El
Dictador. (No confundir con la versión del inmortal Chales Chaplin)
Su
inquieto sueño, la poca conciencia que le quedaba, como siempre le despertó en
plena madrugada. Las imágenes de los estudiantes muertos por sus fuerzas
armadas, le perseguían., le acosaban. Sus rostros ensangrentados por las balas
asesinas, disparadas por los soldados asesinos se turnaban para aparecer en sus
terribles pesadillas. Sus jóvenes vidas que fueron truncadas por sus hermanos,
le reclamaban, le gritaban una y otra vez, todos los días, todas las horas. Se
veía entre llamas y sudaba en una cama_ que no era la propia porque todos los
días, abrumado por el miedo tenía que dormir, o al menos lo intentaba en un cuarto y en una casa diferente_
Ya
tenía mucho tiempo durmiendo sólo. La imagen de Hussein mientras lo sacaban de
un hueco y después lo ahorcaban, lo asustaba mucho. Su antecesor, entre las
cosas que le había enseñado, le decía que aprovechara esa inmensa soledad, para
pensar en los movimientos castrenses y en las reformas económicas. Pero era
bruto y no lograba concentrarse. Como una maldición, ninguna de ellas
resultaba. Todas fracasaban porque sus ejecutores voraces, no se saciaban de
robar y en cada momento sólo trataban de acumular más riquezas. La ley y la
justicia ya no servían porque se habían ocupado de destruirlas. Su autoridad y
amenazas eran cada días más ineficientes. Sólo le quedaba gritar, amenazar y
ofrecer lo imposible. Tampoco le ayudaba su escasa preparación y sólo se
avergonzaba de sus torpezas cuando algunos de sus colaboradores y aduladores
más cercanos, muy sutilmente se las señalaban pero en la medida en que se
exacerbaba durante los discursos y se salía del guión, parecía que las
imbecilidades cobraban vida propia.
Ya
se había apropiado, igual que su antecesor de todo lo que podía. Su familia ya
era varias veces millonaria. Sus inmensas riquezas, atesoradas en bancos del
extranjero, podían cubrir las necesidades de sus próximas generaciones. Pero aún no podía ser feliz
porque a pesar que se lo ocultaban, sentía, veía la miseria del pueblo al que
había dejado sin insumos en los
hospitales, sin pupitres en las escuelas, sin profesores en las universidades.
Y lo que es peor, sin comida al pueblo que como aves de rapiña, se peleaban en
las colas mientras esperaban que los soldados,
como en los campamentos nazis, les marcaran su brazo con un número que
les marcaría para siempre porque quedaba grabado a fuego en la conciencia de
cada quien.
Era
a ese pueblo a quien temía. Alguien, en sus tiempos felices le había contado el
final de mussolini en manos de quienes creía eran su pueblo. De strossner y de
otros dictadores y eso lo atormentaba. Bajo sus instrucciones, sus adláteres
habían preparado varias rutas de evacuación pero sus escaramuzas con países
vecinos le hacían desconfiar de su efectividad. Tampoco confiaba en los aviones
que tenía preparados para sigilosamente, como huyen los cobardes, despegar en
plena madrugada. ¿Tendrían gasolina los aviones? ¿Le llevarían realmente a su
destino los pilotos? ¿Y si le llevaban al sitio donde podían juzgarle y
condenarle? ¿Sería su destino una cárcel como la que albergaba a sus presos, disidentes y
estudiantes?
Una
y otra vez ese sueño recurrente le despertaba a medianoche, empapado de sudor y
repitiendo las mismas incoherencias de sus últimos discursos. En su más íntima
conciencia, sabía que no tenía salida. Que sus riquezas de nada le servirían.
Que quienes creía eran sus amigos, aliados y compinches, en la primera
oportunidad le venderían a cambio del propio pellejo. De sus padres nada sabía
porque el poder y la repentina riqueza los había separado y porque temía que
alguna indiscreción confirmara lo que todos sabían. Así, ya ni los viajes le
complacías porque a pesar del alto número de familiares de su mujer, ya no le
complacía la adulación ni los lujos. En media de esa tortura, un día encontró
un medio para escapar.
En
mañana, al traerle el café, su tarazona le encontró colgado, con la cara
desenquejada por el pánico mientras su voluminoso cuerpo se mecía en lo alto,
para recordarles a todos lo efímero del poder y el poder de la conciencia.
Al
conocerse la noticia que a pesar del silencio de los medios, no pudieron
ocultar. Hasta la soldadesca se sublevó y nada ni nadie podía con el furor, la
rabia del pueblo que como un huracán, acabó con mansiones, con yates, con
carros de lujo y con féretros de oro. Su cuerpo, terminó en una cuneta a merced
de los zamuros y de los perros mientras sus fieles amigos, cómplices de
crímenes de lesa patria y de lesa humanidad corrían como ratas por los caminos
verdes, donde un mundo globalizado que ha hecho esperar mucho a un pueblo
maltratado, torturado y robado, al fin hará justicia capturando y sentenciando
a los culpables.
Confundidos
con los más arrastrados, corrían despavoridos los generales, sin importar que en la carrera sus medallas y
espadas rodaran por el suelo y fueran pisoteadas por la plebe.
Pero
allí no termina la historia ni la pesadilla del país porque nuevamente podrían
errar y algunos líderes salir de sus escondrijos hacerse con el poder y acumular
riquezas mediante la compra de comida podrida que dará jugosas
comisiones y en breve tiempo, sin vergüenza y sin decoro exhibir fortunas mal
habidas. Así en lo que parece ser el sino de algunos países, simplemente se
cambiaría al dueño del rebaño hasta que otro le sustituya….
Así
marchan las cosas en siria, en irak, en cuba, en nicaragua y donde Ud. quiera
porque al fin y al cabo, esta es una versión imaginaria del autor, que se ha
repetido muchas veces en el transcurso de la historia, sólo que muchos no lo saben.
Es
la ignominia a la que están condenados los pueblos que corren tras una quimera
y que como en los tiempos de Cristo, engañados con cuentos de sirenas,
siguen votando por los ladrones.
¡NO
TE QUEDARÁN LÁGRIMAS PARA LLORAR!
En
memoria de los muertos que nunca indiferentes ni cobardes, salieron a defender
sus ideales de Libertad
¡PROHIBIDO
OLVIDAR!
Iván
Fernández.
El
Buhonero de La Resistencia.
Chicho2512@hotmail.com
@chicho2512
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