Cada 15 de mayo se
celebra, desde los años 80´s, el Día Internacional de la objeción de
conciencia. En Venezuela este derecho se incluyó, aunque de manera ambigua,
dentro de la Constitución de 1999, fruto del trabajo del movimiento de objeción
de conciencia que hubo en el país durante la década de los 90´s.
La Organización de
Naciones Unidas, tras décadas de lucha por parte del movimiento pacifista t
antimilitarista, ha reconocido el derecho a la objeción de conciencia al
servicio militar como parte de la libertad de pensamiento, conciencia y
religión consagrada en el Artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Desde
1989, las Resoluciones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU han
reconocido "el derecho de toda persona a tener objeciones de conciencia al
servicio militar como ejercicio legítimo del derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión".
Si bien la objeción
de conciencia se relaciona para muchos con la negativa a prestar el servicio
militar debido a las opiniones personales, en realidad abarca un espectro mucho
más amplio. La objeción de conciencia es el derecho que tenemos los individuos
de no acatar, rechazar o rehusarnos a mandatos que entran en contradicción con
nuestras creencias, por considerarlas contrarias a nuestra conciencia. Para los
antimilitaristas el ejército es un dispositivo de dominación que concentra
antivalores como el culto a la obediencia, la jerarquía y la violencia, la
xenofobia y homofobia, machismo, uniformización del pensamiento, etc. Por ello
quieren estar lo más alejados posibles de las Fuerzas Armadas. Incluso el
sector más anarquista del movimiento pide permanentemente la disolución de los
ejércitos.
A lo largo de la
historia se han presentado hechos relacionados con personas que se han negado a
obedecer una orden o una ley. Su negativa se ha basado en el derecho a la autonomía, es decir, el poder
y la libertad que se posee para decidir
sobre sí mismo así esto implique una abierta desobediencia a la institución,
organización o estructura que pretende imponer la orden o la ley. El movimiento
antimilitarista moderno comenzó cuando las personas se rehusaron a ingresar a
los ejércitos para pelear en los conflictos bélicos. Tras la Primera Guerra
Mundial se crea una de las redes pacifistas que se ha mantenido hasta el día de
hoy: La Internacional de Resistentes a la Guerra, donde centenares de personas
se han unido a través de su historia tras adherir su declaración de principios:
“La guerra es un crimen contra la humanidad. Por ello me comprometo a no apoyar
ningún tipo de guerra, y a luchar por la eliminación de todas sus causas”.
En América latina las
dictaduras militares del cono sur y las guerras civiles en Centroamérica, durante
la década de los 90´s, fueron el contexto en el que se desarrolló un fuerte
movimiento de objeción de conciencia, que incluso desarrollo relaciones de
apoyo entre los diferentes países. Como consecuencia del activismo, en la
mayoría de los países se derogó el servicio militar obligatorio. Hay quienes
plantearon la posibilidad de realizar un servicio alternativo, mientras que
otros argumentaban que la objeción implicaba la insumisión total a las
coerciones estatales.
En Venezuela, como en
otros aspectos, estamos muy rezagados con el reconocimiento de la objeción de
conciencia, empezando porque los valores antimilitaristas no son muy populares
en nuestra sociedad, con una historia larga de caudillos y liderazgos
autoritarios. Sin embargo, debido a la progresiva militarización que hemos
experimentado en los últimos años, es muy pertinente comenzar con la promoción
de los valores de la vida, la solidaridad y el apoyo mutuo para revertir esta
situación. Pareciera que el tema más inmediato es la reforma de Ley de
Conscripción Militar, que establece la obligatoriedad de un registro militar,
tras el cual los ciudadanos deben demostrar que no desean ingresar o
relacionarse con los cuarteles. El incumplimiento del registro militar acarrea
no sólo sanciones individuales, sino también institucionales a quienes no la
soliciten a sus empleados, agremiados o miembros de su comunidad.
Negarnos a ver a
quien piensa diferente a nosotros como un enemigo es otra manera de resistirse
al influjo de la militarización. Son los militares los que consideran lo
diferente como una amenaza, que hay que eliminar simbólica o físicamente. La
diversidad no sólo es una oportunidad, sino una condición natural de la
sociedad. Quien pretenda uniformizar el pensamiento de los demás bajo el suyo
propio está más cerca de la razón castrense de lo que podría reconocer.
Unidades de Batalla Electoral, milicias obreras y estudiantiles, comandos
antigolpe, cuerpos de combatientes, entre otros, son la consecuencia de una
manera de pensar y de intentar ordenar los territorios, los cuerpos y las
mentes. Es por ello que entre nosotros, la objeción de conciencia cobra una
inusitada vigencia.
Rafael Uzcategui
uzcategui.rafael@gmail.com
@fanzinero
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