Asistamos a su nacimiento el 24 de julio de 1783: noble
por lo encumbrado de su origen, noble por su consagración a la Santísima
Trinidad, noble sobre todo por el hecho de vivir.
En la casa mantuana de los suyos estaban expectantes los
hombres encabezados por el coronel don Juan Vicente Bolívar quien sería padre
de su último varón y el cual, sin saberlo, iba a prolongar para siempre su
apellido entre los fastos de la historia. Las mujeres, por su parte, nerviosas
y agitadas, esperaban en su mayoría en
las inmediaciones de la recámara donde se producía el advenimiento, obra sublime de la naturaleza y el amor, en
la cual doña María Concepción Palacios y Blanco, hija de una de las familias
principales de Caracas, realizaba el trabajo vital de traer a este mundo a una
criatura quien formaría parte de un ilustre linaje a quien luego por obra de
una voluntad superior manifestada en su católico bautizo le colocaron el nombre
de Simón.
Quienes la asistían la invitaban repetidamente al
esfuerzo de alumbrar a aquel ser quien surgía a la vida en la Provincia de
Caracas colonial regida por don Manuel González de Torres de Navarra, antiguo
Coronel del Regimiento de Guarnición de La Habana, y quien había sido
Gobernador de la Provincia de Cumaná, militar y administrador progresista el
cual, en breve tiempo, le aportó a la ciudad el Coliseo de Comedias y la Alameda
de la Trinidad.
Su siglo fue el siglo de la ilustración aplicada a la
política, a la ciencia, a la cultura, a las costumbres humanas, a la sociedad
que comenzó a formar un mundo diferente desde la libertad del hombre. Había
pues nacido aquel niño bajo el trascendente reinado de don Carlos III en el
cual sucedieron hechos fundamentales: el apoyo de España a la independencia de
Estados Unidos y el reconocimiento por parte de Francia y de Inglaterra del
derecho de las colonias americanas a ser
libres. Al año siguiente del fallecimiento del monarca, en 1789, comenzó la
Revolución Francesa, acontecimiento primordial de la historia moderna.
Igualmente en ese año de 1783, en Francia, el
Marqués de Jouffroy botó el primer barco de vapor; Pilatre de Rozier, ascendió
por primera vez en un globo y Louis-Sébastien Lenormand concibió la idea del paracaídas. Mientras
tanto en América, el ilustre Washington -tal y como Bolívar lo llamó años
después-, supo renunciar con dignidad al mando militar terminada la guerra de
independencia de su país dando así el primer ejemplo de virtud republicana.
Simón Bolívar formó parte y fue gestor inigualable de una
época de transformaciones esenciales en la cual se conformaron las naciones, se
definieron los derechos, se proclamaron las libertades y surgieron las
revoluciones auténticas que en vez de destruir alcanzaron como resultados:
constituciones, leyes, instituciones, principios de avanzado gobierno, la
separación de los poderes, la caída de los reyes, el fin del despotismo, el
surgimiento de las Repúblicas, el ascenso de los ciudadanos como agentes
principales del acto político.
Había pues nacido aquel infante en la casa familiar con
amplios muros, largos corredores, encantadores patios y jardines, tan próxima a
la Plaza Mayor de Caracas, lugar testigo de tantos actos notables de los suyos,
resguardado por el Avila del cual surgían múltiples manantiales, arroyos,
quebradas, aguas del Anauco, aguas del Catuche y del Guaire, que hacían
despertar la fecundidad del valle y levantar sus cultivos de cacao, café, caña,
trigo o algodón, entre otros; población que había asumido para sí la forma de
los barrios y cuarteles de Madrid por decisión de gobernantes ilustrados que
vinieron a servir a Caracas luego de haberlo hecho en Filipinas, Luisiana, La
Habana y Santo Domingo, y gracias a los cuales se construyeron nuevos puentes,
edificios y otras obras que permitieron expandir y mejorar a la ciudad aplicándose en ella criterios de modernidad y
se fomentaba la cultura como se hizo en ese tiempo como lo apreciaron
renombrados viajeros.
Con los años aquella Caracas sacudida por la naturaleza y
destruida por la guerra fue evocada por Bolívar como el sitio inolvidable de su
nacimiento, lugar de sus recuerdos, lugar sus mayores, sitio de sus desvelos
y de sus sacrificios, por cuya gloria no
quiso recibir otro premio sino que ella fuese libre y depositaria para siempre
de su admirable corazón.
Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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