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martes, 28 de abril de 2015

NELSON ACOSTA ESPINOZA, ¿DOLARIZAR O CAMBIAR DE RÉGIMEN POLÍTICO?

¿Un salario  en dólares es mejor que uno en bolívares? Bien, amigo lector, la respuesta es fácil de adivinar. Desde luego,  es más atractivo ganar en dólares. Inicio este breve escrito con esta interrogante debido a que en los últimos años se ha venido publicitando la idea de dolarizar la economía venezolana. Esta medida, de corte monetarista, es asumida como el instrumento apropiado para superar la crisis de carácter sistémico que confronta la sociedad venezolana.

¡Porque ahora? En otras palabras, ¿desde cuando se habla de esta providencia como instrumento para enfrentar la crisis social, política y económica del país? La pregunta es pertinente. Por ejemplo, Venezuela experimento un largo periodo de estabilidad económica sin necesidad de implementar medidas de corte monetaristas como la caja de conversión o la dolarización. En ochenta años, por ejemplo, (1913-1992) el crecimiento económico promedio anual (2,7%) fue superior al incremento registrado por una diversidad de economías desarrolladas en la región; sin dolarización.

Bien, es indudable que la actual inestabilidad económica y las elevadas tasas de inflación empujan a los agentes económicos a  cambiar activos en moneda nacional por activos en monedad extranjeras, en especial, el dólar americano. Como alternativa personal, es absolutamente racional y recomendable. La interrogante, de nuevo, ¿lo es para el país?

Bien, sobre este tema existen opiniones cruzadas y contradictorias. En el plano estrictamente monetario se reconoce que una de sus bondades es poner freno a la inflación e imponer una cierta disciplina fiscal. Esta medida, sin lugar a dudas, establece barreras “practicas, políticas y financieras para nuevas devaluaciones de la moneda respecto al dólar”. Igualmente, su aplicación implicaría “que la inflación no debería ser muy superior a la de los EE.UU, se elimina la posibilidad de financiar políticas fiscales deficitarias con emisión de dinero sin respaldo”. Entre sus efectos negativos, los expertos mencionan, “se renuncia a las herramientas de política monetaria, como la fijación de las tasas de interés y el control exclusivo de la liquidez monetaria, y también dificulta el rol del Banco Central como prestamista de último recurso en crisis bancarias”.

Amigo lector, como usted ya se habrá dado cuenta no soy un especialista en el tema. Sin embargo, me atrevo a postular lo siguiente: la raíz de los problemas que esta política monetaria pretende solucionar se ubican en otro campo: en el modelo político e institucional que ha prevalecido en el país en las últimas décadas. En fin, la dolarización por sí misma no será capaz de resolver el problema del agotamiento de un modelo político y de pensamiento que es responsable de los desajustes e irresponsabilidades que prevalecen en todas las instancias del poder público.

Para recuperar nuestra institucionalidad y lo que conlleva este restablecimiento es indispensable focalizar el accionar político en lo fundamental y evitar distracciones que suelen se desmovilizadoras. Tengámoslo claro. Para establecer y mantener disciplina fiscal se requiere de una fuerte voluntad política e institucional. Ambas condiciones son inexistentes en el país y, desde luego, no brotaran mágicamente por dolarizar la economía.

La dirigencia del bloque democrático debería posar la mirada en el país: en sus contradicciones y en los signos de agotamientos que brotan por todos los ámbitos del quehacer público y privado. Los ciudadanos demandan que  ejerza con fuerza su rol de oposición.

En lo personal, me gustaría ganar en dólares. Fantasear no cuesta nada y, a veces, es provechoso para ajustar la mente a la dura realidad a la que tenemos que enfrentarnos diariamente. Discutir sobre este tema es interesante, como todo fisgoneo intelectual.

Sin la menor duda, la política ahora es así.

Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64

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viernes, 20 de marzo de 2015

GUSTAVO ROOSEN, ¿PENSAR EN LA DOLARIZACIÓN?

Para el buhonero tanto como para al banquero el dólar ha pasado a ser, en Venezuela, el precio de referencia. Todo gira de tal manera en torno a la divisa americana que su presencia o su ausencia sirven para explicar la escasez, la inflación, el precio de los productos y de los servicios, la abundancia de algunos y las penurias de otros. Casi podría decirse que la economía venezolana está dolarizada de hecho.
Los expertos preferirían llamarla indexada. En cualquier caso, para la gran mayoría se hace evidente el clima de inestabilidad, incertidumbre y corrupción que se extiende todos los días a consecuencia de una política económica errática y fuera de control, con cuatro tipos de cambio reales, discrecionalidad en la oferta de divisas, devaluaciones no oficializadas, alta inflación, déficit fiscal, reservas internacionales operativas por debajo de los niveles adecuados, todo lo cual se traduce en parálisis del aparato productivo y, en definitiva, para el ciudadano, en escasez y pérdida de calidad de vida.
En condiciones mucho menos dramáticas que las actuales de Venezuela, otros países de la región han optado por aplicar de manera coherente políticas fiscales y monetarias capaces de promover el crecimiento y controlar la inflación, manteniendo un tipo de cambio libre y estable. Así han logrado recuperar la confianza de los ciudadanos, de los inversionistas y de los mercados. Otros países han optado por la dolarización. Lo han hecho acuciados por condiciones de crisis económica aguda, inestabilidad, fragilidad del sistema financiero interno, altas tasas de inflación, devaluación monetaria, falta de confianza de la población en las políticas económicas de su gobierno.
Los países que han optado por la dolarización han registrado buenos resultados. No ha sido la única medida para su recuperación económica, pero ha contribuido grandemente a su estabilidad monetaria, a ordenar las finanzas públicas, reducir de manera muy significativa la inflación y las tasas de interés, evitar la fuga de capitales, atraer la inversión de propios y extraños, alentar una mayor integración en el comercio internacional. Lograron así el objetivo básico de ordenar la economía, de frenar una situación de descalabro, inseguridad, inflación descontrolada, caos en política monetaria y financiera. Los nuevos gobiernos, incluso de signo contrario a los que tomaron la medida, como es el caso de Ecuador, han mantenido la dolarización y han cosechado sus efectos positivos.
Habrá quien argumente en contra de la dolarización aduciendo la importancia de mantener autonomía en el manejo de la política monetaria y la posibilidad de usar la flexibilidad cambiaria y la devaluación como herramientas de competitividad y financiamiento del gasto público. Es discutible. De todos modos, es un hecho que a los gobiernos no les gusta el ejercicio de ningún tipo de limitación. Los ciudadanos, sin embargo, confían más, y las economías funcionan mejor y están más tranquilas, cuando sus gobiernos tienen que someterse a esquemas y normas que protegen la disciplina fiscal, la estabilidad y la confianza.
Venezuela ha probado con el control de cambio y está claro que no ha funcionado. El complejo sistema establecido no puede sino generar distorsiones y convertirse, como ha sucedido, en el alimento de la corrupción. No puede ser de otra manera en una estructura marcada por la ineficiencia y la arbitrariedad. La realidad choca con la retórica oficial con la que se trata de esconder el fracaso, de atribuírselo a otro, de negarse a probar un camino diferente. En los momentos actuales, choca, además, con la falta de disponibilidad de dólares.
Enfrentados como estamos a una situación de crisis y a los efectos perversos de un sistema cambiario generador de distorsiones y de corrupción, el tema de la dolarización comienza a tomar vigencia. No es una opción fácil. Exige muchos pasos y condiciones previas, pero es pertinente tenerlo como objeto de discusión. Mientras tanto, seguimos sufriendo los efectos de una economía dolarizada a medias, sin reglas claras y sin resultaos positivos.
Gustavo Roosen
nesoor10@gmail.com
@gustavoroosen

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martes, 15 de julio de 2014

NELSON ACOSTA ESPINOZA, ¿DOLARIZAR LA ECONOMÍA?

Amigo lector, la vida institucional del país está llegando a su punto muerto. Desde luego, es lógico que usted piense que esta afirmación no reboza optimismo. Después de todo, como reza el refrán, un optimista es un pesimista bien informado. 

Bien, los hechos, la realidad que es terca comienza a demandar soluciones a los problemas acumulados. Aquí podríamos hacer uso de un dicho cubano: lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo. Sin embargo, es apropiado advertirlo, es indispensable un bastonazo contundente para que se comprenda la urgencia del necesario cambio que es imprescindible en la actual situación del país. Se está padeciendo las arbitrariedades de un poder casi absoluto y la presencia de peligrosos compromisos coyunturales.

Hablando de garrotazos, recientemente se han producido coincidencias en la formulación de soluciones para enfrentar este desastre nacional. Me refiero a cierta concurrencia en relación a una política pública específica: la dolarización de la economía. Esta medida es percibida, por expertos del oficialismo y de la oposición, como una salida a los problemas estructurales de nuestra economía. Jairo Latotta en el portal Aporrea, por ejemplo, la ha propuesto como un mecanismo para terminar “con la exportación de capitales para EEUU de manera ilegal al cambio especulativo paralelo y para acabar con la inflación".

En un reciente foro celebrado en esta ciudad el economista Guillermo García expresó, igualmente, la conveniencia de una medida de esta naturaleza. Para este experto, la dolarización es la política apropiada para sacar rápidamente a la población de la crisis económica que enfrenta el país. Ahora bien, usted amigo lector que no es experto en estos temas, muy bien pudiera preguntarse ¿qué es la dolarización? Bien, busquemos su definición. Este instrumento de política monetaria es precisado como una opción cambiaria consistente "en el abandono oficial por parte de un país de su propio patrón monetario y la adopción del dólar estadounidense (US$) como moneda de curso legal". Existen experiencias concretas de dolarización en la región: Ecuador, Panamá y El Salvador.

Desde luego, no existe unanimidad sobre este tema. Hay quienes piensan que dolarizar implica tirar la toalla. Angel García Banchs, por ejemplo, sostiene que esta medida, "equivale a botar el sofá y no el cónyuge, verdadero culpable de la traición". En otras palabras, para este economista el problema es de naturaleza institucional y apuesta a que tarde o temprano se producirá una recuperación en este ámbito en el país.

No soy economista y, en consecuencia, no es juicioso opinar sobre los aspectos técnicos de una opción de política económica de la complejidad de la que estamos hablando. Sin embargo, humildemente, sostengo que lo medular de la crisis en el país no es lo económico. Esta dimensión, por así decirlo, es táctica no estratégica. Lo fundamental es transformar el modelo político que ha estado vigente desde el siglo pasado. No en balde, sectores del oficialismo coinciden con los de la oposición sobre la viabilidad de una medida de esta naturaleza. Ello obedece al carácter "técnico" que supondría su aplicación.

Me voy a permitir sugerir lo siguiente: hacer peso en el plano de la distribución del poder político. En el marco de una democracia federalizada en todos sus aspectos, por ejemplo, sería posible y viable experimentar soluciones alternas a esta situación monetaria que, dicho sea de paso, no es nueva, es crónica y expresa el agotamiento del modelo democrático e institucional que ha estado vigente desde el siglo pasado.

En el cuadro del actual esquema de poder, siguiendo a Banchs, su aplicación implicaría "botar el sofá y no al cónyuge".

Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64

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domingo, 2 de febrero de 2014

ALEX VALLENILLA, EL DESPLOME DEFINITIVO DE VENEZUELA ARRASTRARÁ AL ALBA TAMBIÉN, EN EFECTIVO

Nicolás sólo tiene tres opciones, cambia, dolariza o colapsa al país

El desenvolvimiento de la economía en Venezuela ha llevado al país a tomar una de tres vías. El camino que transita la administración Nicolás es el peor, llevan a Venezuela directo a un foso, ello inevitablemente golpeará a países del ALBA, si Pdvsa sigue perdiendo capacidad productiva y eficiencia financiera.

Cambio de política económica. La segunda vía sería que la administración Maduro, cambie, se siente con el sector productivo nacional, flexibilice las sanciones, las regulaciones y controles excesivos, se proteja a la industria nacional, se creen mecanismos de promoción e incentivos a los productores nacionales, se despenalicen las ganancias a las empresas y se logre un equilibrio en la relación patrono-trabajador. Así la confianza volvería en materia de inversión, esto significa cambio radical del discurso de gobierno actual, de 180°.

Dolarización. Luego que los bolívares ya no sirvan para nada, Nicolás querrá atender el llamado a la dolarización, permitiendo su circulación legal en el país y prácticamente sustituyendo la moneda nacional. O el uso de otras monedas.

Positivo:
  1. Estabilización de precios, al no haber diferencial cambiario, por lo que se adopta la inflación ligada al dólar.
  2. La economía venezolana de inmediato sería más segura, al importar la seguridad que brinda el dólar.
  3. El ingreso de divisas por petróleo, atraería cuantiosas inversiones al país, fortaleciendo mucho la economía nacional.
  4. Queda eliminado de inmediato el control cambiario.
  5. Surgiría una nueva clase de empresarios muchos más capaces y más productivos en materia de producción y costos.
  6. Los bonos de la deuda recuperarían su valor con el retorno de la confianza monetaria.
  7. Las tasas de crédito facilitarían la inversión ya que serían muy bajas, la del dólar es de 0,25% anual. Pero se recupera el ahorro al eliminarse el riesgo de devaluación.

Negativo:
  1. Se pierde la soberanía monetaria
  2. El gobierno requeriría de funcionarios muy capaces y preparados a ejecutar sin déficit fiscal, puesto que no podrá contar con mecanismos de flexibilización monetaria. Es decir el BCV no podría imprimir dólares.
  3. Si se dolariza no necesariamente los sueldos serían iguales a los de EEUU, para ellos se requiere desarrollar mucha competitividad, es decir trabajar duro.
  4. Las tasas de interés serían ligadas al dólar, por lo que ahorrar dólares no sería rendidor.
  5. Los bienes serían más costosos porque el ingreso personal en dólares no sería muy alto.
  6. El BCV dejaría de ser emisor de bolívares para mantener bancos ineficientes.

Dejar que el país colapse. La tercera es opción es que Nicolás no haga ninguna de las anteriores, entonces veremos un colapso definitivo, que ya está casi en su clímax, el país está desabastecido, no hay inversiones y desde el gobierno se sigue tercamente con las importaciones, a pesar que no hay divisas suficientes. Ello es el peor escenario porque conlleva el malestar social en todos los estratos sociales, ya es evidente en sectores populares como la gente sufre sin gas doméstico, sin rubros básicos.

Por Alex Vallenilla
CNP 16478
alexvallenilla@gmail.com

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