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lunes, 12 de mayo de 2014

RICARDO VALENZUELA, LA ECONOMIA CONSTITUCIONAL, REFLEXIONES LIBERTARIAS, CASO MEXICO

En días pasados falleció uno de los más brillantes exponentes de la escuela económica de Chicago, Gary Becker. El Dr. Becker se hizo acreedor al premio nobel de economía por sus profundas teorías acerca del capital humano. Con él, perdemos otra de las grandes mentes de los últimos cien años. Hace poco más de un año habíamos perdido a otra de las grandes mentes de nuestra era; James Buchanan, economista, sociólogo, filósofo, un hombre que ha dejado profunda huella en la formación de muchos economistas mexicanos, entre los cuales me cuento.

Buchanan ganó el premio Nobel de economía con sus revolucionarias teorías del Public Choice, a través de las cuales da explicaciones muy validas de las conductas y estrategias del estado para acrecentar su poder, mantenerlo y sus repercusiones económicas. Las ideas de Buchanan encuadraron en lo llamado economía constitucional en las cuales describe el desarrollo de las bases contractuales y constitucionales de la teoría económica y del proceso de toma de decisiones.
 
Public Choice es una teoría que a veces se le ha llamado “la economía de la política,” que explica y predice el comportamiento político asumiendo que los actores de la misma son oportunistas y lo que buscan es promover su propio interés. Esta visión del hombre que ha sido muy efectiva explicando su comportamiento económico, se ha aplicado en la política en contraste con aquellas teorías que ven dicha actividad como la persecución del interés general. La conclusión de la mayoría de los abanderados del Public Choice, es que el gobierno es mucho mas grande que lo que la gente desea, simplemente por la conveniencia de los políticos, burócratas y grupos de interés especiales cómo sindicatos, empresarios estatistas etc, que forman carteles para beneficio personal y siempre a costa del sufrido pueblo. Se adueñan de los activos nacionales que deberían de ser el cuadro de desarrollo económico general, y los usan como si fueran de su propiedad.

Buchanan y su socio de años Gordon Tullok, presentan la idea de un contrato teórico de la gente con el estado a través del cual el estado existe para proteger los derechos individuales y proporcionar servicios públicos a cambio de obediencia. Ese papel del estado ha sido generalmente aceptado aun cuando no  por unanimidad y él mismo no cumpla cabalmente su función, pero cuando el estado va mas allá del contrato para transferir recursos y riqueza, su legitimidad se cuestiona y crece el descontento. Este contrato entre la sociedad y el estado no es una descripción histórica, sino mas bien un estándar para medir el papel del estado que ha ido mucho mas allá del concepto limitado del contrato original.

Los políticos son descritos como maximizadores de votos y lo único que les interesa es retener sus “huesos.” Para conseguirlos usan estrategias que van desde la compra de los mismos hasta la intimidación y el chantaje. Prometen a los votantes obras y beneficios sin importar costos y sabiendo que no van a cumplir. El ejemplo clásico de este tipo de engaño, es el ciclo político de los negocios, mediante el cual los gobiernos antes de las elecciones incrementan el déficit público o el dinero en circulación para proyectar una imagen de bonanza artificial, con grandes costos económicos a futuro, pero que normalmente se sentirán hasta después de la elección. Cuando en algún país ha existido una dictadura, con más ferocidad pelean el no perder ese poder.

Buchanan y Tullok aseguran que los presupuestos de los gobiernos del mundo, son mínimo el doble y a veces hasta cinco veces de lo que deberían de ser en una administración eficiente. Pero los políticos y burócratas establecen como uno de sus objetivos primordiales el de “tamaño,” o construcción de su emporio. 

Es bien sabido que en las burocracias “tamaño” representa poder, ingresos, mordidas, status, y la visión de su futuro se incrementa con el tamaño de su agencia, departamento, Secretaría. Los burócratas cómo los primeros elementos de esta estructura, son proveedores de sus monopólicos servicios para los políticos. Los políticos como segundo elemento, son los supervisores de los burócratas y representan grupos con gran demanda por esos servicios. Los grupos de interés especiales son el tercer elemento---empresarios, sindicatos etc, ---y normalmente los que buscan es que se les incluya en el reparto de dulces, ir al juego, pero con las cartas marcadas.

Fueron muchas las conversaciones que sostuve con ambos hombres en relación a la situación de México. Los dos coinciden en afirmar que México es un ejemplo clásico del Public Choice. Desde el Pacto de Calles, la estructura política del país se desarrolló para servir los intereses de los revolucionarios y no para servir al pueblo. La estructura política mexicana se organizó como la Mafia, de arriba hacia abajo, para servir a los intereses de sus miembros y no a sus “mercados.” El estado creció de una forma ridícula por interés de los políticos y no por ideología. Llegó un momento en nuestro país afirman, en el que el estado---la familia revolucionaria---controlaba el 80% de la economía nacional, situación ilógica, injusta, y ridícula.

Estos dos grandes intelectuales afirman que algo muy positivo para México sería que todos esos elementos desaparecieran. Uno de los secretos del éxito de Japón y Alemania, es que precisamente todos esos grupos desaparecieron en la Segunda Guerra Mundial. Grupos como los que hemos enumerado, que solo dedican tiempo y esfuerzo a la distribución y no a la creación y producción del pastel nacional. De esa forma, ambos países tuvieron la oportunidad de empezar de cero, sin la hemorragia de riqueza física, financiera, económica, moral que provocan esos parásitos sociales. Cuando se presentan este tipo de situaciones, las consecuencias económicas pueden ser infinitas, como las que ya sufrimos cuando los revolucionarios decidieron sabotear el país en 1994. Es por tal motivo que al Public Choice se le llama la “economía de la política.”

Los revolucionarios de nuevo aferrados al poder, están utilizando todos sus trucos aprendidos en más de 70 años de trampas, de fraudes, de robos para iniciar una segunda ronda de otros 70 años de opresiones. La burocracia mexicana crece como nunca y se aferran a lo que tanto despreciara Buchanan en su Public Choice.; el estatismo, impuestos pretorianos y los déficits que se dibujan en el horizonte y se asemeja a la vieja figura de Lord Keynes.

Ricardo Valenzuela
chero13704@gmail.com
@elchero

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miércoles, 23 de enero de 2013

MANUEL MORA Y ARAUJO, JAMES BUCHANAN, UN PENSADOR LIBERAL SINGULAR,

La muerte de James Buchanan, ocurrida hace pocos días en Estados Unidos, ha justificado una revisión de su obra y su trayectoria académica en distintos medios del mundo. En nuestro país tuvo menos repercusión; es una oportunidad para repasar la situación de las ideas liberales (y, para quien esto escribe, rendir un modesto homenaje a alguien de que se siente deudor intelectual. 

James M. Buchanan

Cuando Buchanan obtuvo el premio Nobel de Economía, en 1986, escribí dos largas columnas de opinión en El Cronista Comercial, sobre el impacto de sus ideas en el ámbito de la economía y en el de la política; veintiseis años después suscribo enteramente mis opiniones de entonces).
Las tres décadas que siguieron a la crisis del petróleo en los años 70, estuvieron fuertemente influidas por la ola expansiva de las ideas liberales en el mundo. Distintas corrientes de pensamiento identificadas con esa tradición tuvieron impacto en la filosofía social, en la economía, en la ciencia política y en la sociología, además de teñir de distintas maneras la esfera de las políticas públicas. Mucha gente asoció entonces el auge del liberalismo con la decadencia del régimen soviético –aunque más probablemente el retroceso del comunismo en el mundo fue consecuencia del rezago tecnológico soviético antes que un desenlace en la lucha de las ideas–. Sin duda, los principios fundamentales de la visión liberal del mundo, en su mayor parte enunciados por los filósofos sociales y políticos que dieron su impronta al siglo XVIII, lograron una extraordinaria aceptación a lo largo y ancho del planeta; pero eso no diluyó las diferencias en muchos aspectos teóricos y prácticos dentro de la tradición liberal. Ese proceso puede, en gran medida, ser resumido en los nombres de algunos pensadores prominentes que orientaron escuelas, programas de investigación y literatura de divulgación de las ideas.
Uno de esos nombres fue James Buchanan –destacado más como investigador y orientador que como divulgado–. Definido habitualmente como economista, su obra marcó también una  impronta en la ciencia política, contribuyendo a desarrollar la larga corriente de ideas que redefinió el lugar del actor individual en los procesos macro. En muchos programas de estudios universitarios el enfoque del public choice es un capítulo central  de la teoría política. Su programa de investigación, que otros empezaron  a recorrer antes, reinstaló al individuo, y su capacidad de decidir por sí mismo, en un lugar central de las determinaciones que producen las circunstancias políticas en cada momento. Un impacto similar lo tuvo en la sociología el enfoque de la investigación de mercado, que redefinió el foco del funcionamiento de los mercados centrándolo en el consumidor individual.
Para mucha gente en el mundo de hoy la palabra “liberal” remite a una defensa irrestricta del sistema capitalista –cuya imagen estos días viene en baja– y se opone a una preferencia irrestricta por el avance del Estado en todos los terrenos –que hoy encuentra mayor demanda en casi todos lados–. En la Argentina esta simplificación mantiene aún mayor vigencia que en otros lugares. Pero cuando se pasa de los debates de la vida mundana al mundo de las ideas y de la vida académica, lo cierto es que la tradición liberal goza de buena salud y resulta a menudo insoslayable para avanzar en la comprensión de la realidad.
Los aportes de Buchanan al análisis de los problemas fiscales, a la comprensión de la lógica de los consensos constitucionales, a la complejidad  de la agregación de las decisiones individuales en la generación de resultados colectivos (o públicos, para usar la palabra que él prefirió), y a la naturaleza de las organizaciones burocráticas estatales, siguen siendo actuales y estimulantes.
El mayor impacto de la obra de Buchanan es posiblemente su enfoque de las burocracias gubernamentales. El mismo escribió que el mejor resumen de su teoría se encuentra en un párrafo de John Stuart Mill: “el primer principio del gobierno constitucional parte del supuesto de que quien ejerza el poder político abusará de él para promover sus intereses particulares, no porque eso sea siempre así, sino porque esa es la tendencia natural de las cosas, de la cual nos protegen las instituciones libres”.
Una implicación de sus argumentos es que hay una tensión no resuelta en la lógica de todo sistema democrático, entre por un lado los derechos de las personas que son definidos en abstracto o en la letra de las constituciones y por otro lado las preferencias de esas mismas personas, los ciudadanos que votan y los individuos que formamos la opinión pública. Pienso que esa tensión recorre el mundo actual desde hace por lo menos un siglo, y sigue siendo el mayor desafío al orden democrático.
http://www.perfil.com/ediciones/2013/1/edicion_747/columnistas.html#

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