El
triunfo en las elecciones presidenciales de El Salvador del exguerrillero y
maestro de profesión Salvador Sánchez
Cerén, coloca nuevamente a un hombre
proveniente de la extrema izquierda, en circunstancias de hacer por la vía democrática lo que no hicieron aquellos que
en un pasado no tan lejano, fueron el objetivo de la lucha armada y
clandestina. O visto de otra manera, de fracasar y repetir aquello contra lo
cual se levantaron en armas en una oportunidad.
El
nuevo presidente salvadoreño, fue conocido durante la guerra civil (1979-1992)
bajo el alias de Comandante Leonel
González, Jefe de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), una de las cinco
organizaciones armadas que conformaron el Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional, que combatió a la dictadura militar.
Pero
no es la primera vez que un exguerrillero llega al poder en América Latina. El
triunfo de las guerrillas de Fidel Castro en la Cuba de Batista, en 1959,
favoreció el florecimiento de movimientos contra las dictaduras militares, el
autoritarismo y el nepotismo delas oligarquías, que avivó más bien la represión
y el autoritarismo de los gobiernos de derecha, durante las décadas de los
sesenta, los setenta y los ochenta. Fue sin embargo en Nicaragua, donde el
“sandinismo” marcó el camino para llegar al poder por la ruta electoral.
Varios
de aquellos guerrilleros encontraron así, una vez que dejaron la selva y la
montaña para volver a la ciudad, el camino para reinsertarse a lucha, esta vez
democrática, en los procesos electorales dentro sus respectivos países. De
aquellos jóvenes idealistas revolucionarios que se veían reflejados en la
figura de “El Che” o en la de Fidel, solo quedaron después las cenizas de su
ideario, convirtiéndose en dirigentes maduros y poniendo en práctica los mismos
postulados de antaño contra los que lucharon. Al final pudo más el sistema
contra el cual lucharon.
En
Colombia podemos recordar los casos de Carlos Pizarro, candidato a la
Presidencia de Colombia por el partido político Alianza Democrática M19,
asesinado el 26 de abril de 1990 en Bogotá, así como el de Gustavo Petro, quien
también militó en la guerrilla Movimiento 19 de Abril y fue también candidato
presidencial por el partido Polo Democrático, resultando electo más tarde
Alcalde de la ciudad de Bogotá, caso
este último al que nos hemos referido en varios artículos anteriores. En Brasil
tenemos el de Dilma Rousseff, cuya popularidad al frente de la presidencia de
aquel país sube y baja como la espuma. En Uruguay encontramos el de José
Mujica, fundador del movimiento Tupamaro y del que una vez alguien dijo que
no fue una guerrilla, sino un «movimiento
político con armas».
El
otro caso es del nicaragüense Daniel Ortega, quien ha sido presidente tres veces, la última de ellas en
franca violación a la Constitución de su
país. Su continuidad en el poder desde el 2006 y sus políticas personalistas,
han conducido a que ex guerrilleros de la vieja guardia sandinista, como Dora
María Téllez, Sergio Ramírez, Ernesto Cardenal y Gioconda Belli, se hayan
convertido en furibundos opositores, de
Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, a quienes acusan de haber llevado al país hacia una dictadura familiar,
similar a la de Anastasio Somoza.
Con
el gobierno de Sánchez Cerén no creemos
que se vayan a producir cambios muy
diferentes a los del de su antecesor, del que fue vice presidente. En su primer
discurso como nuevo presidente de El Salvador, hizo un llamado a la unión de todos
los salvadoreños, a la inversión empresarial, a
la lucha contra la pobreza y la violencia que azota a su país, a la vez
que se comprometió a gobernar con eficiencia, austeridad, transparencia y a
combatir la corrupción. Una proclama de intenciones y de buenos propósitos que
no se diferencia en nada de las que han pronunciado otros gobernantes de la
región y del continente. Anunció, además, la creación de los ministerios de
Cultura y de la Mujer, así como la Secretaría Presidencial para la
Transparencia, instrumentos populistas que con nombres similares, ya han sido
probados por otros gobiernos de izquierda sin logros significativos.
Pero
tal vez sean, precisamente, las palabras del presidente saliente Mauricio
Funes, también del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, las que
nos adelanten la forma de gobierno que conducirá Sánchez Cerén. Funes aseguró
en su despedida, que su gobierno inició la transformación social del país,
reduciendo la pobreza a través de programas sociales, pero recalcando que la
verdadera transformación, quizá mucho más importante, fue la de que con su Gobierno “acabamos, enterramos,
una forma de ejercer el poder, porque, hasta ahora, el poder del Estado se
había puesto al servicio de los poderosos”.
Palabras
que nos recuerdan a las de otros mandatarios y a su misma forma de hacer
política; populismo y demagogia.
Jose
Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1
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