Por eso está huyendo un montón de gente del
país que no se siente ni segura, ni representada ni con futuro en su propia
tierra. Basta observar las fotos que envían otros venezolanos desde Buenos
Aires, Managua o Quito para corroborar que de todos los gobiernos socialistas
que actualmente componen el arcoíris del populismo latinoamericano, es a
Venezuela el país al que le tocó la peor de las opciones. La más pirata y la
más próxima a los cubanos. O la más parecida al sistema cubano. O, mejor
todavía, la más dominada por los cubanos.
Y por eso los ciudadanos, los que
todavía insisten en quedarse aquí, viven las más negras experiencias. Y las que
faltan. Porque esto apenas comienza. Si escucharon bien a Rafael Ramírez, ahora
canciller de la República, Venezuela va a otra etapa dentro de la revolución.
¡Ay papá! Lo que viene es, entonces, candela pura ligada con kerosene.
Pero, sin entrar en profundidades ideológicas
y densas reflexiones filosóficas, hagamos un resumen de las cosas que hemos
escuchado que atemorizan y angustian más a los venezolanos por estos días,
justo en la etapa pre miseria total de la revolución. Porque, sin duda, eso es
lo que viene.
Primera: Levantarse. Ir al estante donde
guarda sus medicinas y comprobar que le quedan apenas dos pastillas para la
tensión y que, como todo el mundo sabe, en las farmacias no hay ni siquiera
curitas. De nada vale llamar al médico. Le dirá que son las que le indiqué y no
otras. Cómprelas en Colombia, Salve su vida. O le espera un infarto o un ACV
revolucionario.
Segunda: Su vehículo, una mañana cualquiera,
decidió no prender. Hizo como un loro asustado y se acabó. Solamente pensar en
el costo del traslado al taller ya comienza la moridera. Pero falta lo peor. En
la tarde recibirá la llamada del mecánico y le dirá más o menos esto: Malas
noticias. Es el filibre derecho. Se quemó. Cuestas 22 mil de los nuevos, pero
no hay. Busque su carro y lo guarda hasta que consiga el repuesto. No tengo
espacio en el taller. Aquí la vena más notoria de su frente será gorda y morada.
Tercera: Vienen las clases. La lista está
ahí. Carísima y ni se consiguen los útiles. Ya veremos cómo se saca de la
ignorancia revolucionaria a los chamos.
Cuarta: Ayer usted fue al mercado y le toca
ir nuevamente el próximo sábado. Saque el Rosario y rece toda la semana. Lo que
le viene es más de lo mismo. Precios más caros y si acaso encuentra los
productos.
Quinta: Los chamos salieron el viernes por la
noche de rumba. Moridera, rezos, ruegos y vigilia.
Sexta: El abuelo amaneció con dolor en el pecho.
¿A dónde lo llevamos? Varias cosas. Que lo reciban, que haya médicos, que haya
medicinas, que los equipos funcionen, que no le peguen un virus letal aun
desconocido por la ciencia.
Séptima: usted necesita ir a Miami dentro de
una semana. Vaya buscando la balsa o se va nadando hasta Aruba.
Octava: El tío tiene cataratas. Ya se sabe.
No hay lentes intraoculares. Habrá que comprarle un perro mientras tanto.
Novena: Se gradúan las chamas. No hay
trabajo. No hay horizontes. Se quieren ir. Es más, es seguro que se irán. Otra
vez rezar, angustia, vigilia. Se fueron.
Décima: Mañana es lunes. Después será martes.
Y todo cada vez peor. Aumento de gasolina, impuestos, devaluación...
Lo dicho. A rezar y pepitas de Valeriana.
Twitter: @ejrl
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