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lunes, 4 de agosto de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL PANTEÍSMO DE BENEDICTUS ESPINOZA,

Hace ya algún tiempo un querido amigo perdió a su hijita de ocho años víctima de la Leucemia, la enfermedad de la pequeña fue un proceso largo y doloroso de casi un año, en ese ínterin se hiso todo lo posible por salvarle la vida.

Cuando llegué a darle el pésame, un mes después del deceso, me encontré a un hombre desolado, sin ganas de vivir y muy molesto con Dios; tal era su estado que me quedé en su casa por una semana.
Durante nuestras caminatas por la playa en las tardes, me propuse hablarle de Espinoza y su visión de Dios y el mundo, para ver si conseguía aliviarle su pena.
Y comencé por el principio, el universo y la vida son perfectos, todo tiene una razón de ser, todo lo que sucede y existe tiene una causa y puede ser explicado teniendo a mano el conocimiento, por lo que la comprensión del universo es solo posible por medio de la razón humana (Proposición I, De la Naturaleza y el origen del Alma, “El pensamiento es un atributo de Dios o, dicho de otro modo: Dios es cosa pensante”).
Para que algo tan complejo y grande como el universo funcione tiene que haber una razón tras ello. Dios no creó al mundo y se echó a descansar, el universo no funciona solo, cada segundo que transcurre es un acto de creación igual al momento original, la única manera- pensó Espinoza- para explicar el funcionamiento del universo es con la presencia de Dios en todo momento y lugar, sosteniendo no solo los sistemas de vida, las leyes que los rigen, sino también la organización de la materia y la energía, lo macro y lo micro, la vastedad de espacio sideral, la actividad en el núcleo de las estrellas, Dios está presente y hace posible cada latido de nuestro corazón, cada integración de las cadenas de ADN en los actos de fecundación de nueva vida (Proposición XI, De Dios, “Dios, es decir, una sustancia constituida por una infinidad de atributos de los que cada uno expresa una esencia eterna e infinita, existe necesariamente.”)
Y también está presente en cada choque de un meteorito contra un planeta, en un maremoto, cuando una bala es disparada por un arma, cuando un órgano no se desarrolla adecuadamente, cuando un cocodrilo se come a una cebra, cuando alguien muere por sobredosis o una prostituta se infecta con HIV. (Proposición XV, De Dios, “Todo lo que es, es en Dios y nada puede existir sino concebido por Dios.”)
Para Dios no hay experimentos, ni errores, ni sorpresas, esas apreciaciones sobre el bien y el mal son opiniones, que afectan a los hombres por su falta de entendimiento, todos los seres creados, los procesos evolutivos a los que somos sometidos, las funciones y variantes que se fueron desarrollando, las leyes que rigen la materia ninguno escapa del designio de Dios.
Nos dice Fernando Savater sobre la filosofía de Espinoza en su libro La Aventura del Pensamiento: “No existe el bien y el mal, sino lo bueno y lo malo.  Lo bueno es aquello que me afecta y me produce alegría, que genera encuentros y composiciones.  Lo malo tiene que ver con lo que origina desencuentros y descomposiciones en las afecciones entre los seres y las cosas. Estas son las pasiones tristes- más adelante nos señala- el hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y toda su sabiduría es sabiduría de la vida. Es decir, la muerte para el ser humano no es nada más que un mal encuentro. Nosotros estamos constantemente haciendo encuentros, tropezando con cosas, con personas, con microbios, con comidas y algunos encuentros nos vienen bien, nos refuerzan, nos dan más salud en todos los sentidos y otros nos son negativos, y antes o después haremos un mal encuentro, del cual no podremos recuperarnos”. 
Los elementos necesarios de la constitución de la vida como pudieron ser la atmosfera y el agua en el planeta tierra, fueron creados en la perfección y lo que con ellos suceda siguen unos procesos perfectamente encadenados a causas y efectos (Proposición XXXIII, De Dios, “Las cosas no han podido ser producidas por Dios de ninguna otra manera y en ningún otro orden que de la manera y el orden en que han sido producidas.”)
Los hombres, al igual que los estorninos de Malasia (unos pajaritos) y todo lo que constituye el mundo están hechos de la mejor manera posible, aún en sus versiones dañadas o maltrechas, funcionan a la perfección dentro de sus posibilidades, unos animales vuelan, los humanos caminan, unos construyen nidos, los otros rascacielos, unos siguen el sol o el norte magnético, otros usan su razón para actuar. 
Dios no está más pendiente de los estorninos que de los hombres, así los hombres le construyan templos y le recen todo el día solicitando su atención y que interceda por ellos, Dios está muy ocupado sosteniendo el universo entero en perfecto orden para estar atendiendo llamados especiales y favores.
Espinoza pensó que la única manera de que ese orden fuera posible, es si Dios era parte de ese universo y no un conductor de orquesta fuera de él, no un titiritero manejando marionetas y haciendo su voluntad, sino como causa operante, como esencia misma, Dios es el universo, se manifiesta en él, desde una ameba nadando en un charco sulfuroso, pasando por una niña de inteligencia sobresaliente, en un misil nuclear, en forma de lepra gaseosa o en una estrella de neutrones, Lutero llegó a decir, tarde en su vida: “Dios, como creador, está presente hasta en el intestino de una pulga”.  Dios es perfección, el que se trate de algo bueno o malo, bello o feo, sublime o asqueroso, son solo consideraciones humanas, Dios es parte fundamental de lo que existe (Proposición XXIX, De Dios, “Nada hay contingente en la naturaleza; todo está en ella determinado por la necesidad de la naturaleza divina de existir y producir algún efecto de cierta manera”).
“Dios causa de todas las cosas- escribía Aquiles Leandro, mi maestro de filosofía espinoziana- Sin embargo, Espinoza se apura en la precisión: Dios es ¡la causa inmanente de todo! Y no la causa transitiva. Una causa transitiva permanecería afuera de sus efectos. Una causa inmanente está “en”, “dentro” o “junto a” aquello que causa”.
Las personas mueren en una guerra o por cáncer porque hay razones, y estas se pueden remontar a causas enterradas en el pasado, pueden tener sus orígenes en ideas erróneas de las personas que tomaron unas decisiones, suceden porque los procesos que desencadenaron estos eventos tienen sus consecuencias fatales e irreversibles, como puede ser el caso de herencias genéticas, accidentes, contagios o mutaciones, es lo que sucede cuando alguien enferma y muere, no importan las circunstancias. 
El filósofo español Gustavo Bueno tiene una particular manera de ver la esencia de Dios imbricada en la existencia, nos dice: “San Lucas cuenta (Hechos de los Apóstoles, 17, 22-23) que San Pablo, de pie ante el Areópago, dijo a los atenienses: «Puedo deciros que sois el pueblo más religioso de la tierra, porque he visto el altar que habéis consagrado al dios desconocido»… Quien levanta un altar al dios desconocido, proclama sin duda su existencia y su valor, pero reconoce desconocer su esencia, incluso su realidad, y no ahora, sino siempre… Es decir, «reconoce no conocer» esta esencia apelando a la definición que el mismo Dios, Yahvé, dio de sí mismo a Moisés, desde la zarza ardiente: «Yo soy el que soy”.
Cuando dejé a mi amigo, lo sentí mucho más tranquilo y en el proceso de aceptación de su perdida. Dios es perfecto y también lo es el universo, por todo lo anterior me parece que fue un exabrupto de parte del cosmólogo inglés Stephen Hawkings, afirmar que el origen del universo era perfectamente explicable sin la participación de Dios. 
Esto, en resumidas cuentas, es el núcleo del panteísmo espinoziano, tal como lo estudié con mi maestro y amigo, el recordado profesor de Ética y filósofo Aquiles Leandro Sánchez, lo medité y lo he discutido en diferentes círculos del pensamiento, puede que mi interpretación sea errada, pero hasta los momentos nadie me ha brindado argumentos razonables  que justifiquen otra aproximación a la perfección y belleza del universo.

Las citas de Espinoza son de su obra Ética Demostrada Según El Orden Geométrico, la cita de Aquiles Leandro es de su trabajo póstumo La Filosofía Científica en el Tratado de la Reforma del Entendimiento, y la Honestidad en la Ética de Baruch Spinoza. 

Advertencia: La iglesia Católica, Apostólica y Romana tienen al panteísmo como una herejía.-

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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