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miércoles, 5 de noviembre de 2014

YONNY GALINDO MARÍN, EDUCACIÓN PROGRESISTA (III), TRIBUNA DE LA DISIDENCIA

              Sigo con esto de la educación progresista, y sigo porque he recibido muchos correos felicitándome algunos y otros, los menos, opuestos a mis posturas. Bien, lo provechoso no son tanto mis ideas, sino lo que ella hace posible: poner a la educación en el centro del debate. Creo, en ese sentido, que logramos los objetivos.

         Hay quienes sustentan que el problema principal del país no es la educación, sino el orden político y social existente. Esa apreciación tiene bastante sentido y es muy pertinente, pero no me corresponde solo a mí cambiar el orden político y social; eso es tarea de muchos. No será desde la educación que logres cambiar inmediatamente este estado de cosas, mas sí creo que desde ella es únicamente posible que no vuelva lo que tenemos, así como hacer sostenible todo cambio en dirección hacia el progreso. Que sería a mediano plazo, es verdad, y que bajo este sistema político imposible desarrollar una educación de calidad, también es verdad.
         Lo que no hay es que dejar de pensar en hacerlo, porque puede pasar que este gobierno se vaya o lo hagan ir, pero no se vaya el sistema político y social que lo engendra. Entonces, si queremos de verdad demoler esto, hay que construir un nuevo Estado, federal, de progreso y de justicia, que permita descentralizar de verdad, incluyendo el régimen administrativo de educación. Tenemos que producir ideas que lo posibiliten. Déjenme decirles que hasta ahora no le oído a ningún sector de la oposición, que espera gobernar, propuestas educativas para afrontar y corregir los adefesios o franklienstein que salen de nuestro sistema educativo.
         Ahora bien, descentralizar y federalizar la cartografía política y social del país no es una vacuna contra el populismo; el mal que nos ha engullido todos los valores morales de nuestra patria, claro que no. No necesariamente descentralizar pasa por acabar con ese flagelo, por cierto, impensable unos años atrás que fuera tan “revolucionario”, estos que gobiernan nos demuestra lo tanto que es.
         Hay que pensar la educación que extermine esa pandemia del populismo. Para eso hay que verla con otra mirada, con otros códigos en clave de ética, que explicaré después. Hoy, brevemente, solo me referiré a las formas mismas en las que se imparte en el país y al uso apropiado de la tecnología. Pongo de ejemplo las escuelas y sus diseños arquitectónicos, no puede ser que un país cuyo clima y ambiente varía tanto, en cada parte de su territorio, y que las construcciones escolares guarden el mismo vetusto diseño panóptico para todos los estados y municipios. Cuando eso sucede es que tenemos a un burócrata en una oficina escolar que no sigue ningún concepto ambiental y ecológico con las particularidades climáticas de cada región para la edificación y refacción de planteles, mucho menos es capaz de ver la arquitectura escolar como espacio socio-formativo. Y eso es lo que hemos tenido no solo durante estos 16 años, sino en toda la historia de la democracia. Es que no ha habido quien piense en la gente, que piense en su educación.
         En otro orden de ideas, las TIC han transformado la forma de como producir y gerenciar el conocimiento, ¿quién piensa en cómo hacer, en educación, para que ellas no trastoquen la espiritualidad del ser, en la forma de verse y ver al otro, de comunicarse, de sentir y de sentirse en relación? ¿Cómo convertir esa fortaleza de la instantaneidad y ubicuidad que dan las TIC en formas de “escuela fuera de la escuela”, así de cómo cambiar la temporalidad de los procesos de prosecución?  Entonces, dígame usted si no hay razones de sobra para pensar la educación, en una  que forje el ser que piense y viva para la felicidad de sí mismo y del otro. Yo la llamo educación progresista, póngale usted el nombre que quiera.
Yonny Galindo
yonnydg@gmail.com
@yonnydg

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