BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

viernes, 24 de abril de 2015

PEDRO RAFAEL GARCÍA M., EXISTE EN LAS CANTERAS OPOSITORAS EXPRESIONES FIRMES DE INTELLIGENTSIA CIVILISTA DEMOCRÁTICA CON VOCACIÓN POLÍTICA…

“El recuerdo es la idealidad, y pide por tanto esfuerzo y responsabilidad; la memoria es indiferente. En el recuerdo se gira un cheque contra la eternidad; ésta tiene a todos por solventes, pero no tiene la culpa de que un hombre se autoengañe y se acuerde en lugar de recordar (lo que cae bajo la memoria cae también bajo el olvido). La memoria hace que la vida sea más despreocupada. Se juega a ser muchas cosas, aunque ya se haya sido otras muchas; luego se muere uno, y ya se es inmortal; pero no se lleva uno nada que recordar en la eternidad". (In vino veritas, William Afham)

Una acotación necesaria…
No creemos que exista mayor incertidumbre si aceptamos en principio que el lenguaje es factor fundamental en la transmisión de valores, pensamientos, creencias, acciones políticas, describe aspectos de nuestra cultura e igualmente, sirve para la persuasión en la lucha por el poder y el deseo de imponer ciertos órdenes y convivencias.
Sin lugar a dudas el fallecido Presidente Chávez le dio un giro copernicano al estamento militar, al menos en sus presupuestos básicos, y aunque para muchos no haya producido cambios visibles en la praxis ética de la libertad en términos sartreanos han sido más bien donaltruneanos, pero en la interioridad del imaginario popular, el discurso, el enunciado, modos y formas son otros radicalmente diferentes, ha operado una alteridad con respecto de antes del 98. Lo he reiterado Ab initio, desde 1999, se están operando cambios de significados y significantes síntomas de un nuevo ciclo histórico, que se  origina ya el país, y tomemos arbitrariamente algunos hitos, el que irrumpió alrededor de la declaración de la independencia, frente a el hubo una dura respuesta popular que encarno Boves, en su ausencia la recoge Páez, Bolívar y el liderazgo independentista bajo su égida lo adscribe le da perfil propio  el cual se revela en Angostura con ese novel lenguaje señalo un perfil al país soñado y le dio cuerpo en los subsiguientes cinco años que inspiro y concibió a Carabobo, quebrantado con el deslinde de Cundinamarca, que reclamaron la oración tradicional monárquica, en el inicio de la República liberal sus pensadores imponen el discurso del despotismo ilustrado, hasta que surge puesto en escena un enunciado con radicalidad frente al agotamiento del liderazgo libertador de Páez, Urdaneta y Monagas y demás, y fue la Revolución Federal que a pesar de su impacto en la sociedad por su  ideologización virulenta, finalmente se postró, surgiendo un intento de forjar y falsear una visión cultural de afrancesamiento de nuestras elites a través del positivismo con un modelo educativo que tuvo un estela importante como idea central del gobierno delirante del llamado Guzmancismo, esto dio paso a una expresión occidental llamada la llegada de lo chácharos con modos y formas que los centralistas hicieron mofa, pero que no fue cortafuego suficiente para que se hicieran del poder y se extendieran hasta la dictadura homicida de Gómez, y el final de ese ciclo insurge desde la canteras de la intelligentsia civilista democrática con vocación política (a diferencia de la intelligentsia Positivista, hipócritamente apolítica, que sirvió de escalón a las dictaduras de todo pelaje) la primera expresión de verdad que se tiñe de las propuestas de modernidad con contenido nacional, imponiéndose en el imaginario, primero como apuesta radical por los más débiles, y con el duro transito de nuevo por un gobierno tiránico vuelven ya con una articulación de lo que seria una concepción de Estado democrático, la que la teorización ha llamado democracia representativa, que predominó por un periodo de cincuenta años. Hoy lucimos desconcertados frente al lenguaje inaugurado por Chávez en (febrero de 2002), que alcanzó su cúspide  en 1999, con la imposición a cal y canto de un proceso constituyente frente a las deshilachadas fuerzas herederas de la democracia que la dejaron naufragar en sus manos. Como lo refrendó en su discurso el 5 de julio el General en Jefe Vladimir Padrino López, “hoy gobierna el alto militar que se fraguo en los eventos, en los cuarteles y en la calle junto al calor de los movimientos populares”, que los condujo a una contundente victoria, frente al residual mezquino de las vencidas instituciones, que más que derrotados fueron desbordados por los hechos. En ese momento con un país lesionado severamente en su fragilizada institucionalidad, pretendieron mismos factores hijastros del 13 de abril, sumados una que otra expresión emergente en darle carácter insurreccional, con algunas sugerencias enviadas de la Nueva Babilonia, adicionando contraseñas como el discurso de Donald Trump. Por eso El General Padrino López advirtió,”nada fuera del voto”. (La verdad oculta, es mayor que la manifiesta).
A finales de la década de los 80 y comienzos de los 90, América Latina vivió también lo que Samuel Huntington (1994) llamó Tercera Ola democrática. Transcurrida el júbilo inicial pronto se revelaron fuertes crisis que pusieron de manifiesto la necesidad de fortalecer la institucionalidad democrática que se había extendido en Latinoamérica.
Estas transiciones a las que hacemos referencia, pronto se vieron confrontadas con una serie de obstáculos producto de costumbres, valores y creencias, poco afines a las prácticas democráticas, así como a los desafíos económicos derivados de la transnacionalización de la actividad productiva y financiera. A mediados de la década de los 90 todas las democracias de la región mostraban graves crisis, producidas por demandas que desbordaban la capacidad de respuesta de los sistemas políticos, crisis de empobrecimiento social, debilidad institucional, ingobernabilidad, y demás.
Al final de los años 90 y comienzos de la primera década del tercer milenio, emergen nuevas propuestas políticas que se proponen re-significar el concepto de democracia en la región. Profundizando sus contenidos sustantivos, especialmente en lo económico y social, y en la intensidad de la participación ciudadana, para intervenir activamente en el proceso de toma de decisiones colectivas. Quizás lo más propio de este proceso de re-significación de los contenidos de los regímenes democráticos no fue la prescindencia de significados anteriormente convalidados, sino la agregación de otros nuevos valores que se pretendían con igual rango de escala.
Pero este proceso no ha estado exento de contradicciones y tensiones. En esta última década a lo largo del continente latinoamericano, y, de manera especial, en la región andina, y en Venezuela, de modo muy particular, se pueden verificar los siguientes interrogantes:
¿Cuáles son los modos de transformación social compatible con la democracia? Es mediante un proceso gradual de reformas, en procesos de diálogo y negociación, cuya referencia obligada es el marco del Estado de derecho vigente consagrado mediante los procedimientos democráticos convencionales. O es mediante un camino revolucionario, es decir, siguiendo el paradigma de las revoluciones modernas, en el que la transformación de las sociedades pasa por un estadio previo de liberación, entendida como autonomía de todas las formas de coerción que impiden alcanzar la felicidad del pueblo. “Ser libre de la opresión para llevar adelante el fin proyectado es la condición necesaria para construir formas de libertad en positivo: la libertad y la propiedad, los derechos civiles y el gobierno constitucional”. (Arendt, Hannah: Sobre la revolución, 1963)
¿Quién es el sujeto que impulsa las transformaciones? En el caso latinoamericano, en los últimos 20 años, se ha acumulado un extenso vacío de representación. Ha sucumbido la institucionalidad del Estado, la capacidad de representación de los partidos políticos y de las organizaciones clásicas de la sociedad civil, como los sindicatos, agrupaciones patronales, intelectuales, para canalizar las demandas sociales. En medio de este vacío han emergido dos modos de canalizar los cambios: a través de lo que se ha llamado “las democracias representativas” o a través de las “democracias participativas”. La primera afloraron  Gobiernos de derecha donde los crímenes de género despuntaron y la homofobia se fortaleció. El racismo, especialmente a pueblos indígenas, se extendió como práctica generalizada. No existían políticas eficientes en materia de salud pública; el narcotráfico se trataba desde las esquinas; las desapariciones se institucionalizaron como herramienta para garantizar la seguridad y el orden social. Los índices de analfabetismo se elevaron. La protección ambiental no era considerada como un tema relevante en la agenda pública, tampoco la homogenización de oportunidades., en la segunda la participación se delega en un líder en específico, mediante elecciones periódicas, la dirección del proceso de cambio. A este guía, una vez legitimada su jefatura mediante elecciones, se le conceden todo tipo de facultades para gobernar, dejando en última instancia el veredicto de sus acciones al dictamen de la voluntad popular. Del poder. El socialismo del siglo XXI incluyó en su discurso la redistribución de las tierras con políticas rigurosas. Se han pasado de un extremo a otro y sin considerar prácticas democratizadoras que analicen las realidades de forma pormenorizada, menoscabando los derechos individuales y colectivos. Una cadena de abusos con nombres distintos, muy propio de la derecha de ejercer funciones desde la prepotencia y la soberbia, características también de este nuevo socialismo. Ambos criminalizan la protesta y descalifican, usando el poder estatal contra cualquiera que cuestione el régimen. Por ello es  invariable encontrar en estos nuevos líderes rasgos de las cabezas de la derecha.
En las democracias de los pueblos o de ciudadanía se entiende que los miembros del agregado social, poseen un conjunto de derechos inherentes a condición de personas, por lo que se constituyen en sujetos activos y protagónicos de la soberanía frente a las instituciones de gobierno.
Sin embargo, dado que en América Latina nos encontramos con lo que se ha llamado “ciudadanía de baja intensidad” (Guillermo O’connell, 1993), en la que una gran mayoría no sólo carece de derechos sociales básicos, limitándose sus oportunidades, sino que también está sometida a una gran diversidad de violencias, porque carecen de bienes institucionales básicos: acceso a la justicia, igualdad legal, protección, etcétera, la democracia de la ciudadanía no pasa de ser una aspiración deseada, y, lamentablemente, objeto de ofertas demagógicas.
¿Cuál es el modelo ansiado? También está en tensión cuál es el modelo de sociedad al que se aspira. En los últimos veinte años se ha puesto en discusión si lo que pretendemos como sociedades en el continente latinoamericano es la construcción de una democracia social o una versión actualizada de socialismo. Por democracia social se entendería algo así como una sociedad donde la ciudadanía sea integral, donde los derechos no se limiten al campo civil y político, sino que se extiendan al campo social. Comprende al ciudadano como individuo referenciado socialmente, actuando como actor político, social y económico, participando activamente de manera directa e indirecta en la conformación de las decisiones públicas. Con un Estado que se entiende como facilitador institucional de los procesos sociales, regulador de las relaciones de producción e intercambio, para garantizar el bienestar social colectivo, cuyas reglas de juego se enmarquen en el Estado de Derecho diseñado y consagrado mediante los procedimientos convencionales de la democracia liberal, que inevitablemente se ha devaluado.
El auge reciente de la izquierda en América Latina, ha puesto de nuevo el tema de la construcción del socialismo en la agenda de la opinión pública, de la investigación y discusión de teóricos y en el discurso político actual. La extensión y gravedad de los problemas sociales generados por el modo de producción capitalista imperante en todo el mundo, las consecuencias negativas de la implantación de políticas económicas exageradamente optimistas en la promoción del mercado, la inestabilidad de los sistemas democráticos liberales y el auge de los movimientos populares, constituyen, el contexto de esta discusión. El socialismo se ha presentado  como una opción para alcanzar una mayor justicia social, pero se ha hecho suficiente esfuerzo por actualizar y justificar sus contenidos básicos a las características del siglo XXI. ¿Esos puntos han están realmente en discusión?: ¿Cómo se diseña y produce la ideología socialista? ¿Cuál es su función? ¿Quién y cómo socializan los medios producción? ¿Cuál es el lugar del Estado en el control de los medios de producción y las formas de intercambio? ¿Cuál es la relación entre democracia directa y el todo social? ¿Cuál es la esfera de la propiedad privada?
Deducimos por sujeto político el modo de comprender lo político y darle sentido a sus prácticas, desde su fundamentación racional, valorativa y simbólica. Lo racional está compuesto por aquel conjunto de ideas que orientan y dan contenido lógico a los programas y doctrinas políticas permitiéndoles establecer metas y objetivos verificables y medibles. Lo valorativo hace referencia a la aceptación de determinadas ideas y prácticas como bienes estimables y necesarios para el desarrollo de una vida verdaderamente humana. La dimensión simbólica se refiere a aquello que vincula emocional y afectivamente a los seguidores de un proyecto político, con su programa liderazgos e instituciones. Así entendida conforma la base de legitimidad de un régimen político. Por ello, para nosotros, hay que seguir profundizando sobre estimaciones de lo que sobre la democracia se busca conocer las bases que propugnan la admisión y acatamiento a las formas de gobierno y Estado democráticas vigentes, así como los procesos de desobediencia que buscan cambios frente a las formas políticas actuales.
Ya Carlos Rey adelantaba (Caracas, ITER-UCAB, 2003) ultimaba que a partir de estas referencias, que resulta, por tanto, que un Estado que reconoce al pueblo como titular de la soberanía y del poder constituyente (y que en este sentido podría ser calificado como democrático) puede estar acompañado de formas de gobierno no democráticas. Existe una notoria debilidad del Estado democrático en el hecho de que el pueblo, en cuanto sujeto de la soberanía y titular último del poder público, es una entidad puramente abstracta o ideal que, al no estar permanentemente organizado, no puede hacerse presente ni manifestar su voluntad frente al gobierno sino muy ocasionalmente (en las pocas ocasiones extraordinarias en las que se le somete a consulta una nueva Constitución) o de manera intermitente (en las elecciones periódicas). En teoría el pueblo es la fuente última de toda autoridad, pero frecuentemente esto no es sino una mera imputación o ficción jurídica. El poder del pueblo es en gran parte puramente nominal, en tanto que el poder real y efectivo está en manos de estos últimos. Resulta así que, a menos que el Estado democrático esté acompañado de formas de gobierno o de instituciones también democráticas, que permitan al pueblo controlar efectivamente a los gobernantes y, en el extremo, desplazarles del poder cuando su conducta sea insatisfactoria, el poder último que se atribuye al pueblo no pasa de ser una ilusión. Eso explica el que la mera idea de un Estado democrático sin gobierno democrático, resulte insatisfactoria; y explica, también, que no pocas veces los enemigos de la democracia estén dispuestos a reconocer la soberanía nominal del pueblo, siempre que ellos conserven el control del gobierno.
 “pasa el tiempo y el segundero avanza decapitando esperanzas”…

Pedro R. Garcia M.
pgpgarcia5@gmail.com
@pgpgarcia5

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