Los médicos se encargan primordialmente del
diagnóstico, tratamiento y seguimiento de los enfermos, actuando en forma
ambulatoria u hospitalaria, pero también tienen como función alertar a la
sociedad sobre la existencia de peligros en el campo preciso de su profesión.
Esta labor no es exclusiva de los galenos pues ingenieros, biólogos, químicos,
economistas, farmacéuticos y muchos otros profesionales, están obligados en sus
campos respectivos a proceder de la misma forma.
No puede un ingeniero conocer
el inminente desplome de un puente o de una edificación y permanecer callado, a
pesar que a los gobernantes de turno, sobre todo si son como los que
actualmente sufrimos, no les agrade la denuncia, piensen paranoicamente que los
están atacando e incluso los lleguen a perseguir como delincuentes.
El colega Ángel Sarmiento, Presidente del
Colegio Médico de Aragua, es sorprendido y emite un alerta ante la ocurrencia
de ocho muertes, cuatro adultos y cuatro niños, en un período de 15 días
víctimas de una enfermedad febril no diagnosticada, es decir desconocida, hecho
ocurrido en el Hospital de Maracay. Como si hubieran sido aguijoneados por una
avispa, el gobierno nacional y el regional saltan inmediatamente sobre
Sarmiento para negar la veracidad de su mensaje, descalificar completamente la
denuncia, acusarlo ante el Ministerio Público de practicar el “terrorismo sicológico”
y solicitar se le abriera una investigación penal al respecto.
El comportamiento gubernamental no puede sino ser calificado de absurdo. Es una actitud que revela una “sensibilidad” exacerbada, patológica, ante una denuncia en el campo de la salud, que simplemente tenía que ser atendida por los organismos gubernamentales, hasta dilucidar de qué se trataba. La respuesta del alto gobierno lleva a pensar que los funcionarios responsables se encuentran a la defensiva, ante el conocimiento que tienen del inmenso número de fallas y limitaciones existentes en el sector salud. Es como las personas que tienen la conciencia sucia ante una situación particular y saltan a defenderse cuando ésta se les menciona.
El Gobierno posiblemente temía que la noticia
de la enfermedad mortal desconocida lo afectara electoralmente, lo cual, en
definitiva, parece ser lo único que le preocupa. Se sintió agredido sin haberlo
sido y reaccionó intempestivamente. Sarmiento aparentemente se fue del país
ante las amenazas presidenciales, aunque tenía total razón en dar el alerta y
no se trataba de ningún terrorismo sicológico.
El Instituto Nacional de Higiene confirmó que seis de los ocho fallecidos denunciados por Sarmiento dieron positivos al virus de la Chikungunya, mientras uno de los otros dos era un niño con un cuadro hemorrágico y se cree que se trata de dengue.
Aunque el ministerio de salud lo esconda,
estamos en presencia de una epidemia de Chikungunya y de dengue y no tenemos
los analgésicos antipiréticos necesarios para enfrentarla. Esto debería ser lo
preocupante.
Luis
Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
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