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jueves, 17 de abril de 2014

RAFAEL MUCI-MENDOZA, ELOGIO DE LA SANGRE...

Con o sin diálogo, ellos no van a cambiar, son almas torcidas y dañadas...

El acre olor de las enconosas bombas lacrimógenas, ahítas de odio y la opacidad que producen en quienes cubren sus caras que tantas veces no ocultan sino la maldad y el crimen, ha sido signo de estos tiempos de ignominia. 

Ese crimen aupado por Chávez desde temprano dio patente de corso al supuesto necesitado para robar, asaltar y hasta segar la vida. La vida es un riachuelo que salta entre piedra y piedra, y que de momento se le ocurre cambiar de cauce e irse por insólitos caminos. 

Nunca sabemos que nos deparará el mañana, si felicidad, tristeza o aun la muerte. Tal sucedió el domingo pasado. Manó sangre desde el Ávila: Un joven sobrino, todo vida, todo esperanza, amante del deporte, padre de dos hijos, entrenaba en su bicicleta con un amigo en la ruta de Matamoros en el cerro centinela. La muerte le salió al paso y como un giro al portador sin aviso y sin protesto, y en el desprecio concentrado de una bala, borró esperanzas y el don de una vida útil. ¿Con qué derecho? No entendemos: Es nuestro país indecente.

Mientras ellos se regodean en sus narconetas blindadas y mal habidas, envían al lumpen carcelario, cebado por el verbo encendido del comandante y del ilegítimo, tras quienes tanto envidian. Pobres criaturas, hombres para poco, sin entrañas ni corazón.

Con o sin diálogo, ellos no van a cambiar, son almas torcidas y dañadas que se regocijan cuando nos hacen matar de manos de la degradación que ellos degradaron aún más. Él había pensado que por sus hijos debía irse del país; no hubo tiempo para tomar una decisión. Átropos, la parca cruel, tan ocupada en Caracas como está, cortó el hilo de su vida trastocando existencias y dejando inconsolables heridas que también manan sangre inocente.

No es así como el Señor dispone sus cosas...

Addendum

Él no lo hizo. Mandó a otros. Desde el infierno todavía lo hace. Eso fue lo que yo vi y sentí. Mi vida dio un vuelco, un inesperado trompicón. Luego de larga caminata en pendiente por el agreste y amarillento camino, bajo el áspero calor y la sequedad del paisaje, dos bicicletas huérfanas, el espectáculo de los cuerpos de los dos jóvenes ajusticiados, echados sin sentido el uno sobre el otro y sobre la tierra que se resistía a recibirlos, que todavía no les esperaba, hizo que el peso del dolor le cimbrara la cerviz hundiéndola entre los hombros y mil años cayeron de súbito sobre su humanidad de amante y desprevenido padre. 

Quería convencerse de que no era un error, quería ver por ojo propio... Los hijos no tienen por qué morir antes que los padres; el grito de dolor, las lágrimas tantas veces contenidas, un mazazo que aturde y desconcierta; es injusto, es pungente espectáculo contra natura. 

Ellos les dan las armas, ellos les suministran municiones, ellos les apoyan y les azuzan, voltean a un costado, ellos mal hechos, mal paridos y mal parientes, únicos responsables de una muerte violenta en Venezuela cada 20 minutos, ¡nos pilló la púrpura estadística y de qué manera!; gobernantes de gélido corazón gozan sin culpa ni arrepentimiento presenciando el sufrimiento de otros, de sus hermanos trocados en odiados enemigos. Una cosa es leer el frío parte de guerra de cada fin de semana en Caracas; otra, es formar parte de las bajas...

La revolución ha ensangrentado la paz de la montaña, y con ella, a la nación venezolana entera...

Cómo me abandonaba al frescor del Cortafuego mientras el trote inducía un enchumbamiento benéfico de mi cuerpo por las endorfinas y encefalinas, y yo, dándole gracias al Señor por el favor y el privilegio concedidos... Y yo que aseguraba que en una radiante mañana dominical de cielo azul mirar la Cruz de los Palmeros en la cúspide del Pico Oriental del Cerro Ávila era terapéutica... Y ya que no me lo parece tanto; pero, ¡si es que está manchada de sangre inocente...!

Con amor a mi familia y a todos aquellos que han perdido amores por culpa del castrocomunismo, por culpa de la intolerancia...

Rafael Muci-Mendoza
rafael@muci.com
@MuciMendoza

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