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miércoles, 21 de enero de 2015

MANUEL MALAVER, LA SALIDA DE CAPRILES

MANUEL MALAVER
Capriles reapareció en el debate político nacional y lo hizo por la puerta grande: convocando una rueda de prensa ante corresponsales nacionales y extranjeros que lo vieron, durante dos horas y media, desmontar capa tras capa la estafa del “Socialismo del Siglo XXI”, y de su promotor de turno, un prestidigitador llamado Nicolás Maduro.

Incisivo, agudo, cortante, profundo, casi sin dejar área ni escenario de la catástrofe económica del país que no fuera seccionado, triturado, rebanado, y expuesto a los ojos de Venezuela y el mundo como prueba del crimen más horrendo e inútil que se haya podido cometer- y se podrá cometer-, en el todavía largo curso del siglo XXI.

Pero que, sin duda, será difícil de igualar, y mucho más de superar, pues nunca se había visto que unos ingenieros sociales (o más bien, aprendices de brujo), tomaran a 30 millones de personas como conejillos de Indias para ensayar con un error, con un fracaso que se había experimentado hasta el hartazgo en Rusia, China, Vietnam. Corea del Norte, países del este de Europa y Cuba y solo para conducir a una debacle económica sin precedentes, a monstruosas dictaduras políticas y a gigantescas violaciones de los derechos humanos.

Un déjà vu, tanto más criminal, cuanto que sus autores no podían engañarse sobre sus resultados, y sin embargo, prefirieron hundir la daga hasta el estoque antes que renunciar a sus deformidades políticas, psicológicas y morales.
Una pandilla de delincuentes del mismo tipo de las que abrieron los campos de concentración y de exterminio hitlerianos, el Gulag estalinista, las cárceles masivas, los paredones maoístas y castristas, y asolan hoy a países como Siria, Irak, Yemen, Afganistán y Pakistán.

La ruta que unos pocos políticos, politólogos, filósofos, sociólogos y periodistas denunciaron esperaba a Venezuela desde los albores de 1999 (Carlos Andrés Pérez, Antonio Ledezma, Américo Martín, Aníbal Romero, Trino Márquez, Carlos Raúl Hernández, Antonio Sánchez García, Oswaldo Barreto, Ramón J. Velásquez, Germán Carrera Damas, Ramón Hernández, Juan Carlos Zapata, Roberto Giusti, Marianella Salazar, entre otros) pero solo para ser ignorados por los líderes de un ancien régime, ansiosos de creer que los bárbaros caerían deslumbrados por las luces y fulgores de la civilización democrática.

Es justo subrayar que Capriles no se contó entre estos últimos, pues, tan temprano como el 2003, siendo alcalde del municipio Baruta, se le detuvo y enjuició con la falsa acusación de que había participado en una toma de manifestantes de la embajada de Cuba, estuvo preso en El Helicoide durante 4 meses, y solo en el 2006 fue absuelto de todos los cargos.

Sucesos que, en sentido alguno, lo disuadieron de su decisión de crearse un liderazgo entre los de abajo, entre los olvidados y marginados de toda Venezuela, que fue fundamental para resultar reelecto como alcalde en el 2004, ganarle la gobernación de Miranda a Diosdado Cabello en el 2008, repetir en el 2012, y ser el candidato presidencial opositor en las elecciones del 7 de octubre del 2012 y del 14 de abril del 2013.

Soy de quienes piensan que Henrique Capriles ganó a Nicolás Maduro las elecciones presidenciales del 14 abril del 2013 con no menos de 500 mil votos, y que fue un error de su parte rectificar su decisión original de llamar al pueblo a defender el voto a costa de lo que fuera.

A este respecto, creo que se dejó presionar por factores “moderados” de la MUD que buscaban “matizar” su denuncia de fraude, reduciéndola solo al ámbito internacional y entre multilaterales con marcada influencia chavista que, al final, no hicieron sino ayudar a Maduro “a ganar tiempo” para presentarse como el presidente “de facto” que había que respaldar “por sí o por sí”.

La reversión de la derrota del chavismo en las elecciones presidenciales de abril no vino, sin embargo, sino hasta las elecciones para alcaldes de 15 de diciembre del mismo año, cuando a un CNE revanchista se le permitió ejecutar el fraude de siempre, pero ahora para decir que la oposición había perdido el 70 por ciento de las alcaldías y no le quedaba otra alternativa que admitir que las agujas del reloj habían retrocedido al país a la hegemonía socialista más represiva y vandálica.

Y aquí Capriles cometió su segundo gran error durante el año en que pudo convertirse en presidente de todos los venezolanos, como fue reconocer el nuevo fraude y legitimar a Maduro, comprando, de paso, la tesis que comenzaban a vender algunos “líderes” opositores: Maduro había ganado las dos elecciones, el castrochavismo continuaba anclado en el corazón del pueblo, derrotarlo era una tarea a 20 años y no quedaba otra política que prepararse para las elecciones parlamentarias del 2015, un posible referendo revocatorio el 2016 o las presidenciales del 2019.

Derrotismo, sinónimo de capitulación, que no esperó sino por dos meses para ser desmentido, rechazado, cuestionado y rebatido, cuando el 12 de febrero del 2014, estalló una protesta estudiantil que fue extendiéndose desde San Cristóbal a Mérida, Maracaibo, Barquisimeto, Valencia, Caracas, Puerto La Cruz, Margarita, Puerto Ordaz, movilizó a cientos de miles de venezolanos, y arrojó un resultado de 43 estudiantes asesinados, 400 heridos y más de mil entre perseguidos, encarcelados y torturados.

Pero el castrochavismo en su nueva versión madurista quedó desenmascarado, en evidencia como una dictadura feroz y represiva, ya sin disfraces seudo democráticos ni legalistas sino más bien disparada a demostrar que representaba al marxismo leninismo de viejo cuño, al estalinismo clásico que no se detendría en cárceles, cámaras de torturas, ni paredones de fusilamiento.

Era la más profunda conmoción que vivía el país desde el 2002, 2003 y 2004, que sacudió al gobierno hasta sus cimientos, y en cuanto a la oposición representada en la MUD, la dividió entre los partidos que apoyaron las protestas (“Voluntad Popular” de Leopoldo López, “Alianza Bravo Pueblo” de Antonio Ledezma y “Vente Venezuela” de María Corina Machado) y los que las adversaban (“Primero Justicia” de Julio Borges, “Acción Democrática” de Henry Ramos Allup y “Un Nuevo Tiempo” de Manuel Rosales.

Pero la crisis significó también el peor momento en la carrera política de Henrique Capriles, pues quedando evidenciada su falta de olfato político, juzgó que las protestas que se organizaron bajo el nombre genérico de “La Salida”, habían surgido para disputarle su liderazgo (y más concretamente su opción presidencial), por lo que, no solo se mantuvo al margen de ellas, sino que no pocas veces las criticó y descalificó.

Hórridos tiempos también para una oposición que, al estar dividida cuando la presión internacional forzó al gobierno al diálogo, no supo aprovecharlo, precipitándose en una suerte de anomía en el segundo semestre del 2014 que casi la hace desaparecer del mapa político.

Entre tanto, el gobierno de Maduro que, precisamente, durante el 2014 condujo al país a la peor catástrofe económica de su historia (fruto de 15 años de socialismo), con una inflación del 100 por ciento, un desabastecimiento de productos alimenticios, medicinales, manufactureros y de línea blanca de casi el 70 por ciento y los precios del petróleo desplomándose de 100 a 50 dólares, apretó los grilletes del totalitarismo, extremó la represión, avanzó en la militarización, y convirtió lo que quedaba de democracia en una mofa cubriendo las vacantes y vencimientos en los poderes públicos con una violación de la Constitución que la hizo más írrita, espuria y pisoteable.

Es en este contexto donde Henrique Capriles hace su pronunciamiento, llamado, rueda de prensa o salida, primero, destruyendo todos los escapes que ha ensayado el madurismo para huir de la responsabilidad de la crisis; segundo, apelando a la unidad de la oposición, al reencuentro de todos sus factores y líderes para, a través de una movilización de calle continua, recurrente y creciente, proceder al rescate de la democracia venezolana.

Tarea, tanto más difícil, cuanto que se permitió avanzar a los neototalitarios en la destrucción de los valores espirituales que nos caracterizan como nación para convertirnos en una sociedad de hambrientos que solo se preocupa por el granjeo de lo indispensable para vivir, pero sin que sea imposible que una unidad estructurada en los términos de la urgencia y la inevitabilidad de los enfrentamientos más heroicos contra la dictadura, alce al bravo y noble pueblo de Venezuela en la reconquista de la libertad.

Es una materia que conocen, porque la han experimentado, Henrique Capriles, Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado, y a los que no dudamos se unirán todos los políticos responsables que no han optado por la claudicación, sino en despejar las tinieblas para que el sol de la libertad vuelva a alumbrar la tierra de Bolívar.

Manuel Malaver
manuelmalaver@gmail.com
@MMalaverM

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