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lunes, 27 de octubre de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, PICHIRRE Y MANIRROTO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Lo que ha venido ocurriendo en el país, a merced del revuelto manejo  gubernamental frente a la diversidad de problemas  que su gestión ha causado, da cuenta de una terrible aberración política cuyos resultados han comenzado a agravar las realidades. Antonio José Monagas

PICHIRRE Y MANIRROTO
Ser tacaño y derrochador al mismo tiempo, pareciera contradictorio. Pero en verdad, no lo es. Sobre todo en política, donde las incompatibilidades y las discordancias fungen como elementos propios del juego que caracteriza tan complicada dinámica. De manera que en medio del discurrir político, no es difícil advertir las contraposiciones o discrepancias a partir de las cuales se fundamenta el ejercicio de la política. Pero de aquella política en la que lo posible resulta imposible y lo imposible permisible. O sea, de probable razón que hace impostergable la aprobación de propuestas que han de contar con inmediato financiamiento. Y ese estilo de hacer política, ocurre en medio de situaciones saturadas por un gobierno codicioso por encubrir sus escamoteos tanto como con problemas incitados a través de coyunturas agravadas por acusaciones, a su vez abultadas mediante informaciones acomodadas y manipuladas, como con represión ejercida sin ninguna contemplación.
Los gobiernos que encauzan su gestión política con tan aberrados descargos, son aquellos cuyas acciones se sirven de la tramoya necesaria para justificar el empleo descomedido de recursos financieros. Tales perversidades, las llevan adelante forzando presupuestos o esgrimiendo situaciones con infundadas excusas. Ello, sin comedir consecuencias. Y si acaso lo hacen, simplemente las obvian basándose en el argumento de que el precio político de evitarlo, es cuantiosamente alto lo que lleva a preferir manejarse con empañados u oscuros criterios de administración de gobierno.
Lo que ha venido ocurriendo en el país, a merced del revuelto manejo gubernamental frente al monopolio que ha representado ser proveedor único de papel periódico a casi la totalidad de los diarios impresos del país, da cuenta de una terrible aberración política cuyos resultados han comenzado a agravar las realidades. Realidades éstas que han buscado ampararse en preceptos constitucionales sin mayor o ningún alcance. Por lo contrario, las mismas han tendido a hacerse más confusas y ambiguas.
No obstante al mismo tiempo, el gobierno articula razones elaboradas a fuerza de embrollos para fundamentar decisiones tan absurdas como la de franquear divisas a países anteponiendo cierta solidaridad que poco o nada explica. Mientras que en contraparte, reduce divisas o son descartadas de programas sociales cuya importancia pareciera no ser considerada o comprendida. Salvo cuando hay necesidad de actuar populistamente o con intenciones proselitistas.
Esta es la forma que sigue una gestión gubernamental que no atiende ni entiende razones que escapan de una escasa mirada más allá de donde su miopía alcanza a ver. Así es como se evidencia un gobierno que sin resolver los embrollos que su misma enredo genera, de manera simultánea actúa cual agente pichirre y manirroto.
VENTANA DE PAPEL
INDIGNACIONES DISPAREJAS
Aseverar que la molestia que vive el pueblo por las carencias que padece a consecuencia de las injusticias y arbitrariedades que comete el gobierno en nombre de su socialismo del siglo XXI es igual a la que siente algún alto jerarca del régimen por los problemas que su propia gestión ha causado, es una descarada insolencia, inmoderado abuso y falta de consideración.
Según lo que recién ha manifestado el presidente de la República, en una de sus impertinentes cadenas de radio y televisión, “el pueblo está indignado, y yo también”. Aunque su fonética puede calar, no sucede así con lo que tan populista frase envuelve o pretende dejar ver. La sinceridad no forma parte de tan engañadora expresión. Es absurdo creer que la indignación de quien vive a todo dar y bajo la mayor seguridad posible, es la misma indignación del venezolano de a pié. El grado de comparación entre ambas consideraciones de enfado, enojo o desagrado, es inconcebible política, social y económicamente hablando.
La indignación del presidente tiene causas diferentes de la que advierte el pueblo venezolano. Particularmente, de ese pueblo de ideas, actitudes y conciencia democrática. La indignación presidencial es sólo reflejo de la soberbia que tiene al observar que ese mismo pueblo ha comenzado a tener completa claridad de la situación de podredumbre a la que las actuales políticas gubernamentales intentan llevar al país. Sin medicinas, sin alimentos, sin seguridad, sin empleo. O sea, sin las más mínimas condiciones que soportan una aceptable calidad de vida. ¿O acaso eso es “revolucionario”?
En todo caso, no resulta posible una comparación que establezca medidas de cotejo entre la rabia de un pueblo infeliz por el infortunio que sufre al ver cómo van demoliéndose sus esperanzas de elevar su nivel de vida, y la comodidad de un presidente que, valiéndose de sus atribuciones y poder, vive a sus completas anchas sin importarle lo que el de más abajo debe tolerar para medio arreglárselas por cuenta y riesgo propio. Entonces, es indiscutible que las apreciaciones entre lo que percibe el presidente y el pueblo, son indignaciones disparejas.
¿POR QUÉ SE HABLA DE DICTADURA?
Cualquier concepto de política, roza con susceptibilidades que fácilmente caerían en desgracia de desviarse el cauce de sombríos intereses que desde el poder pueden animarse. Es cuando la democracia como método de gobierno y como procedimiento que determina la formación de poder según criterios de representación popular, puede entrar en un torbellino movido por meras formalidades capaces de llevar lo posible, y hasta lo imposible, a rincones muy apartados de la legalidad y legitimidad.
 Lo que sucede en Venezuela, es digno de auscultarse pues debajo de discursos expuestos por personalidades del alto gobierno, incluso en nombre de la Constitución de la República, tiende a enrarecerse la concepción de democracia y de país. Ello, en un todo supuestamente apegado a valores de libertad, igualdad, justicia y paz. De hecho, buena parte de las decisiones emanadas del mismo alto gobierno son estructuradas en un ambiente de rivalidad política lo cual deviene en acciones que deforman el sentido de lo pautado generándose consecuencias que terminan arrollando cualquier intento de construcción de una sociedad cuyo desarrollo esté sustentado por el ideario bolivariano, como en principio se ha instado.
 La concepción de “soberanía”, por donde se le mire, falla. Sobre todo, porque las instancias del Estado venezolano que deben motivar su concienciación se hallan en permanente diatriba como resultado del vacío que infunde la confrontación que lleva a vivir en medio de un mar de leyes y falta de conocimiento e indisposición de gruesos contingentes de funcionarios para actuar en consonancia cultural y jurídica con la aplicación de dicha normativa. Al lado de ello, la administración de gobierno opera desordenadamente creándose una profunda anarquía acompañada de una peligrosa anomia lo cual hace que el escenario nacional se convierta en un verdadero caos que aprovecha el régimen para imponer medidas represivas a la mejor usanza autárquica y despótica.
De estos avatares se vale el gobierno central para justificar manejos misteriosos, turbios y manipulados de la información sobre los problemas que ocupan el discurrir social, político y económico nacional. Sin embargo, debe advertirse que dicho proceder es típico de un régimen dictatorial cuando además monopoliza la información, deforma la verdad y establece un inmenso aparato de propaganda ideológica, represión de libertades y amenazas a quienes osen protestar. De manera que al inferir reacciones y comportamientos de esta índole, debe reconocerse que se vive de cara a un estado de imposiciones y conminaciones. Esto pudiera contestar la pregunta ¿por qué se habla de dictadura?

 “Un gobierno cuya política de desempeño se gestiona con criterio de tacañería y derroche al mismo tiempo, estará labrándose un destino tan inexorable que no habrá forma posible y real de revertir el daño que causaría a sus gobernados. Ni tampoco, el de salvarlo de la aplicación de una dura condena popular que recaería sobre sus funcionarios” AJMonagas

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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