En
tres o cuatro meses, después del reemplazo constitucional del régimen actual,
cabe imaginar Venezuela. Los que estén al mando tendrán tal vez la tarea más
compleja que le haya correspondido a generación alguna. Y a los ciudadanos les
tocará lo suyo. Arreglar fracturas sin anestesia, duele.
Renunciar a ver cómo
pasa el río y la gente para incorporarse en la corriente y en la multitud,
cuesta. Salir de la inercia al que los tiranos confinan al ciudadano de a pie,
obliga a flexionar músculos flácidos, debilitados por el desuso. Reorganizar
las ganas de venganza para convertirlas en deseos de reconstrucción, es un
esfuerzo superior. No será fácil, pero será una tarea que convocará el afecto,
la solidaridad y lo mejor de la venezolanidad.
Es
una imagen que me persigue de fotos y películas, ver a los europeos caminar
entre los escombros de lo que fueron ciudades magníficas, llenas de esplendor,
sometidas al fuego implacable de las fuerzas nazis y luego de los Aliados que
las recuperaban. Pero esas mujeres de pañoleta raída y esos hombres de miradas
perdidas, con los hijos idos o muertos, fueron portadores de la semilla que
reconstruiría sus países.
Con todas las diferencias obvias, así los venezolanos
a quienes se les arrancó la esperanza por años, como un despellejamiento
infame, se levantarán para hacer el país que espera desde hace tiempo y que se
ha fugado, una y otra vez, por las rendijas del aventurerismo, el caudillismo y
el personalismo.
De
las centenas de miles de venezolanos que están fuera, unos regresarán y otros
no; pero todos formarán parte del tejido global de la reconstrucción. Los
presos políticos serán libres y los exiliados volverán: serán parte de la vanguardia
que hará del país una obra magnífica. Los jóvenes que tanto han luchado y que
tanto han sufrido, que tanto han entregado sin aspirar a retribución alguna,
tendrán oportunidades para hacerse desde adentro y desde abajo.
Habrá
que introducir cambios que inserten a Venezuela, de un salto, en otra época, la
del siglo XXI. Una ruptura radical no con el chavismo plebeyo sino con las
ideas del chavismo, sin concesiones a su falso amor a los pobres, con capacidad
de defender los derechos humanos, la libertad de expresión, la propiedad
privada y la inclusión del país en la dinámica del cambio tecnológico y
societario que tiene lugar en el planeta.
Cuando
la pesadilla pase –y pasará- los venezolanos nos veremos unos a otros,
curiosos, y exclamaremos “¡Cómo nos pudo pasar esto!” Y nos diremos “¡Nunca
más!”
Venezuela
será un caudal imparable de porvenir.
Carlos
Blanco G.
@carlosblancog
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www.tiempodepalabra.com
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Estimado señor Blanco:
ResponderEliminarHe leído varios de sus artículos y, tiempo atrás, lo veía en televisión. Me encantan sus escritos, y sobre todo los que ha publicado en fecha reciente, como éste, en los que asoma un mundo mejor para nosotros los venezolanos y los que adoptaron a Venezuela como su segunda patria. No es posible seguir viéndola destruida por un desgobierno que no la ama. Gracias por regalarnos un poco de entusiasmo y esperanza en medio de tanta tristeza. Yo también protesto a mi manera. Lo invito a visitar mi blog http://www.cuentoscronicasycroniquillas.blogspot.com
Abrazos agradecidos.
Myriam Paúl Galindo