Cómo no vamos a tener la inflación más alta
si el gobierno se ha dedicado a hacernos más pobres?
No es de extrañar que The Economist nos abra
los ojos con la inflación interanual del 60.9%, y que con el estudio “Indice de
Miseria Internacional”, realizado por el Instituto Cato, se demuestre que
Venezuela es el país más miserable a nivel mundial, con un nivel de miseria de
79,4. Esto se lo debemos a unos dirigentes chavistas que desde la época de su
comandante eterno, galáctico y supremo, se dieron a la tarea, alevosa y
planificada, de mantenernos a todos los venezolanos en la miseria, en la
opresión económica, en la catástrofe, en la desventura humana, adornando su
pseudo gobierno con paños tibios de limosnas sociales.
Los incautos e ignorantes se tragaron el
cuento que esta era una revolución para hacernos el país más feliz del mundo.
¿A quién le cabe en la cabeza que vamos a estar pletóricos de dicha cuando no
hay ni papel higiénico? Sólo a los que están inoculados, con tendencia
irreversible, de la ponzoña castro comunista, que a los enchufados de este
gobierno le sirve de maravilla para continuar con sus fechorías de corrupción y
robo descarado del erario público.
No podemos ser ricos ni felices, sino pobres
y miserables, cuando el salario ni es digno, ni es suficiente, ni cubre las
necesidades básicas, materiales e intelectuales de ningún trabajador, tal como
postula la Constitución. No podemos ser ricos ni felices, sino pobres y
miserables, cuando la propiedad privada es desconocida por una propiedad
colectiva, por una dirección comunitaria que ha llevado al más notorio fracaso
a las empresas de gestión comunal, a los fundos zamoranos, a las compañías
expropiadas; cuando las edificaciones que antes eran asiento de prósperos
comercios, la confiscación arbitraria los convirtió en guetos derruidos, en
refugios insalubres y abandonados, en la descarnada cara de la revolución
inepta.
No podemos ser ricos ni felices en una
trastornada economía de controles absolutos, que no permite el libre
desenvolvimiento de la riqueza, de la actividad productiva y generadora de
empleo. No podemos ser ricos ni felices cuando a las industrias les racionan las
divisas y les cierran el impulso del desarrollo integral, con la supervisión y
abusos del Ministerio del Trabajo, del Seniat, del Inpsasel, del Seguro Social
y de todas esas Superintendencias burocráticas, que las someten a los más
férreos controles y sanciones. ¿Cómo se puede generar así una justa, adecuada,
suficiente y plena distribución de la riqueza? Será la riqueza para los
bolsillos de la corrupción, porque a los venezolanos comunes no nos llega esa
felicidad oficial tan disfrazada.
No podemos ser ricos ni felices, sino pobres
y miserables, cuando estos políticos fracasados del chavismo han quebrado la
principal empresa del país, transformándola desde una de las más prósperas
industrias del mundo, dirigida por los mejores expertos, hacia una pulpería,
bodega y tarantín que, en el proceso final de producción petrolera, ha
entregado nuestro principal insumo, tanto en la Faja Petrolífera, como en los
barcos cargueros, a países que nos han succionado con puras esperanzas a
cambio.
Los premios Nobel Edmund Phelps, Joseph
Stiglitz y Amartya Sen han asegurado que una buena economía es aquella que
permite cumplir con la necesidad de obtener una buena vida para las personas,
de logros y de crecimiento personal. En una buena economía se desarrollan
talentos y capacidades y todos logran su autorrealización. Yo, de verdad, no
creo que esto ocurra hoy en Venezuela.
Isaac Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
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