El Viejo Continente
enfrenta uno de sus peores momentos en décadas.
Un muy delicado orden- la permanencia de la unión de los europeos- está
siendo puesto a prueba y la votación el Parlamento Europeo del 25 de mayo lo ha
transformado en una evidencia.
El drama económico ha
estado engendrando un desarreglo político de envergadura que se ha expresado
con el triunfo del Frente Nacional en
Francia y del UKIP en Gran Bretaña, el retroceso del bipartidismo en España y un viraje global
hacia la izquierda.
El rescate de Europa
tiene ahora, además, una cara política e institucional que obligará a los
poderes a reacomodos importantes y Dios quiera que exitosos. El riego es el de perder todo lo construido
hasta el presente.
Una vez que los
países unificaron su política monetaria a raíz de haber conseguido importantes
avances económicos en la tarea titánica de la apertura de sus mercados y de la
creación de un espacio único, perdieron el impulso de la coordinación y de la
creación de instrumentos eficientes de política económica comunes y de
instituciones sólidas. Hace rato que estas naciones giran en círculos sin
avanzar en el campo del relanzamiento la economía provocando la decepción de
los gobernados y el desarreglo de las instituciones.
La desafección y el
recelo hacia Europa ha sido la más sonora de las campanadas del 25 de mayo. Por
ello el primer paso debe ser la conciliación de intereses nacionales
divergentes dentro de un conjunto extremadamente heterogéneo. Un inicio muy
débil de recuperación de las secuelas de la crisis del 2008 ha creado tensiones sociales en algunos de
los miembros y provocado la generalización de la desconfianza en la utilidad de
la unión y de sus instituciones.
El combate del
fantasma de la deflación es una tarea titánica
La irracionalidad y la rivalidad en temas cruciales como los energéticos
se alzan como montañas insalvables. De nuevo se plantea la diatriba entre la
austeridad y el estímulo de la actividad económica. Con más de 30 millones de
personas en paro en la región, de nuevo las políticas monetarias, el manejo del
déficit, el manejo de las cuentas públicas, la regulación del sistema
financiero se convierten en temas protuberantes y llaman a reformas y más
reformas, divergentes en ocasiones en cada localidad. La fatiga de la
ampliación aflora y crece la sospecha de que ya no es posible que la unión
genere seguridades a sus gobernados.
Europa no está herida
de muerte pero camina lentamente a su extinción si el abordaje de tareas tan trascendentes no se
emprende con carácter de urgencia. Para ello es preciso que se haga presente la
valentía en la defensa de lo ya alcanzado.
Angela Merkel y Mario
Draghi tienen la palabra y la batuta.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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