 61 países analizados; y en del Foro Económico Mundial, Venezuela aparece en el número 69 entre 101 países. En el Índice de Libertad Económica que publica Heritage Fundation y el Wall Street Journal, Venezuela es 152 entre 157 países: y en el que publican conjuntamente los Institutos Cato de Estados Unidos y Fraser de Canadá, Venezuela aparece como 124 entre 127 naciones.

Pero no solo “expropiar es robar”, robar es también restringir el acceso a las oportunidades, a estudiar la carrera deseada, a vivir en la ciudad soñada o a un futuro cierto, casarse y fundar una familia.

Según estudios de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) entre 1.500.000 y 2.000.000 de venezolanos que viven en el exterior, 90% salieron en los últimos 15 años, con un repunte en los últimos dos años. Son jóvenes 90% graduados universitarios, 40% con maestrías y 12 % con doctorados, que se han ido debido al deterioro social y económico, a la inseguridad, por la inflación, la falta de ofertas laborales, por la incertidumbre y el desaliento en el futuro del país.

Juan-Antonio tiene 27 años, hace 4 años se graduó de Ingeniero en Informática, habla tres idiomas y trabaja en Cobeca, pero está tramitando sus documentos para emigrar a Canadá porque aquí ve truncado su futuro. No hay nuevas plazas de trabajo, ni nuevas empresas y con su salario no puede comprar una vivienda, ni un vehículo nuevo. Esto mismo le sucede a millones de jóvenes profesionales venezolanos que exigen mejor calidad de vida y que reprochan que este régimen les haya robado su futuro. Al preguntarles si están dispuestos a regresar, casi por unanimidad responden con un NO; pero dejan un margen de posibilidad “si cambian las condiciones”.

Por eso, nuestra lucha es por cambiar este régimen lo antes posible y expulsar a los ladrones que nos robaron el futuro.

Juan Marcos Colmenares
mcolmenares@gmail.com

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sábado, 16 de mayo de 2015

JUAN MARCOS COLMENARES, ANOMIA BOLIVARIANA

 ”Las leyes no sirven para nada, porque los hombres buenos no las necesitan y los malos no las cumplen” (Séneca).
La semana pasada, en un operativo policial contra bandas delictivas, Julio Méndez actor de la película “Pelo Malo” fue abatido por el CICPC. Al parecer, él y otros individuos fueron agarrados infraganti por los funcionarios cuando cometían un robo de vehículos. Esa misma semana, el Ministerio Público logró privativa de libertad para José Daniel Surdo Padrón, jugador de baloncesto de Guaiqueríes de Margarita, por ser cooperador en un robo a mano armada.

En Venezuela padecemos una situación de anomia, una pérdida a toda referencia de valores y principios y un desconocimiento de las normas y las leyes. La anomía es una enfermedad social. Una situación donde las personas actúan como les viene en gana, desconociendo las normas y cometiendo infracciones y delitos; niegan las reglas de comportamiento, no las aceptan y hacen su voluntad. 

Pero es el mismo gobierno quien fomenta la anomia, al violar la Constitución y las leyes. Abusando del poder encarcela a estudiantes, twiteros y opositores por el “delito” de pensar diferente, les viola sus derechos, los maltrata y tortura en las cárceles de Ramo Verde, el Sebín y La Tumba. Y como controla el poder judicial, al ser provisorios más del 80% de los jueces, interviene en sus nombramientos y destituye a quienes se atreven a aplicar la ley por encima de la política; hace eternos sus juicios y niega el derecho a la defensa.

La corrupción es otro ejemplo de anomia, que en Venezuela existe a todos los niveles. Militares de alto rango y prominentes funcionarios se encuentran implicados en corrupción y narcotráfico, pero son premiados con embajadas y ministerios. Decenas de miles de millones de dólares son saqueados, escondidos en los bolsillos de la oligarquía militar y sus cómplices civiles, son descubiertos en bancos de Andorra, España, Luxemburgo, Panamá y Suiza; pero no pasa nada. En Venezuela no existe democracia, tenemos una cleptocracia, un gobierno de ladrones.

Este ambiente de anomia e impunidad en el cual convivimos estimula el delito. El año pasado la impunidad en materia de corrupción, violación de los derechos humanos, secuestros y delitos comunes fue de 98%.  El “Índice de Percepción de la Corrupción 2014” de la organización Transparencia Internacional, que clasifica a los países según el nivel de corrupción en el sector público, en una escala de 0 (muy corrupto) a 100 (muy limpio), sobre 174 países escrutados ubicó a Venezuela en el puesto 161 con 19 puntos.

Vivimos una situación de anomia extrema, caos, anarquía e inseguridad.  Sin estado de derecho, sin gobernabilidad, ni legitimidad. Vivimos en un país donde los pobres no comen, la clase media no compra y los ricos no duermen. ¿Hasta cuándo vamos a soportar esto?

Juan Marcos Colmenares
jmcolmenares@gmail.com
@JMColmenares

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