“La
marcha convocada por Leopoldo López, más que abrir un agujero a la dirigencia,
muestra una respuesta de buena parte de la sociedad que no aguanta más el lento
reaccionar de los jefes, que aún piensan que estamos en la vieja democracia”
Nelson Bocaranda
El
martes pasado comencé a conducir un ciclo de televisión, “Un país diferente”,
que podrá verse cada semana en www.canaltlv1.com. Pretendo que se transforme en
un ámbito en el cual se discutan los temas más importantes para el futuro de la
Argentina. Para la primera emisión invité al Ing. Emilio Apud, integrante del
grupo de los ochos secretarios de energía; conversamos sobre la situación del
mercado, a raíz de la quita de subsidios, y de las perspectivas mediatas en
materia energética . Si tiene interés, puede ver ese primer programa pinchando
en
https://www.youtube.com/watch?v=2C-9t8hI0SU&list=UUgF9ahMxHViwYu-wF8OD0Dw.
El 8 de abril me acompañarán Julio Bárbaro y Ricardo López Murphy, y el 15
Agustín Monteverde.
La inseguridad, primera en las preocupaciones
de los ciudadanos, copó los titulares de la mano de los más de doce
linchamientos –uno se transformó en asesinato- que, pese a ser relativamente
usuales en los últimos meses, adquirieron visibilidad cuando la escena se
trasladó a un barrio de Buenos Aires, cercano al centro de la ciudad. No voy a
explayarme sobre el particular (sólo mencionaré la edad de los “ajusticiados”
que, cuando llegó el kirchnerismo, tenían diez a doce años), ya que de ello se
han ocupado pensadores, funcionarios, periodistas y compatriotas de a pie; pero
voy a recordar una respuesta de Borges cuando un periodista malintencionado le
preguntó en Europa si en la Argentina había caníbales: “no, ya no; nos los
comimos a todos”.
AVISO EN UN BARRIO DE BUENOS AIRES |
Lo
curioso es que la Presidente se comporta, frente a una sociedad yaciente y
desgranada, como si recién hubiera llegado al poder, olvidando que los miembros
de su familia llevan once años sentados en el sillón de Rivadavia; pretender,
todavía, que los Kirchner no tuvieron nada que ver con los actuales niveles de
pobreza e indigencia, el deterioro de la enseñanza y, sobre todo, el grave
desgarramiento del tejido social de la Argentina es, como mínimo, hipócrita.
Doña Cristina debiera tener más respeto por sus conciudadanos, no súbditos,
cuando exagera la frecuencia de la cadena nacional para hablar de pavadas,
mientras manda al Coqui Capitanich a “relatar” la realidad, es decir, a
intentar convencernos de que no es lo que es, o viceversa.
Un
hecho que, a pesar de cuanto muestra sobre la forma en que se conducen tanto
las relaciones exteriores como el “capitalismo de amigos” en esta época, no
deja de ser cómico, fue el decreto de quiebra de la empresa que, en teoría,
fabricaba cosechadoras y había vendido, en versión oficial, dieciocho unidades
durante la visita presidencial a Angola y que, en realidad, no era más que una
gran estafa. Ahora resulta aún más insolita la rara movida de Patotín y el
entusiasmo de doña Cristina en Luanda, cuando llegó al extremo de aletear desde
el atril. Incluyo este comentario porque, en estos días, parece más probable la
teoría que esbocé en una nota que escribí entonces, a la que titulé “¿Son
eternos los diamantes?”, que puede verse clickeando en
http://egavogadro.blogspot.com.ar/2012/05/son-eternos-los-diamantes.html,
básicamente porque no hay más explicaciones racionales para la visita.
La
conmoción producida por la auto-denuncia de British Petroleum (BP) ante el
mercado de valores (SEC) de Nueva York, por haber pagado coimas en la
Argentina, alcanza al Portugués Das Neves, ex Gobernador hoy militante del
massismo, y a funcionarios nacionales de primer nivel, como el incombustible
Ministro de inexistente Planeamiento, Julio De Cobrado, y a varios de sus
segundos, encabezados por Daniel Cameron, el Secretario de Energía; en algún
momento, , las compras de gas de Enarsa y los contratos de Bridas con Chubut,
de Timba López con Petrobras, de Chevron y Apache con YPF, y del Gobierno con
Repsol, guardados siete llaves, verán la luz y exhibirán el inmundo hedor de
uno de los costados más graves de la monstruosa corrupción de esta década.
El
jueves 10, por primera vez desde 1975, el sindicalismo concretará una huelga
general contra una administración peronista que, con seguridad, paralizará al
país entero; la adhesión a la medida de colectiveros y ferroviarios, gremios
enrolados en la CGT oficialista, garantizan ese resultado. Por lo demás, la
izquierda ha comenzado a presionar a las cúpulas eternizadas para incrementar
el nivel de protesta con cortes y concentraciones, y Camión Moyano se ha
mostrado favorable a las posturas de Bandeja Barrionuevo, que pretende la organización
de un plan de lucha con paros de duración creciente.
Metalúrgicos,
comerciales, estatales de UPCN y algunos otros sindicatos importantes se han
mostrado permeables a las exigencias de la Casa Rosada para firmar convenios
muy por debajo de la inflación reconocida; eso producirá, y es fácil
predecirlo, la migración de muchos de sus afiliados, descontentos con la fuerte
poda que implicarán sobre los salarios y la falta de actualización de la base
del impuesto a las ganancias, que se comerá el aumento que obtengan. Habría que
recordarle a Caló, el jefe de la alianza más cercana a la Casa Rosada, que
cuando los dirigentes aceptaron una quita importante en los sueldos, los
convenios fueron desconocidos por los afiliados, y ése fue el principio del fin
de la era de Isabelita.
La
falta de recursos del Gobierno ha congelado el monto de los planes sociales y
de las jubilaciones, y los damnificados engrosan cada día las filas de los
descontentos con el “modelo”, que se manifestarán en el único lugar en que su
protesta puede adquirir visibilidad, la calle. Ante la segura inacción de las
policías, descontentas por la marcha atrás en los aumentos concedidos bajo
presión en diciembre, por las permanentes purgas e inficionadas por la
corrupción y el narcotráfico, sólo le quedará a la señora Presidente el recurso
de la Gendarmería, muy bien equipada y pagada, pero insuficiente en número para
controlar el escenario en todo el país.
Habrá
llegado así la hora del Tte. Gral. Milani, cuyo concurso resultará esencial
para ese objetivo; resta saber qué sucederá si, como presumo, las bases –los
oficiales con mando de tropa- no acatan las órdenes de represión de la rebelión
social, sobre todo porque saben que, en el futuro, serán encarcelados por ello,
aún cuando se dicten leyes y decretos que lo habiliten. La existencia de mil
seiscientos camaradas presos, muchos de ellos sin condena y, casi todos, ya en
edad provecta y muy enfermos, actuará como fuerte disuasivo para la obediencia
reglamentaria.
El
“modelo”, hoy en manos de los imberbes de La Cámpora, está haciendo agua en el
imaginario de todo el universo social, pero con una marcada incidencia en los
sectores más humildes, tradicional base electoral del PJ; pretender, entonces,
que reuniones de figurones piantavotos –como las que están haciendo bajo el
control del Chino Zannini- consiga restaurar los daños producidos en esa cadena
de poder y reunifique al partido bajo autoridades groucho-marxistas, no pasa de
ser una ilusión, como tantas otras en las cuales creyó la familia imperial a lo
largo de su prolongado período.
Resulta
razonable pensar, como muchos, que es preferible esperar hasta diciembre de
2015, sin hacer olas que pudieran presentarse como excusa para la fuga con
honor y, de ese modo llegar, hasta lograr que las muchas bombas de tiempo que
el kirchnerismo ha plantado estallen. Sin embargo, viendo cuantos inversores
están aguardando un cambio de gobierno para traer sus dólares, a esta altura
tan necesarios como el oxígeno mismo, me pregunto por qué hacer que los
ciudadanos, sobre todo los más indefensos, sufran tanto, y permitir que los
delincuentes que han asaltado el poder dispongan de tiempo para poner a buen
recaudo sus bienes mal habidos.
El
cambio de percepción de los mercados sería muy rápido y se generaría trabajo y
riqueza. Argentina tiene enormes posibilidades de desarrollo, pero sólo se
transformarán en realidades cuando este régimen haya terminado y el respeto a
la ley y la Justicia independiente dejen de ser una utopía. Continúo sosteniendo
que, para ello, deben utilizarse todos los mecanismos previstos en la
Constitución Nacional para destituir a los mandatarios, y no acompañaría un
golpe de estado salvo, como dijo el Gral. San Martín, “cuando la Patria está en
peligro, todo está permitido menos dejarla perecer”.
Enrique
Guillermo Avogadro
ega1@avogadro.com.ar
@egavogadro
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