BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

miércoles, 20 de agosto de 2014

ENRIQUE MELÉNDEZ, LA OTRORA CULTURA DEL METRO

         Yo recuerdo unos micros, que mi muy estimado amigo, el historiador Guillermo Morón, solía hacer por televisión desde el Metro de Caracas, y en los cuales ponía como ejemplo a seguir dicha cultura, como él la llamaba, “la cultura del Metro”; donde entonces se respiraba la excelencia; que, por supuesto, era la excelencia de la cultura francesa, a propósito de la construcción de la obra, que había sido llevada a cabo por una empresa de esa nacionalidad, y donde se impuso el ritmo y la disciplina, con que se rige la vida en Francia: todo a la hora, y como si fuera para ayer. 

           
De allí la expresión, la dejó el tren, por no estar a la hora, porque el tren no espera a nadie, nada menos que la SNCF (Sociedad Nacional de Caminos de Hierro), como lo llaman en dicho país, traducido al español, y que es uno de los principios de la civilización moderna, que se rige por un ritmo y una disciplina, a partir del momento en que un hombre, precisamente, de esa nacionalidad, Descartes, proclamó que lo más importante era el método, para llegar a un fin; porque con un método particular, todos podemos alcanzar una meta, y de allí esa expresión de su gallardo estilo de literario de que “no hay nada mejor repartido en el mundo que el sentido común”.

         Si algo era útil para una ciudadanía, que necesitaba moverse en una ciudad, que comenzaba a parecérsele estrecha, como era nuestra metrópoli ya en la década de 1980, de acuerdo al despacho de sus trabajos, era este medio de transporte: cada dos minutos se aparecía un tren; a las horas pico, que llaman, venía lleno, mas no hacinado, como ahora; con un aire acondicionado potente. Incluso, en cuanto a la normativa del comportamiento del usuario, al establecer el sistema los franceses fueron más que severos, que consigo mismo, e impusieron la prohibición de fumar dentro de las estaciones, cosa que sí era permitido en el metro de París en mis tiempos de estudiante en esa ciudad.

         Nunca se me olvidará la escena de una borracha, hablándole a una amiga, que venía conmigo en el Metro; diciéndole que, prácticamente, ella conseguía una caja de cigarrillos a diario en las estaciones; gente que, un tanto nerviosa, prendía uno a la espera del tren; de pronto éste se aparecía, y así que tenía que lanzarlo, antes de abordar el vagón casi entero el cigarrillo. En realidad, había un mundillo de borrachos (clochard, los llaman en Francia) que pululaba en este subterráneo, y que buscaba refugio allí, sobre todo, en época de invierno; sentados en unos bancos, que hay en las estaciones. Me imagino que todo eso habrá cambiado a raíz de la prohibición que se viene adoptando en esos países de fumar en ciertos lugares públicos.

         Todo esto se derrumbó, me refiero a este ritmo y a esta disciplina, cuando llegó la revolución, mejor dicho, la robolución; que es lo que, según confiesan los franceses, redescubren en su país, cuando regresan al mismo, si es que han vivido por una larga temporada en uno como el nuestro: la fluidez de la potencia, y que era lo que debía tener presente Chávez, cuando proclamaba que Venezuela iba a ser una potencia, esto es, comenzar por poner al trabajador a tiempo a las puertas de su trabajo; por supuesto, el primero que acabó la cultura del Metro, fue el propio Chávez cuando mandó a paralizar la ampliación del sistema, en especial, la relativa a la línea que iba hacia el Este de Caracas, con el cuento de que esa no era sino una obra sino para los ricos, y que qué quedaba para los pobres. Me pregunto: ¿por este camino íbamos a ser potencia?
        
       Y eso que yo le oí decir una vez a Chávez, recién salido de prisión, dentro de su incontinencia verbal, que durante sus días de Yare había tenido ocasión de leer el Discurso sobre Método de Descartes. ¿Había asimilado aquella lectura? ¡Cuánto tiempo perdido! En lugar, como decía Juan Carlos Onetti, de disfrutar del delicioso placer de no hacer nada.

      En unos diez minutos, si no exagero, se ponía uno de estación Capitolio a estación Altamira; hoy la cosa te puede llevar hasta la media hora; el aire acondicionado a media máquina; en cada estación se puede detener el tren hasta los cinco minutos, mientras los vagones se van saturando de gente, que los va abordando, y entonces comienza la peleadora; porque pueblo pleitista, éste: que si llegó una señora con un niño en los brazos, que si no hay un caballero que le dé un puesto; que por aquí anda una anciana; que si empujones; que si un sujeto con una camisa hedionda a remojo; que si un violín por allá u otras cosas; en síntesis, la cultura de los maula y la de la indisciplina, y por eso es que yo hago ver que Chávez no tenía ni una idea de lo que era la cultura del progreso, y todavía así proclamaba que íbamos a ser potencia, y con lo cual, sin fundamento alguno para proclamar esa proposición, demostraba que más creía en el pensamiento mágico, que todo lo construye con sólo chasquear los dedos; que en el pensamiento racional, que es la base, como dirá Hegel más adelante, de la conciencia edificante o de la razón edificante  o de la razón de la ciencia y de la técnica, como la conocerá Ortega y Gasset.
        
          Pero, por si eso fuera poco, entonces ahí está el veneno ideológico, a propósito de todo eso que se dice por los altoparlantes de las estaciones y vagones, acerca de la aparición de una banda de fascistas de la derecha venezolana, y la cual asaltó a las instalaciones y autobuses del Metro de Caracas; como agredió a algunos de sus trabajadores, durante los días de la protesta, que se desarrolló a partir del 12 de febrero. Esa incitación al odio como un martillo incesante en el oído de los usuarios. Cuando la verdad es que esas acciones de violencia, que ellos denuncian, no las hicieron sino sus círculos violentos. Es por eso que no deja de tener razón Otavio Paz, cuando dice que la mentira se instaló entre nosotros los latinoamericanos casi constitucionalmente.

Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.