Como era de esperarse, en sus elecciones
internas el PSUV acaba de recibir un alarmante descalabro electoral, un
descalabro que si se analiza desde el punto de vista de sus principales
dirigentes, que le habían estado haciendo creer falazmente a la población, y especialmente a su
militancia y simpatizantes, en una supuesta imbatibilidad del Partido, esas elecciones no podrían considerarse sino
como una preocupante y aplastante derrota. Una derrota que cuestiona en
términos bastante severos la capacidad e idoneidad de quienes hasta ahora han
estado al frente del proceso chavista.
Hablar de las graves fallas, inconsecuencias
y errores en los que ha incurrido la dirigencia tanto del gobierno como del
Partido, es absolutamente innecesario, porque hasta el más despitado no sólo
los conoce sino que hasta los ha sufrido. De allí que únicamente se pueda decir
de ellos, de esos errores, que han sido la causa del colosal, insondable y
cósmico fracaso de unos gobiernos que lo tuvieron todo y en abundancia para
hacer de Venezuela un país en franco proceso de bienestar y desarrollo, y al
contrario de eso en lo que lo han convertido es en una nación en franco proceso
de desintegración. Como prueba de ese descomunal fracaso, únicamente se podría
mencionar, para no entrar en cuestiones como la devaluaciónes, la inflación, la
recesión, etc., un sólo detalle en
apariencia insignificante, pero de una innegable trascendencia. Me refiero a
que en el abasto de la esquina no hay leche, como sí la había en todos los
gobiernos anteriores, incluyendo el de Gómez, que hasta la regalaba a los niños
y a las mujeres embarazadas. Sin embargo, no resisto la tentación de mencionar
otro hecho que da también una idea de la magnitud de la catástrofe que estamos
viviendo los venezolanos. Se trata de que cuando Caldera dejó el gobierno en el
98, el bolívar se cotizaba con respecto a la moneda colombiana a 7 pesos por un
bolívar. En este momento la paridad de la moneda de un país petrolero como el
nuestro es de 35 ó 40 bolívares por peso, siendo esta la causa del contrabando
de extración que se lleva los alimentos hacia el vecino país.
Como se ve, el enorme daño que se le ha
inferido a nuestro país no ha sido producto del azar ni de la casualidad ni
mucho menos de circunstancias adversas. Ha sido un daño provocado y, por lo
tanto, el mismo tiene que tener responsables. Pero por lo visto, nadie quiere
asumir la autoría de esos descalabros, que han sido el producto de una
aberrante gestión de gobierno. Otros gobernantes, con un mayor sentido de
patria y en beneficio del país y hasta por vergüenza, no sólo hubieran
reconocido sus fallas y deficiencias, sino que además hubieran puesto también
sus cargos a la orden. Pero si esto es mucho pedir, porque la teta del estado
es muy sabrosa como para estar renunciando a ella, entonces prometer bajo
juramento iniciar un proceso de rectificación que permita sacar a Veezuela del
espantoso tremedal en el que se encuentra atrapada. Hacer esto es una
obligación ineludible. Entre otros motivos, porque los venezolanso no están
obligados a soportar unos gobiernos que lo conducen inexorablemente a un holocausto
económico. Nadie está obligado a sacrificarse a sí mismo y a su familia en
aras de las apetencias inmorales de
ningún gobernante. De allí que para evitar males mayores, la única salida que
queda es rectificar a fondo la forma
cómo hasta ahora se ha venido conduciendo la nación.
Y un buen escenario para debatir estas cosas
es el Congreso del Partido que se acaba de instalar. En este sentido, creo que
esta es la última oportunidad que tiene el chavismo de desandar lo andado, o
sea, de deslastrarse de todos los asquerosos vicios que lo han maleado y
convertido en una agrupación de oportunistas, vividores y aventureros. Vicios
entre los cuales se encuentran, por supuesto, el nepotismo y el amiguismo.
Desviaciones éstas que están en la base de la corrupción y que si no se
eliminan bien poco servirán todos los
sacudones anunciados por Maduro, porque el relajo y el desorden administrativos continuarán imbatibles, creando unas
perspectivas nada halagüeñas y tranquilizadoras
para el país. Pero, además, hay que desterrar el sectarismo y abrirse a
otras opiniones. En este sentido, hace poco el Profesor Jairo Larotta expresó
algunas ideas acerca de la necesidad de revaluar el bolívar. A nuestro juicio,
son opiniones muy interesantes que por lo menos, con espíritu patriótico,
merecen ser escuchadas y discutidas en el seno del gobierno. Y eso, porque
resulta realmente inconcebible que poseyendo Venezuela las enormes riquezas que
posee, su moneda valga menos que nada. Y porque, además, siendo el dólar una
moneda que carece de respaldo, no tendría nada de extraño que en cualquier
momento se desplomara, dejándonos sin el chivo y sin el mecate.
En vista, pues, de la gigantesca
incompetencia de quienes hasta ahora han dirigido el PSUV, convertiéndolo en un reducto de rufianes y
logreros, lo lógico y hasta lo decente sería que esos sujetos renunciaran a los cargos partidistas, que tan
mal han venido desempeñando. Pero no lo
van a hacer, porque para eso sería imprescindible poseer virtudes que los
elevara muy por encima de sus miserias e
incapacidades. Y como no tienen esas elevadas cualidades, sino que por el
contrario, están llenos de bastardas ambiciones, son incapaces por lo tanto de
un gesto de desprendimiento y nobleza
como sería el recocer que se han equivocado.
Y
lo dicho, no sólo no renunciaron sino que se hicieron reelegir.
Alfredo
Schmilinsky Ochoa
alfredoschmilinsky@hotmail.com
@alfredosch
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