A través de los siglos el ser humano ha
llevado a cabo grandes estudios e investigaciones para conocer nuestro planeta,
así como el universo que le rodea. Sin embargo, cuando se ha tratado del mundo
espiritual, de Dios y su plan para nuestras vidas, lamentablemente hemos tomado
toda clase de atajos.
Hemos tratado de adecuar lo espiritual a lo terrenal,
olvidando que Dios es por el hombre, en el hombre y para el hombre. En otras
palabras, hemos pretendido ser partícipes de sus bendiciones sin dar nada a
cambio, sin rendir nuestra voluntad, sin darnos a nosotros mismos.
Sin entender
que Jesús hizo muchos milagros, pero que al tratarse de las relaciones humanas,
de los conflictos en el alma del hombre, Dios nos abrió un camino en el cual,
en primer lugar, debemos rendir nuestra voluntad a Él. Y en segundo lugar,
debemos poner en práctica sus enseñanzas para que su amor sea palpable en medio
de nosotros.
En este camino de atajos el ser humano se ha desviado de la luz de Dios cayendo
en el mundo de las tinieblas. El mal se ha disfrazado de múltiples maneras
enmascarando la mentira. La Biblia, a través del apóstol Pedro, nos enseña en
su primera epístola (5:8) "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario
el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar".
Lo que pasa es que hemos ignorado esta verdad como tantas otras contenidas en
las Sagradas Escrituras. Al mismo Jesucristo este león trató de devorarlo, por
esa razón cuando los discípulos le pidieron que les enseñara a orar, les
expresó esa profunda y sencilla oración que conocemos como el Padre Nuestro, en
la cual están contenidos los conceptos realmente importantes por los que todos
deberíamos ocuparnos en la oración.
Así como una planta de energía atómica no produce poder, solo libera el poder
contenido en el átomo. De la misma manera, los seres humanos no tenemos poder
contra el mal, pero tenemos la llave para liberar el poder de Dios en nuestras
vidas. No tenemos que preocuparnos, no debemos temer. ¡Debemos ocuparnos en oración!
En esa hermosa y sencilla oración Jesús les enseñó a orar siguiendo algunos
pasos: Primero, les enseñó a alabar el nombre de Dios. Segundo, les mostró que
es necesario pedir que la voluntad de Dios sea hecha en medio de nosotros como
se hace en el Cielo. A continuación, les guió a pedir el sustento de cada día,
para luego revelarles que el perdón es un camino de dos vías; Dios nos perdona,
entonces nosotros debemos hacer otro tanto con los que nos ofenden. Finalmente,
les enseñó a orar pidiendo de esta manera: "Y no nos dejes caer en
tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la
gloria, por todos los siglos. Amén". Mateo 6:13.
En vez de terminar el día pidiendo perdón por haber caído en tentación;
deberíamos empezar el día pidiéndole a Dios que nos libre del mal. Del mal que
otros pueden ocasionarnos dirigidos por la fuerza de ese adversario que anda
como león rugiente, y del mal causado por nuestro pecado. Esta es la protección
soberana de Dios sobre el mal. Es una fórmula sencilla; sin embargo, para
muchos ha resultado aparentemente mejor acudir a prácticas satánicas que acudir
a Dios. En el libro de Levítico en el (19:31) donde se exponen las leyes de
santidad y de justicia que Dios le dio a su pueblo Israel, podemos leer:
"No se vuelvan a los adivinos ni a los espiritistas, ni los busquen para
ser contaminados por ellos. Yo soy el Señor su Dios". De la misma manera,
en el libro de Deuteronomio (18:9-14) leemos la amonestación hecha por Dios
para que su gente no cayera en prácticas satánicas: ... "Cuando entres en
la tierra que el Señor tu Dios te da, no aprenderás a hacer las cosas
abominables de esas naciones. No sea hallado en ti nadie... ni quien practique
adivinación, ni hechicería, o que sea agorero, hechicero, encantador, adivino,
espiritista, ni quien consulte a los muertos".
Aquellos que obstinadamente insisten en estas prácticas, lejos de librarse del
mal son envueltos en él. Traen a su vida junto con la de los suyos maldición y
desgracia. Las naciones que se han dedicado a ellas han visto su
desmoronamiento a través de un empobrecimiento moral y material imposible de
detener; a no ser por la intervención divina a través de la oración de una
iglesia llena de fe, dispuesta a desatar el poder del Dios a quien pertenece el
reino, el poder y la gloria por todos los siglos.
¡Señor, líbranos del mal!
Rosalía Moros De Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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