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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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domingo, 23 de octubre de 2011

RAFAEL GROOSCORS CABALLERO: “UNA REVOLUCIÓN PARA TODOS”

            Hace poco menos de sesenta años, el 21 de octubre de 1952, en esta Caracas que constituye en nuestra Historia algo más que la Capital de la República, balas asesinas acabaron con la vida de uno de los más espigados líderes de la democracia venezolana: Leonardo Ruiz Pineda. Absurdas manos militares oprimían a Venezuela. En la Cárcel Modelo de Pro Patria, en los calabozos de la Penitenciaría General de San  Juan de los Morros, en Ciudad Bolívar y más tarde en Guasina y Sacupana, miles de compatriotas hacinaban su voluntad rebelde en una lucha frontal contra la dictadura manifiesta de quienes, desde las Fuerzas Armadas Nacionales,  habían roto su juramento de lealtad a la República. 
Ruiz Pineda había asumido el mando clandestino, la Resistencia. En nombre del pueblo preparaba, con sobrada y fina audacia, la recuperación de la libertad para todos y del pleno ejercicio de la democracia. Lo persiguieron, lo acecharon sin cuartel y lo alcanzaron en la noche de ese día, en una calle sin salida de San Agustín. Cuando su sangre corría, desde su cabeza ametrallada, un poema suyo fulguraba, curiosamente, en su muda y yerta posición  de cadáver sobre el suelo caraqueño, recordando a otro compañero que había dejado su vida en  la guerra española: “Oscar Pantoja Velásquez. Su nombre, sangre en España, ruda, roja, ardiente corre por las calles de Caracas. Su voz estaba en el aire, cuando la cortó la bala. Se le cerraron los ojos y se le durmió la palabra”. Nítida influencia lorquiana que volvía a cobrar, en otro héroe, la anécdota del sacrificio, cuando caen los valores de la Patria.
            Porque a despecho de otros, a más de “gallardo capitán” como lo llamó Don Rómulo Gallegos, Leonardo cultivó la poesía en su mejor esencia humanística y hasta podría decirse que se comportó poéticamente durante toda su corta vida –36 años de inquietud revolucionaria--  porque no recordamos que nadie haya señalado que el héroe tachirense pudiese haber tenido enemigos personales. Conocimos y disfrutamos en vida su sonrisa, su “don de gente”, la amplitud de su carácter. Éramos muy jóvenes, pero le acompañamos, a distancia, en su gesta emancipadora y sufrimos en carne viva su funesta y trágica desaparición. El proceso que él aspiraba para Venezuela lo indujo a imaginar un nombre: “Una Revolución Para Todos”, distinto, por cierto, a la invocación parcializada de la mayoría de las “revoluciones”, las cuales, por la precaria bondad de sus promotores, generalmente son movimientos al servicio de un grupo disminuido de interesados, que no de intereses. La actual, la supuesta que padecemos, es una burla para la venezolanidad  que inspiró Leonardo. ¡Cómo sentimos su ausencia y cómo no recordarlo! ¡Cuánta falta de respeto a su memoria tener que ver hoy a nuestra tierra en manos otra vez absurdas y otra vez repetida la traición de sus hombres armados, en esta ocasión, incluso, entregados a una potencia extranjera! ¡Cuánta lástima y cuánta vergüenza!
            Cuando conocimos, personalmente, a Leonardo, todavía bajo el régimen democrático de Don Rómulo Gallegos (1948), faltaban dos meses para la consumación del artero golpe del 24 de Noviembre. Los coroneles traidores ya había descubierto su conspiración, pero nuestras FAN, como otras tantas  veces en nuestra Historia, dejaban pasar la alevosía y más bien procuraban la defenestración del gran Presidente, figura única, ejemplar e irremplazable de nuestras letras. Leonardo nos seleccionó, entre un grupo de jóvenes compañeros, para integrar una red de emisoras clandestinas que hiciera frente a lo que él veía claramente venir, como vino. También una prensa, igualmente insurgente, para repartir de “casa en casa” en la Caracas y en las pequeñas ciudades de entonces, como una demostración de su concepto comunicacional, ante la situación de la inexistencia de la libertad de opinión. Las redes radiofónicas no pudieron ser organizadas. La prensa clandestina sí; se llamó RESISTENCIA y fue una hoja multigrafiada, agresiva pero pedagógica, de profundo contenido democrático, la cual circuló, invariablemente, en el silencio de las manos ágiles del perseguido, incluso hasta el propio 23 de enero de 1958. Su creador fue Leonardo Ruiz Pineda.
              Recordamos hoy la muerte de Ruiz Pineda porque su lección debe ser nuevamente popularizada. Creemos que fue y sigue siendo un héroe insustituible, cuyo ejemplo debería estar presente en la conducta de nuestros dirigentes. Estamos a 360 grados de distancia de aquellos días. Pero esta perversa “revolución” de unos pocos, muy distinta a la de “todos” de Leonardo, se ha disfrazado de democracia precisamente para hundirla. Vivimos una dictadura, una autocracia, que engaña y “manosea” al pueblo, para hacerlo cada vez más un ejército de súbditos que de ciudadanos, aprovechándose un tanto de la ingenuidad como de la torpeza de sus legítimos representantes políticos. Hace pocos días aludimos al “emperador y su feudo” y señalamos el deterioro de nuestra república, ya convertida en un “negocio” particular, al servicio si se quiere de un solo hombre –enfermo pero poderoso y millonario, untado de petróleo por todas partes— al cual “jalabolean” una parranda de comprometidos, para quienes no debería haber perdón.   
            Pensemos en Leonardo Ruiz Pineda y pensemos que con él estaba lo más lúcido de nuestra anécdota política: Don Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Rómulo Betancourt, Juan Pablo Pérez Alfonso, Alberto Ravell, Valmore Rodríguez, Eligio Anzola Anzola, Luis Lander, Raúl Leoni, Alberto López Gallegos, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Raúl Ramos Giménez y un millón de activistas, dirigentes y militantes que fundaron la democracia en Venezuela, dejando sus vidas y su ejemplo, igual que Leonardo, en cada pueblo, en cada barrio,  en cada calle de una Venezuela que no tiene por qué estar obligada a desaparecer. Pensemos en Leonardo. Coloquémoslo en nuestra realidad actual y organicemos la resistencia. Procuremos el regreso a nuestra democracia original y perfeccionémosla como corresponde al reclamo de nuestro tiempo. Pero organicemos la resistencia y sustituyamos la agenda de esta falsa revolución por otra que sea consecuente con “Una Revolución Para Todos” en memoria de Leonardo Ruiz Pineda…… y de lo mejor venezolano.
grooscors81@gmail.com.-


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domingo, 22 de agosto de 2010

LA FOTO DE LA CENSURA, FREDDY LEPAGE SCRIBANI

Es común denominador de las autocracias comunistas y fascistas (por aquello de que los extremos se tocan), tratar de desvirtuar la realidad cuando ésta no les favorece

En su ensayo sobre la masacre de Tlatelolco (1968), CarlosF uentes describe la situación de una manera descarnada y franca: "Nadie tiene derecho a reconocer un cadáver. Nadie tiene derecho a llevarse un muerto. No va a haber en esta ciudad (ciudad de México) 500 cortejos fúnebres mañana. Arrójenlos a la fosa común. Que nadie los reconozca. Desaparézcanlos".

Para más adelante apuntar que "Laura Díaz fotografió a su nieto la noche del 2 de octubre de 1968". Entonces, Fuentes se pregunta si una fotografía no es sino "un instante convertido en eternidad". Quizás, por eso, es que al régimen le ha pegado tan duro la primera plana de El Nacional del pasado viernes 13. Guardando las distancias, claro está, el Gobierno quisiera ¬como en la narración del escritor mexicano¬ ocultar a los cientos de asesinados los fines de semana en todo el país. Que nadie se entere de ello y, de paso, hacer lo propio con los periodistas que cubren la fuente y con los medios que tienen la valentía (en tiempos espinosos) de decir la verdad, de cumplir con su deber de informar.

Es común denominador de las autocracias comunistas y fascistas (por aquello de que los extremos se tocan), tratar de desvirtuar la realidad cuando ésta no les favorece, utilizar la propaganda y cualquier tipo de intimidación, chantaje o halagos crematísticos, si fuera el caso.

Para ello, edifican poderosos aparatos propagandísticos y apuntan al control férreo de los medios de comunicación. Son alérgicos a aquellos medios independientes que no se doblegan ante el poder. Afortunadamente, periódicos como El Nacional, Tal Cual, El Correo del Caron

, y tantas otras publicaciones de provincia y de la capital, y televisoras como Globovisión han resistido todo tipo de arremetidas que van desde amenazas de cierre, persecuciones del Seniat, eliminación de la publicidad oficialista, agresiones físicas por parte de grupos civiles armados, amedrentamiento de reporteros con los cuerpos de seguridad del Estado y pare usted de contar... Sería interesante hacer una especie de libro negro sobre los ataques contra medios y periodistas durante estos 11 años de Chávez.

En una nación donde la delincuencia y el crimen andan con el moño suelto, y actúan impunemente, no se puede pretender callar a quienes están obligados a dar a conocer esta injusta circunstancia que ya forma parte del paisaje cotidiano. De tanto ver las abultadas y crecientes cifras de fallecidos en manos de los malandros la gente, inadvertidamente, se acostumbra. La sociedad permanece impasible, indiferente, ajena, ante tales despropósitos. Quizás (ojalá), la portada de El Nacional sobre la dantesca situación de la colapsada Morgue de Bello Monte y las humillaciones que sufren los familiares de las víctimas, sirvan de aldabonazo para despertar la adormecida conciencia nacional. Si así fuera, el esfuerzo realizado habría valido la pena y se justificaría, con largueza, el riesgo de enfrentar los atropellos y embestidas de la Fiscalía, de la Defensoría del Pueblo y del Cicpc. Mientras nuestras poblaciones y ciudades están sujetas a la vorágine de la violencia, las autoridades policiales lucen desbordadas e indolentes a la hora de proteger a los ciudadanos. ¿Casualidad? ¿Política de Estado? ¿Complacencia?..."¡Nadie tiene derecho a llevarse un muerto! ¡Que nadie los reconozca! ¡Desaparézcanlos!". Definitivamente, una foto vale más que mil palabras...

freddylepage@cantv.net

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