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miércoles, 26 de noviembre de 2014

JESÚS ANTONIO PETIT DA COSTA, SUMA DE INCONGRUENCIAS, UN FRACASO LLAMADO VENEZUELA (X)


JESÚS ANTONIO PETIT DA COSTA
No puede haber democracia sin capitalismo ni burguesía, ni se puede llegar al socialismo sin pasar por el capitalismo. No entenderlo explica la suma de  incongruencias en nuestra historia.
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Por su formación marxista Betancourt conocía el “materialismo histórico”, que se resume en estas palabras: las relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad, la cual constituye la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política de cada etapa histórica. A esta  sincronización entre la estructura económica y la superestructura político-jurídica la han denominado más recientemente “ley de la congruencia”(Toffler). Lo contrario es la incongruencia o desincronización.
Deduzco entonces que Betancourt se dio cuenta de la incongruencia que venía arrastrando la República desde su creación, causa de la inestabilidad política y de la sucesión de fracasos. Los padres de la patria trasladaron a nuestro país las instituciones político-jurídicas del capitalismo entonces emergente con la revolución industrial que elevó a la burguesía a la categoría de clase dirigente, después de derrocar el absolutismo real. Constitución, república y democracia son creaciones de la burguesía, construidas sobre la base de la economía capitalista. Pero aquí, para la fecha de la independencia, no había capitalismo ni burguesía. Los padres de la patria eran terratenientes esclavistas que dominaban en una sociedad semejante a la feudal.
Ni entonces ni después en siglo y medio de historia republicana tuvimos una revolución industrial que implantara el capitalismo y a la burguesía como clase dirigente. Ello explica que la Constitución y las instituciones republicanas fueran entelequias o superestructuras sin base económico-social. La realidad política era el caudillismo militar, rémora del feudalismo, adoptando la presidencia imperial como forma de gobierno. Al no existir capitalismo ni burguesía tampoco podía haber proletariado o clase trabajadora, ya que unos existen por los otros. Y al no existir burguesía ni proletariado, no hubo contrapeso social al caudillismo militar, porque ambos son, en una sociedad capitalista, los poderes fácticos o de hecho que enfrentan el absolutismo.
Lo anterior explica que, ya curado de lo que llamaba “sarampión juvenil”, Betancourt trazara en 1945 la estrategia para echar las bases de una democracia estable incorporando a la incipiente burguesía industrial, que se estaba formando a la vera de la inversión extranjera en petróleo, y promoviera su crecimiento mediante la industrialización, base del capitalismo, para lo cual fue creada la Corporación Venezolana de Fomento (CVF). El acierto de esta estrategia se comprobó cuando la burguesía industrial participó en el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez y el líder del empresariado, Eugenio Mendoza, formó parte de la junta de gobierno de la transición democrática y luego fue suscritor del Pacto de Punto Fijo. Así comenzó el proceso de hacer congruente la democracia con la estructura económica y la clase social que le dieron origen, capitalismo y burguesía. En consecuencia los gobiernos de 1959 a 1974 (Betancourt, Leoni y Caldera) impulsaron aún más la industrialización con la política de sustitución de importaciones y exención de impuestos por años a las industrias que se instalaran en el país. Entusiasmada la burguesía nacional fundó el movimiento “Pro-Venezuela” (presidido por Alejandro Hernández), con su lema: “compre venezolano”.
Pero en 1975, al disparate de hacer dueño del petróleo al presidente imperial se le agregó el de construir un Estado Empresario, que ha sido el fracaso total. Sólo trajo derroche y corrupción en proporciones jamás vista. Y, al mismo tiempo, socavó las bases sociales de la democracia, facilitando su caída al impedir que burguesía y proletariado se consolidaran como poderes fácticos independientes del gobierno. Desde entonces vivimos en un estado de extravío ideológico. Somos el único país donde todos los partidos son socialistas, ninguno se propone implantar el capitalismo aún estando en la etapa de la globalización capitalista. Somos el único país en el cual ningún partido se identifica con el capitalismo que impera en todas las potencias económicas, incluyendo a China.
Aprendamos la lección: Todos nuestros fracasos políticos se han originado en no entender que la democracia requiere del capitalismo como base económico-social. Por ello la llaman democracia burguesa. Y no entender los comunistas lo más elemental del materialismo histórico: sin  pasar por el capitalismo no hay socialismo posible, si acaso se llamará así la etapa histórica que suceda a la vigente en el mundo. De allí el desastre actual.
Jesus A. Petitt Da Costa
petitdacosta@gmail.com
@petitdacosta

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