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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

martes, 28 de julio de 2015

NELSON ACOSTA ESPINOZA, “EL EFECTO LUCIFER”,

Bien amigo lector, el título de este artículo puede parecerle extraño o esotérico. Su razonable perplejidad está construida en la idea que mis  escritos en este diario tratan temas de la actualidad política y no sobre aspectos que rayan en lo sobrenatural. En cierto sentido usted estaría en lo cierto. 

Pero sucede que el “Efecto Lucifer” es el nombre bajo el cual se condujo un experimento de psicología social en la universidad de Stanford. Esta investigación (1971), desarrollada por el psicólogo social Philip Zimbardo, no tenia en absoluto nada de oculto. Por el contrario, bajo control y con los procedimientos que regulan la investigación empírica, se planteó responder la siguiente interrogante: ¿Puede cualquiera convertirse en torturador o en sumiso prisionero en determinadas situaciones?

Con la finalidad de dar respuesta a esta interrogante diseño un interesante experimento Tomó a estudiantes voluntarios para que actuaran, unos de guardianes y otros de presos en una falsa cárcel. El experimento debía durar 15 días. Tuvo que interrumpirlo al sexto ante la dureza de la situación creada. Muchos tranquilos estudiantes se habían convertido en brutales y sádicos guardianes, y muchos de los presos se quebraron emocionalmente.

Este experimento puede ayudar a comprender el nivel de violencia e intolerancia presente en algunos grupos políticos en la Venezuela actual. Para Philip Zimbardo, existen procedimientos diseñados para inducir lo que este investigador denominó la “imaginación hostil”. En otras palabras, es posible que un ciudadano cualquiera pueda llegar a renunciar a su humanidad, movido por una ideología asumida de forma irreflexiva. Acarrear actos de violencia contra otros seres humanos etiquetados como enemigos. ¿Suena conocido?

Debo reconocer que esta reflexión fue estimulada por la película sobre Hannah Arendt de la realizadora Margarethe Von Trota (Cine Arte Patio El Trigal). La cineasta retrata el momento en que la filósofa alemana asiste, enviada por el semanario The New Yorker,  al juicio de Adolf Eichmann en Israel (1961). Recordemos que este personaje fue el encargado, dentro de la estructura de poder nazi, de organizar el traslado de los judíos de toda Europa a Auschwitz.

Arendt escribe su reporte para el semanario neoyorkino y lo titula “Eichman en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal”. Lo novedoso de su argumentación fue proporcionar al “mal” un carácter banal.

 "Ahora estoy convencida de que el mal nunca puede ser «radical», sino únicamente extremo, y que no posee profundidad ni tampoco ninguna dimensión demoníaca. Puede extenderse sobre el mundo entero y echarlo a perder precisamente porque es un hongo que invade las superficies. Y desafía el pensamiento, tal como dije, porque el pensamiento intenta alcanzar cierta profundidad, ir a la raíz, pero cuando trata con la cuestión del mal esa intención se ve frustrada, porque no hay nada. Esa es su «banalidad». Solamente el bien tiene profundidad y puede ser radical".

Bien amigo lector, una filósofa y un experimentado psicólogo social llega a la misma conclusión. Parten y transitan caminos distintos, pero arriban al concepto de la banalidad del mal.

El autoritarismo es consustancial con esta idea del mal. Hay que estar atento. El país vivió momentos fuertes de exclusión dentro de la lógica política de calificar al adversario como enemigo.  Tengo la sospecha de que existen en la estructura burocrática del gobierno seres desapasionados y autómatas que pudiera ser presa de esta enfermedad categorizada como la “banalidad del mal”.

En fin, los demócratas tenemos la obligación de pensar e ir a la raíz de las cosas. La superficialidad en la política suele ser peligrosa y, generalmente, abre camino para el cultivo de todo tipo de banalidades. La trivialidad, por ejemplo, erosiona la posibilidad de triunfo de un proyecto político.

Espero que, esta ocasión, la política no sea así.

Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64

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