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jueves, 8 de octubre de 2015

EGILDO LUJAN, IMPUESTO DE SALIDA O PEAJE DE EXCARCELACIÓN

Los que la han vivido y sufrido, especialmente  argentinos, brasileros y peruanos, entre otros,  saben que a los venezolanos les esperan duros momentos cuando la hiperinflación termine de delinear su figura rapaz y se apodere del sistema de vida de quienes pisan tierra en el territorio nacional.

Todavía la población no se ha percatado de qué se trata esa “enfermedad de los precios”. Quizás sí que mientras su capacidad de compra se esfuma aceleradamente y el empobrecimiento se posiciona en el recinto de todos los hogares venezolanos, los administradores del Estado, sencillamente, la pasan de lo mejor, sin mayor preocupación que la de justificar la expansión del improductivo gasto fiscal.

El discurso común, la conversación coloquial se limita a afirmar que, lamentablemente, la situación de los venezolanos es sumamente complicada en todos los aspectos, primordialmente en lo económico.

Para esa población, el bello país que, por décadas, funcionó como un motivador permanente para el desplazamiento de vecinos latinoamericanos, europeos y asiáticos, sencillamente, ahora es un punto de partida para la emigración casi en masa. Es decir, la nación que, como ninguna otra, recibió un valioso caudal de inmigrantes de todas las latitudes, bien para reiniciar sus vidas, escapar de guerras o de conflictos grupales en sus respectivos países, hoy asiste con dolor al viaje de muchos que decidieron irse, con la esperanza de paz y bienestar económico en otros lugares.

Para el recuerdo y la nostalgia, ha quedado la positiva referencia de que muchos de los que vinieron, lograron paz y prosperidad en suelo venezolano. También que su inclusión hizo posible una transculturización lo suficientemente positiva, como para enriquecer un mestizaje con emergió con la aparición misma de la República. Ser venezolano es sinónimo de un híbrido humano y de razas diversas; es un individuo sin patologías sociales manipulables  de quienes medran de la explotación inhumana de la xenofobia o de la discriminación. Pedantemente, inclusive, muchos no dudan al afirmar que ser venezolano, es ser único; tan especialmente único, como para no dudar que es partir de allí, de ese incomparable ensamblaje de razas, de donde nace, emerge y se proyectan las venezolanas con “ventaja comparativa y competitiva”, y  con las que Venezuela se hace sentir fuera de sus fronteras, en concursos de belleza, talento e inteligencia. ¿Cuántos triunfos han logrado ellas, a partir precisamente de esa opción competitiva, capaz de extenderse, por igual, a ámbitos profesionales de los más diversos tipos, como a los deportivos e intelectuales?.

Pero a partir de allí, Venezuela, la tierra de las bondades infinitas, incluyendo la de disponer de diversos recursos naturales y de la heterogénea posibilidad de convertirse en un país del primer mundo, sencillamente, comenzó a perder su rumbo cuando no entendió que los ingresos de su casi providencial recurso energético comercial por excelencia, el petróleo, no debían ser empleados en la alimentación del facilismo, del dispendio y de la corrupción.

Durante más de tres décadas, sencillamente, el país ha evitado atacar las causas de sus errores en esa concepción convertida hoy en lastre cultural en el orden político, económico y social. Y en los últimos 17 años, del lastre se ha pasado a los peores errores gestados, promovidos y conducidos por una expresión política organizada incapaz de entender al país en sus necesidades, a la población en su potencialidad transformadora y al recurso humano “competitivo”, hoy convertido en la más costosa y dolorosa fuerza intelectual de exportación.

Los venezolanos, al disponer de bondades y oportunidades internas para trabajar y alcanzar bienestar con su esfuerzo, nunca fueron amantes ni dados a la emigración. Sí al turismo y, con legítimo derecho, a disfrutar de la posibilidad de viajar. Sin embargo, en pocos años, han perdido la posibilidad de viajar; de hacer turismo. En cambio, se han convertido en emigrantes; es lo que dicen las encuestas, porque no quieren vivir en un país en ruinas y en un ambiente de extrema inseguridad, como en Somalia, como en Nigeria. 

En algunos informes estadísticos, se trata de demostrar  que ya habrían más de tres millones de venezolanos esparcidos por todo el mundo. De hecho, con motivo de la manifestación de protesta en contra  del resultado del enjuiciamiento del líder político Leopoldo López, el 19 del mes en curso se reportaron simultáneas expresiones organizadas de protesta de venezolanos en 44 ciudades del mundo. Y eso, sin duda alguna,  pone de manifiesto en lo que se ha traducido la masiva emigración venezolana.

A esa inmensa familia venezolana dispersa por el mundo, se le quiere de regreso en su país aquel día cuando pueda hacerlo. Pero, mientras tanto, a esa misma familia se le quiere visitar en el sitio donde esté: a los abuelos, a los padres, a los hijos, a los nietos, a los hermanos, a los “panas” de la consanguinidad. A todos ellos, de la manera como el cruce de razas construyó esa particular forma de expresar afecto, cariño o hermandad que transmiten y esperan siempre dar y recibir los venezolanos.

En Venezuela, sin embargo, la idea de quienes detentan, a su manera y conveniencia,  la rectoría de la nación, es distinta. Bien porque la emigración para ellos es una traición. 0 porque no estar dentro  del país, es actuar de espalda a su Patria. Así de fácil, sencillamente, es el juicio o el prejuicio con respecto a esa distancia o a esa cercanía que se pretende administrar desde un ángulo fiscalista, posiblemente como excusa.  La razón para llegar hasta allí va mucho más allá que la pretensión de establecer un impuesto por respirar “aire puro” en las instalaciones aeroportuarias. Es por salir del país. Se debían cancelar hasta cinco millones cien mil bolívares.

Como consecuencia de que el bolívar ha perdido su valor de cambio, al extremo de convertirse prácticamente en papel basura para los venezolanos en medio de la inflación más alta del mundo, la mendicidad ciudadana para comprar dólares se convierte en una práctica limitada, en razón de la rigidez del control de cambio y la perversión de la multiplicidad de tipos de cambio. Es decir, estar dentro del territorio nacional y pretender salir, no lo condiciona la voluntad de querer hacerlo; lo hace aquel que tiene a su cargo la administración monopólica del ingreso y del egreso de las divisas.

Es por eso por lo que Venezuela, ha terminado por convertirse en una verdadera jaula. Pero, además, en un país en el que la voracidad fiscal pública también funciona asertivamente para bajarle velocidad al proceso migratorio que no se detiene, en vista de que el propio liderazgo se ha desentendido de la importancia de avivar las esperanzas alrededor de un futuro distinto, de posibilidades evolutivas.

Venezuela es un país-jaula. Y en razón de esa realidad, permanentemente, se está tratando de aplicar medidas como la última que fue abortada este mismo fin de semana.

Ya se sabe  que ha quedado sin efecto la medida que debían cumplir los viajeros, de tener que pagar a partir del 1 de 0ctubre un impuesto de salida por ciudadano de Bs. 5.100 que, traducido al cambio oficial de Bs. 6.30 por dólar, equivale a más de $ 809, lo cual hacía prácticamente impagable semejante tributo. No obstante, haberlo derogado no le resta su distinción de ser uno de los impuestos de salida más alto del mundo que se le ocurrió a un anónimo burócrata; además de registrar una tasa que, en la mayoría de los casos, excede el costo mismo del pasaje. ¿A quién, realmente, le deben el Gobierno y el país la burda osadía de implementar semejante locura gerencial, si es que se le puede premiar con atribuirle semejante calificación?. ¿0 qué se pretendía, realmente, cuando  un impuesto de salida normalmente no supera a nivel internacional la cantidad de $ 30 en la mayoría de los países del globo?

Todas estas trabas -y aparentes desatinos- podrían calificarse de torpezas. Pero ¿será verdad que es así?. Lo cierto es que, a la vez que se cruzan mensajes sobre cuál será el nuevo municipio fronterizo  que pasará a ser afectado por una medida de excepción, simultáneamente se plantea si al cancelarse un impuesto  “de salida” del país,  en realidad, lo que se estaba pretendiendo era forzar la aceptación de un peaje de excarcelación o de liberación de la avanzada hiperinflacionaria.

Egildo Lujan Navas
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