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miércoles, 16 de abril de 2014

ENRIQUE PRIETO SILVA, DIÁLOGO ENTRE EL PODER Y EL ESTADO

Hay una relación implícita entre el Estado y el Poder que tiene que ser comprendida para poder establecer los parámetros de los dos conceptos. 

El Estado es el todo, mientras que el Poder es la circunstancia o motor que logra impulsarlo. Bien dijo Doughtery: "la política es el procedimiento para ordenar poderes entre individuos competidores y grupos sociales, y para arreglar prioridades entre propósitos y objetivos rivales, sean éstos utilitarios o de valores"; y en teoría, el Poder, es considerado como el dominio o imperio para mandar e imponer la voluntad del Estado sobre sus súbditos y sobre los otros Estados, por lo que adquiere diferentes significados y formas. Existe como palanca de la riqueza económica; como ciencia y tecnología para la solución de problemas; como sistema de comunicaciones para influir en la opinión, en las ideas y en los valores; como arma política para ordenar el Estado; como arma del sistema jurídico. Todos los grupos humanos organizados o no, tratan en una u otra forma, de llevar al máximo su posición de poder, o de usar el poder que posean en forma ventajosa para ellos; pero bien sabemos, que en muchos casos el régimen de gobierno se apropia del Poder para imponer su voluntad a todos los gobernados, surgiendo así el poder tiránico o dictadura.

La relación implícita entre el Estado y el Poder, podemos verla cuando en el Estado o Nación, como es nuestro caso, el poder está regulado por la  Constitución, que le fija los límites y define las relaciones entre los poderes del Estado, estableciendo las bases del gobierno y la garantía de los derechos ciudadanos. Así, como bella filosofía, en la constitución escrita se le asocia históricamente al liberalismo político y a la civilización que Rudolf Kjellen, compara el Estado con un organismo viviente, cuyo centro rector sería un gobierno con fundamento legal y administrativo, convencidos además, de que su poderío depende de la perfecta armonía y grado de relación entre sus órganos, pues, al igual que cualquier organismo, el predominio de alguno de ellos produce desequilibrios en su funcionamiento, cuya seriedad y magnitud puede dar al traste con su existencia o vida. Es historia repetida, el morbo subyacente en los gobernantes, que transforman al Poder en un fin en sí mismo, haciendo culto de él como el arma poderosa para imponer su ideología sin recato. Así, muchos al referirse al poder gubernamental, estoicamente lo denominan y confunden con el Estado, que inconscientemente nos excluye como pueblo, reforzándole  el morbo al gobernante, al extremo que él mismo se autodenomina Estado: ¡El Estado soy yo! Lo vemos en esta Venezuela adolorida y sin rumbo por el descalabrado régimen heredado del “difunto” que quieren imponer a trocha y moche con la intolerable inconsciencia de quienes creen que puede perdurar esta “revolución” fallida.
No podemos imaginarnos el futuro venezolano, cuando los regentes del ideario insepulto insisten en el diálogo entre factores opuestos a muerte, sin reconocer, no solo su fracaso, sino que quieren imponernos el Poder, obviando lo fundamental: el Estado democrático y social de Derecho y de Justicia consagrado por la Constitución, que implica la división de los poderes, el imperio de la Constitución y las leyes como expresión de la soberanía popular, la sujeción de los Poderes Públicos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico, y la garantía procesal efectiva de los derechos humanos y de las libertades públicas, que requieren la existencia de órganos caracterizados por su independencia, con potestad que les permita ejecutar y aplicar imparcialmente las normas expresadas por la voluntad popular. 
Es decir, poderes públicos sometidos al cumplimiento de la Constitución y las leyes, el control de la legalidad de la actuación administrativa y ofrecer a todas las personas tutela efectiva en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos. Solo así, podremos dialogar.
Enrique Prieto Silva,
eprieto@cantv.net
@Enriqueprietos

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