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martes, 2 de septiembre de 2014

CARLOS E. AGUILERA A., EL OCASO DEL POPULISMO CHAVISTA

El temor al rechazo popular, que ya está siendo ostensible desde hace tiempo, podría dar al traste con un Gobierno en el cual ya nadie cree. La perturbación llega a extremos que cada día se acrecienta la utilización de las estrategias de Goebbels, viejas prácticas que ejecutaron Hitler y sus acólitos y que en nuestro país se suma al nepotismo y la corrupción, temas que exacerba el estado de ánimo de todos los venezolanos y que el régimen se empeña en echarle la culpa a los medios de comunicación.

A diario se observan los tamaños dislates puestas en prácticas por el oficialismo en sus distintas instancias, lo cual permite a cualquier organismo internacional imaginarse que nuestro país no solo tiene corruptos sino también ignaros, lo cual obviamente no se corresponde con la realidad, por cuanto pese a que quienes detentan el poder desde hace 15 años no se ha ocupado ni  preocupado por dar fiel cumplimiento a la Carta Magna, existe un pueblo ávido de cultura y del rescate de los valores éticos.

Nos hemos referido a Josehp Goebbels en innumerables ocasiones a través de nuestros artículos de opinión, siniestro personaje que fue ministro de Propaganda del régimen genocida de Adolf Hitler, cuya designación fue producto de la arbitrariedad de un sicópata que ofreció un imperio de mil años. Sobran razones para despreciar la figura siniestra de un lisiado que paradójicamente simbolizó la denominada raza superior. Sin embargo su perversa intención de gobernar indefinidamente, le obligó a utilizar malévolamente ideas que influyeran sobre las masas, mediante la propaganda que saturaba por todos los medios y con gigantografías en las que exaltaban su figura como un prohombre líder y amo absoluto del destino de Alemania, lo cual también ocurre en gobiernos de mediocres, cuando engañan sin el más mínimo pudor.

La estrategia única de Goebbels no se afincó en el nepotismo, pese a que esta brutal intromisión de parientes en cargos públicos no estaba prohibida en la etapa hitleriana. Tampoco hubo narcotráfico o narcotraficantes vinculados con el Gobierno del sanguinario Fuhrer alemán, ya que en ese tiempo las mafias de las drogas estaban lejos de tener el rol estelar que actualmente les permite participar en campañas políticas y en Gobiernos de corte fascista, signados por el populismo, la demagogia y la mitomanía.

La estrategia del endemoniado Goebbels, convencido que su misión era la de influir en el pueblo, consistió en que su propaganda era el mejor medio de lograrlo. Tanto así que en un discurso del 16 de Marzo de 1933, habla de ello casi apasionadamente: “Un Gobierno como el nuestro, obligado a tomar medidas de muy largo alcance, tiene que preparar el terreno por medio de la propaganda, con objeto de atraer a las gentes hacia sus miras. Iluminar al público es algo esencialmente pasivo; la propaganda es cosa activa. Estamos decididos a trabajar a las masas hasta que caigan en nuestros brazos”. (Cualquier parecido con personas de la vida real  en nuestro país, es mera coincidencia)

Las diversidades del lenguaje, las ideas, los códigos sociales, las técnicas, las concepciones artísticas, éticas y religiosas son elementos propios del mundo humano que conforman la cultura que es, por tanto, característica del hombre. Los animales pueden crear sociedades disciplinadas y orgánicas, pero nunca producen ese objetivo único que es la cultura.

En forma especial, el lenguaje es vital para no cometer errores que sean verdaderos horrores culturales. El lenguaje permite a los seres humanos y solo a ellos, construir ese sistema de símbolos comunes que es la cultura, que se convierte en el ambiente característico del hombre, un medio además, del que el propio hombre es autor.

Un gobernante que respete a su pueblo debe manifestarse ante los ciudadanos con sanos propósitos; de hacerlo así propenderá a la formación de un Estado con bases éticas y jurídicas que consoliden una gran nación, ya que de no cumplir con el colectivo tendrá la responsabilidad histórica y allí quedará plasmada. El gobernante ignorante no puede dedicarse a la parlanchina tarea de repetir como un loro algunas frases que fueron recogidas al paso; simplemente está obligado a un meditado silencio y una profunda reflexión, y esperar que el tiempo obre el milagro para que se digan y se practiquen cosas sensatas. Esas cosas sensatas, reales más no virtuales de las que el pueblo está ávido desde hace mucho tiempo.

Las dificultades que atraviesa Venezuela en todos sus niveles y que se acrecienta día a día, evidencia de que Nicolás Maduro no sabe como enfrentar un  descontento político y social, que crece con el deterioro de la economía y las medidas populistas para contrarrestar el desabastecimiento de alimentos y medicinas; la inseguridad; la pésima calidad de vida de los venezolanos, agobiados por tantos problemas; la inflación; la improvisación y el drenaje de las reservas monetarias del país menguadas por años de despilfarro.

Hemos venido observando que el sustento político del modelo populista de este régimen, que se precia de ser socialista y revolucionario del siglo XXI, es la distribución de la riqueza con la promesa de llevar el bienestar a las mayorías, “al pueblo”, lo que significa que requiere de una riqueza sostenida como base material y de la percepción de que esa distribución solo puede garantizar un modelo socialista que proclame la superioridad absoluta del poder del “pueblo”, por encima de cualquier otra norma. Y prevalido de ello apela a la regla de la mayoría, menoscabando otras, como el respeto a las leyes que garantiza la disidencia y protege a las minorías.

Una voz de alerta se dejó escuchar en fecha reciente cuando el secretario saliente de la Unasur, Alí Rodríguez  manifestó que “Venezuela debe definir mejor el perfil de su política económica y advirtió que el Estado no puede asumir el control de todas las actividades de la economía, dado que su eficacia es muy limitada”.Y fue más allá, cuando expresó que “debe haber una definición en cuanto a los roles que va a cumplir el sector privado, estableciendo las regulaciones para evitar la formación de monopolios. Finalmente, con una interrogante dejo plasmada su preocupación por el devenir de los acontecimientos a futuro, cuando subrayo: ¿Qué vamos a hacer con un conjunto de actividades en las cuales se ha venido metiendo el Estado y que están francamente mal y no lo podemos ocultar?.

He allí la interrogante  que comparte la mayoría del pueblo venezolano.

El populismo y la demagogia capturan el poder y redistribuye la riqueza, pero no la repone. De allí, el fracaso de sus políticas.

Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)

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