Cuando Latinoamérica analiza su fracaso y lo
compara con el éxito avasallador de EEUU, no le queda más que descargar su
complejo de inferioridad exclamando ¡Yanqui go home! El caso más representativo
es el de Maduro con su obsesión harta fastidiosa en el sentido más primario e
infantil del término. Somos pobres y fracasados porque el imperio nos robó y
explotó.
Pero la dolorosa verdad es que la
colonización de Norteamérica se llevó a cabo un siglo después que la nuestra, y
antes de que existiera Estados Unidos como nación ya América Latina era una
potencia con universidades, metrópolis, casa de monedas e imprenta. Y para
entonces no había yanquis a quien culpar, ni tan siquiera home a donde enviarlos.
Pero allí nos quedamos, rumiando el
mercantilismo retardatario mientras que los de arriba se afianzaban a la
incipiente revolución industrial. Nosotros con nuestro catolicismo feudal,
proteccionista y paternalista, sembrando barrigas al voleo, mientras que los
gringos se regían por un calvinismo que obligaba a trabajar y a producir bienes
en familia.
Después de la independencia, Venezuela entró
en un período de anarquía, conflagraciones civiles, caudillismo, inestabilidad
política y pobreza. Desde 1830 a 1900, hubo en Venezuela 36 revoluciones y 730
acciones bélicas conocidas en detalle. Muchos fueron alzamientos para llegar al
poder. Después de 1900 vinieron los 28 años de tiranía de Gómez, seguido de
siete golpes incluyendo los de Chávez y compañía.
La
Independencia de EEUU, se llevó a cabo 30 años antes que la de Venezuela.
Después de la Guerra de Secesión (1860), en ese país, nadie ha pensado ni
remotamente, en la posibilidad de un golpe de Estado, de una revolución, o ni
siquiera de una intentona.
Estas
comparaciones, que a primera vista resultan antipáticas, son estrictamente
necesarias para comprender cabalmente nuestra realidad, idiosincrasia y destino
a labrar El subdesarrollo no sólo constituye un conjunto de datos estadísticos
socioeconómicos, también es un estado mental, una forma de ser, una perspectiva
y una personalidad colectiva característica. Si eso no se entiende y acepta,
nunca comenzaremos ni siquiera a entender nuestra tragedia. Que oiga quien
tiene oídos...
Ernesto
Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor
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