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lunes, 13 de abril de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¿CUÁNTO VALE UN “PATRIOTA COOPERANTE”?, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL, ENTRE SAPOS Y RESIGNADOS, CREYENDO EN PAJARITOS “PREÑADOS”,

Entre estos cuatro tipos de individuos: traidores, fisgones, fanáticos y lambucios, el Servicio Bolivariano de Inteligencia, recluta los más aptos para que actúen como acusadores sin nombre ante el “peligro” que para la revolución representa el pluralismo político.

¿CUÁNTO VALE UN “PATRIOTA COOPERANTE”?

Muchas veces, la política se torna traicionera. La traición es a la política, como la hipocresía a la falsedad. La vida del ser humano, en múltiples circunstancias, se ve atrapada por pasiones que suelen emerger de situaciones dominadas por contradicciones. O cuando menos, por problemas que devienen en condiciones de violentada caracterización. Justamente, la traición es una de ellas.  Quizás, fue la razón que tuvo Eduardo Zamarois, insigne novelista español, para alegar que “si suprimes la traición de la vida, ¿qué dejarás en ella”?. No obstante, por muy implícita que sea ante el conflicto entre el bien y el mal, la traición nunca triunfa puesto que si ese fuera el caso, no se le reconocería como traición.  Posiblemente, el hecho sería calificado de lealtad y constancia. Pero esta situación no podría del todo alcanzarse pues la traición, al fin de todo, resulta de una violación a la fidelidad. O también, de un acto de franco y perverso deshonor.

Sin embargo, en política el fisgón también suele jugar un papel preponderante. Particularmente, por tratarse que su función desdice de la compostura que debe guardarse en medio de realidades impregnadas de antagonismo a consecuencia de las diferencias que se dan en medio de crudas controversias. Este fisgón o especie de espía de devaluada estirpe, cae en la categoría de vulgar soplón que al lado del traidor, se suma al conglomerado de individuos serviles cuyos servicios son requeridos por regímenes autoritarios con el propósito de valerse de su mediocridad para diluir sagazmente el miedo que padece el régimen ante la real posibilidad de verse defenestrado.

Pero esto no queda ahí. A esta camarilla de indignos, hay que agregar los furibundos y los lambucios. Los primeros, quienes por ser fanáticos activistas, al mejor estilo de los religiosos fundamentalistas, exhiben un obstinado comportamiento que raya en la intransigencia y el sectarismo. Por ello, actúan como personas obstinadas y recalcitrantes, incapaces de atender otro llamado que no sea el que ideológicamente consideran único. Los segundos, son aquellos que buscan acaparar todo lo posible a costa del perjuicio ajeno. Es egoísta e impertinente, por naturaleza. Su carencia de valores políticos, hace del lambucio una persona “que actúa servilmente o halaga a alguien con el fin de conseguir algún beneficio” (Nuñez, R y Pérez, F.J. Diccionario del habla actual de Venezuela. UCAB, 1994, Caracas)

Entre estos cuatro tipos de individuos, el Servicio Bolivariano de Inteligencia, SEBIN, recluta los más aptos para que actúen como colaboradores anónimos o acusadores sin nombre ante el “peligro” que para la revolución representa el pluralismo político. Es decir, la “amenaza” que se cierne sobre la consistencia dictatorial, y así reconocer que “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia (…)” tal como lo establece la propia Constitución Nacional. Esto deja ver que el SEBIN concibe cualquier actitud de protesta, pese a su legitimidad y derecho político y constitucional, como vulgares acciones subversivas y terroristas, dirigidas a “causar incertidumbre, romper el hilo constitucional y proyectar al exterior una imagen de ingobernabilidad” (Memoria y Cuenta de la Vicepresidencia Ejecutiva, 2014. En: El Nacional, 5 Abril 2015, p. 2)

Con esta consideración, el SEBIN se plantea animar la delación o acusación entre venezolanos al exaltar la figura de un “pueblo cooperante” con sus redes de inteligencia a fin de “dirigir información a nuestros gobernantes para la toma de decisiones en pro del soberano” (Idem). Si bien, estos delatores pudieran tener cabida en el medio penal, dado los intríngulis de fechorías y vilezas de índole criminal, en el ámbito político lucen cuales depredadores o carroñeros. Su servicio sólo tiene sentido en tiranías o regímenes que se valen del descarnado fascismo, para urdir graves mentiras de las que se vale el gobernante para imponer la mordaza y el temor que el terror de decisiones infundadas pueden causar en el espíritu democrático y libre de la sociedad. Así que si esta figura de “patriota cooperante” no existe en el ordenamiento jurídico venezolano. Ni tampoco cabe al lado de los derechos y garantías constitucionales. Entonces, ¿por qué el empeño del régimen de estimular tan indigna labor? Ateniéndose al carácter ilegal e inmoral de ello, no será difícil determinar ¿cuánto vale un “patriota cooperante”?

VENTANA DE PAPEL

ENTRE SAPOS Y RESIGNADOS

Las realidades son inexorables. Eso es indiscutible. Pero más aún, irreversibles. Sobre todo, si se atiende las influencias y exigencias que las distintas dinámicas demandan. Esta forma de describir las situaciones que embargan la vida, dan cuenta de los cambios a los que vienen sometiéndose los pueblos. Ninguno escapa a dichas contingencias. Venezuela, si bien se ha visto atrapada en ese marasmo, sus variaciones han tomado un rumbo no sólo inesperado. Peor aún, alejado de los giros que caracterizaron la movilidad de países muy semejantes en su idiosincrasia a Venezuela. Sólo que ésta se desvió del camino por el cual transita la democracia. Aunque ofuscada por dicha razón, comenzó a vivir un periplo de contrariedades que marcaron su separación de amplias tradiciones que le depararon nuevas actitudes totalmente ajenas a las que históricamente pudo cultivar.

El régimen que el pueblo se dio mediante el voto secreto, universal y directo, en 1998, destempló condiciones que en un principio animaron el devenir de una población que, a pesar de múltiples dificultades de toda índole, siempre vivió con la esperanza de disfrutar un país cuya calidad de vida fuera referencia mundial en todos los sentidos. Pero además, ese proceso político signado por las elecciones presidenciales de finales del siglo XX, sirvió para que el país se desencajara históricamente de algunos logros hasta ese momento alcanzados. Especialmente, en cuanto a desarrollo económico, No así, en desenvolvimiento político. Esto llevó a que la población venezolana comenzara a insumirse en procesos políticos seriamente estropeados. Y que derivaron en saltos o interrupciones del modo de concienciar en el venezolano valores de autoestima y de respeto al otro. Fueron momentos en que se fraguaron actitudes un tanto discordantes con nociones de civilidad y preceptos de urbanidad a los que décadas atrás aludió el Manuel de Carreño.

La cultura política del venezolano se desarticuló tanto, que se convirtió en causa de intolerancia, insolidaridad y desvergüenza. Fue así como la sociedad se vio fracturada en su esencia ciudadana. Políticamente, se radicalizaron acciones que terminaron partiéndola en más de tres secciones. Tan crudo fue ese proceso, que buena parte de la población sencillamente se resignó a sobrellevar las inclemencias de un régimen que creció en odio, egoísmo e incompetencia.

La gestión de gobierno se redujo a meras acciones proselitistas. Más, cuando se extraviaron objetivos de desarrollo que empleó el gobierno para ganar afectos. 

Hoy Venezuela pareciera haber desparecido del mapa geopolítico latinoamericano por la mediocridad que sembró en cada decisión tomada. 

Ahora el régimen busca valerse de soplones para informarse de lo que a su alrededor acontece. De manera que en medio de tanto desespero, la tendencia es a vivir entre sapos y resignados.

¿CREYENDO EN PAJARITOS “PREÑADOS”?

“Tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe”. Así habla la sabiduría popular. Esto para decir que “no hay mal que dure cien años”. El régimen no sólo sigue engañando a incautos, ilusos y hasta muy encopetados profesionales. Basta con advertir algunas de sus artimañas para entender que todo su discurso se cae por su propio peso. Es como ver un ave volar luego que un furtivo cazador alcanza a apuntarle un certero disparo. Sólo que el plomo se aloja en una de sus alas. Razón por la que su vuelo augura una pronta caída. Lejos de dignificar al pueblo, el actual régimen populista, que solapadamente reivindica el socialismo, se empeña en hacerlo cada vez peor.

Ahora procedió a imponer una nueva devaluación sin así denominarla. Esta vez “disparó a quemarropa”. Con la excusa de que no hay divisas, pues la corrupción “habilitada y apadrinada” hizo desaparecerlas como por acto de magia, decidió castigar a viajeros y a quienes hacen uso de dólares Internet. Una providencia de CENCOEX restringió excesivamente solicitudes de dólares lo cual afecta un grueso de la población. Ni siquiera porque muchas de estas personas firmaron contra el decreto Obama, o porque son afectos al régimen. O es que siguen ¿creyendo en pajaritos “preñados”?

“Cuando un gobierno vive con miedo e ilegitimidad, acude a individuos sin dignidad para buscar en ellos la información equivocada que le resuene vital al propósito de sembrar demagogia, exclusión e injusticia necesaria a su necesidad de usurpar el poder político y económico”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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