Las
frutas amanecieron más caras en el mercado esta semana. Tanto, que las amas de
casa gritaban al cielo sus quejas como nunca, ante la mirada impotente de los
vendedores, quienes solo se limitaban a expresar “que ellos también la
compraban caras”.
De
esa manera, los reales contados que se llevaron al mercado -para simplemente
completar los víveres que se fueron
gastando en casa-, se evaporaron tan rápidamente, que era imposible no pensar
que la inflación está activa, muy activa. Igual cosa sucedió en frente del
señor Joao que vende la charcutería; ni se diga en la pescadería, en el área de
hortalizas…y en cualquier local del mercado, que vende artículos de limpieza y
aseo.
“Cuando
aumenten la gasolina los precios de los productos recibirán otro empujoncito
hacia arriba”-le dije a mi comadre Cintia Paraguacuto, mientras nos bajábamos
del carro frente a la plaza de los museos, para asistir a la 5ta Feria del libro
y un sujeto de mal aspecto, con cara de “rompe vidrios y sal corriendo”, me
dijo que cuidaba el carro por 40 bolívares y que pagara a la vuelta”-. Menos
mal que el carro estaba en la vía pública, frente al área cultural, porque si
fuese un sitio techado y de mayor confort, a lo mejor le pagaría al hombre con
cheque-le dije a Cintia-
Cintia
me sigue comentando que su marido llevó el carro a mantenimiento, que incluía
cambio de amortiguadores, de aceite, filtros y otras cositas que no recuerda y
la factura superó los 40 mil bolívares. Yo dejé exclamar una palabrota que se
me escapó, sin pensarla y Cintia casi lloraba. Caramba Cintia, creo que
deberemos darle menos uso al carro y a sufrir con el mal transporte que
tenemos,-le dije- y ella me responde que eso es muy difícil con el pago de
taxis y la pasadera de trabajo. “Estamos entrampados”-le dije-.
Hicimos
el recorrido por las distintas librerías que exponían sus trabajos en la Feria,
hasta terminar en un conversatorio sobre “la crónica” dónde nos encontraríamos
con varios compañeros que escriben, hacen poesía y narran historietas sobre lo
mundano y lo profano de la vida en socialismo: todos sin excepción tenían un
rostro de desesperanza, de sequía, ante la situación que vivimos, marcada por
la improvisación, el desorden, el caos en la planificación, la inflación y
otras amarguras que los poetas revolucionarios no ven por ningún lado como si
vivieran en un mundo irreal.
El
poeta Carlitos Marcano, oriundo de la vieja ciudad de Barcelona nos habla de la venta posible de
CITGO, se monta en un banquito y recita: “…La venta de CITGO es como una
moraleja al final de un cuento…el padre Estado quiere vender la vaca, que nos da leche; mantequilla, nata y
queso lechoso, para dejarnos en alpargatas, Por
ociosos, para quedarnos flacos y zarrapastrosos.”
Caramba
poeta, -le pregunté- ¿No está usted
exagerando? A lo que el poeta me respondió con una de las suyas: ¿Te imaginas
-mi hermano querido-, que un viejo pescador, allá en el golfo de Cariaco venda
su botecito con su motor fuera de borda y se quede sin pescar?
Luis
Alfredo Rapozo
luisalfredorapozo@gmail.com
@luisrapozo
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