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sábado, 25 de abril de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, POR UNA TEOLOGÍA DE LA TIERRA,

Así titula uno de los capítulos, el profesor Rene Dubos, en su libro Un Dios Interior, su visión es considerar a la Tierra como un organismo vivo, el único organismo vivo a varios años luz a la redonda de nuestro sistema solar, y lo dice pensando en la gran variedad de formas de vidas que lo conforman, comenzando por la inmensa cantidad de microorganismos que pululan el aire, la tierra, el mar, sobre todo en sus profundidades y llegando hasta la vida humana, una forma de vida de gran complejidad capaz de la autoconciencia. Nos dice Dubos: “En la práctica, no vivimos sobre el planeta Tierra, sino con la vida que alberga y en el entorno que la vida crea.”
Tan extraña y rara es la vida en nuestro entorno cósmico que Dubos no duda en sacralizarla, sobre todo por la presencia del hombre, quien es justamente el generador de esa cualidad mística que establece lazos de espiritualidad entre los componentes y atributos del mundo.
La naturaleza humana- nos explica- se ha visto tan profundamente afectada por las condiciones por las cuales ha evolucionado, que la mente es, en cierto modo, un espejo del Cosmos. Es un firme creyente de que toda visión verdaderamente ecológica del mundo, posee resonancias religiosas.
Pero Dubos no es el único que ha llegado a estas conclusiones, el Emperador romano Marco Aurelio en el primer siglo de nuestra era estaba convencido que: “la vida de todos los seres están entrelazadas; el vínculo es sagrado y no hay nada, o casi nada, que sea ajeno a lo demás”.
Aldo Leopold (1887-1948), el padre de la ética ambiental en Norteamérica decía: “Toda la ética desarrollada hasta el momento se basa en una sola y simple premisa, que un individuo es miembro de una comunidad compuesta de partes interdependientes, y la ecología simplemente extiende las fronteras de esa comunidad para incluir suelo, agua, plantas, animales o colectivamente: la tierra”
Para cosmólogos como Carl Sagan cada aspecto de la naturaleza revela profundos misterios y toca nuestros sentimientos de asombro y respeto, de allí esa visión maravillosa y transcendental, sobre todo en los científicos que se ocupan de desentrañar sus misterios, aunque una gran mayoría de la humanidad que no gustan de un universo tan extraño e impredecible, prefiera rodearse de cómodas supersticiones que los hace sentir a gusto con su ignorancia.
En el universo es posible que haya más vida, pero humanos, solo en este pequeño planeta, para Sagan, el que convirtamos nuestros ínfimos asuntos en causas de conflictos y guerras no es más que ese provincialismo fatuo que complacen la vanidad y la estupidez de hombres inacabados y absurdos, gobiernos que hablan por las naciones y sus intereses, pero nadie defiende al planeta Tierra, no se dan cuenta que la raza humana es un milagro de la naturaleza y se encuentra en peligro de extinción.
Cuando Dubos nos habla de la explotación indiscriminada de nuestros recursos naturales, nos habla de “profanación” que no es otra cosa que admitir que violamos los recintos sagrados del planeta que nos da la vida.
La infeliz frase “conquistar la naturaleza” que sirvió de lema a varias empresas humanas que sólo buscaban el enriquecimiento de unos pocos, a costa de destruir el entorno bajo el presupuesto que, el hombre tenía como misión doblegar la naturaleza a su antojo, son las rémoras de una forma de vida hoy inaceptable como razonable y civilizada.
Tanto Dubos como Sagan nos hablan de que somos hijos de las estrellas, hechos del polvo cósmico que transita raudo en cometas y meteoritos por el espacio exterior, que conforman las grandes espirales galácticas, que son la materia de que están hechos los planetas, nos debemos a nuestro entorno, destruirlo es un sin sentido, venerarlo, cuidarlo y comprenderlo es no solo un deber, sino una necesidad.
Arnes Naess el montañista, ecólogo y filósofo noruego, hablaba de la “experiencia espontánea” con la naturaleza, el hombre solo puede experimentar a la naturaleza en una mínima porción de su enorme complejidad, y lo hace desde su personalidad y cultura por medio de un mecanismo parecido a la gestalt, conformado de imágenes y sentimientos que identifican al hombre con un lugar, la experiencia del “yo” estaría incompleta sin una referencia geográfica, más específicamente sin un paisaje, sin un entorno, que aún no estando allí, es parte de uno, esa referencia fundamental, para Naess, es un río, una montaña, un bosque, cualquier ícono o imagen que establezcamos como ancla en nuestra vida, como recuerdo de que pertenecemos a algún lugar.
Ese vínculo que llamamos espiritualidad es un proceso en que se encaja lo humano con lo transcendental, mucho más allá del mundo material, es una puerta que nos permite acceder a mundos y percepciones que hacen nuestra vida individual y colectiva mucho más rica y llena de significados, produciendo en nosotros sensaciones de bienestar y alegría y nos hace con nuestro entorno más completos y en estado de gracia.
El hombre primitivo lo experimentaba directamente con el lugar donde vivía, compenetrado con lo telúrico, con la naturaleza, pero con el desarrollo de las religiones se elaboraron ritos, templos, creencias y dioses, se crearon elaborados discursos y textos, historias de hombres y mujeres extraordinarios, de vidas y ejemplos de santidad que fueron puestos como modelos alejando al hombre de su entorno y concentrándolo en profetas, mesías y otras manifestaciones divinas.
Las nuevas corrientes del neo paganismo ambiental vuelve a poner al hábitat, a la naturaleza en la que vivimos, como protagonista de esa relación espiritual que habíamos perdido.
Este volver a nuestro origen, el tratar de identificarnos y vernos como parte de la naturaleza para algunos pensadores es el resultado de una crisis, por un lado un momento de grandes decisiones y por otra el reconocimiento de que nuestra tierra está llegando al límite de su capacidad de sustento.
Habitar la Tierra es un fenómeno mucho más complejo que el simple deambular por el mundo, o hacer vida doméstica o de trabajo en algún lugar, Heidegger, el filósofo alemán y que tanto influyó en el pensamiento de Naess, nos habla de raíces mucho más profundas que conforman el bloque básico del ser y su relación con el mundo, y es quizás, ese sentimiento, el que ha sido registrado por todos los astronautas, de todas las nacionalidades que han viajado al espacio exterior y han visto al planeta Tierra desde la distancia, todos sintieron un vínculo sagrado con esa solitaria bola azul y blanca que brillaba en la oscuridad del cosmos, sintieron, como nunca antes, que pertenecían a un lugar. –

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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