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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

domingo, 27 de abril de 2014

ALBERTO JIMÉNEZ URE, REVOLUCIÓN: SU «ETIMOLOGÍA», «TRETAS DE JUEGO» Y «CARADURA DEL PRONTUARIADO»

«Algunos historiadores falsifican la Realidad, los políticos pretenden confiscarla para torcerla, ciertos sociólogos intentan forjarle una estructura teorética para justificar las luchas fratricidas entre societarios, los psiquiatras ven en cada individuo a un desquiciado ciertamente en potencia, los científicos la someten a experimentaciones y los escritores fabulamos para olvidarla a veces pero otras con propósitos de enmendar los suplicios de las personas que ella –inmisericorde como quirurgo forense- muestra»
En el curso de toda ordinaria «Caradura del Prontuariado», quienes en el ámbito político fastidian no inventan una nueva revolución u hoz con martirio: sólo dicen que la hacen porque ellos son revolucionarios a causa de su patogénesis o «sufrimiento primario» y –sin previo anuncio- emprenden hostigamientos contra las clases sociales comprometidas con el progreso. Impulsar una revolución («revolutum») es iniciar, literalmente, giros para mover algo o evitar el aburrimiento, esto último en palacios donde los parásitos de gobierno vampirizan a la Tesorería de Estado. Un objeto esférico gira sobre un eje invisible aunque igual puede trasladarse hacia cualquier parte, sin dejar de rotar, como nuestro planeta.
Cuando los sistemas políticos del pasado requieren transformarse para ser corregidos y no generen padecimientos de la Humanidad, entonces se presume que  necesitamos aplicarles «revoluciones» para moverlos hacia adelante. Avanzar es el fin supremo de toda organización social. Dale mayor velocidad al motor de un gobierno y verás que los ciudadanos progresan. Jamás aceptaré la publicitada tesis según la cual ciertos regímenes explícitamente totalitarios (se ajusta más a la realidad calificarlos de ese modo y no «autoritarios») hayan sido o sean revolucionarios.
Que alguien me refute e infiera las razones por las cuales está persuadido que la masacre con guillotina (Grande Peur) fue un signo de progreso en París, allá donde se presume que los hombres más inteligentes del momento  idearían una profunda y beneficiosa transformación social (1789-1799). Tal vez no se equivocó Georges LEFEBVRE al escribir que la Asamblea Nacional Constituyente de Francia firmó el Acta de Defunción del Viejo Orden Feudal, pero el Vandalismo como acto de novísimo gobierno que le sucedería no tuvo nada de «humanista» y por ello no admito se le califique como «revolucionario».
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Agosto 27 de 1789) no necesita de la Sala de Interpretación Bufonariada de nuestro tiempo en Venezuela, esa que proscribe el Derecho a la Protesta «[…] porque no es un concepto absoluto […]». La libertad, propiedad, seguridad, resistencia a la opresión, libertad de opinión, de prensa y de conciencia, protesta, libertad individual, presunción de inocencia e irretroactividad de la ley son imprescriptibles. Los conceptos de Ilustración y Soberanía Popular que impulsaron la abolición de «feudos», «servidumbres personales» y «diezmos» característicos de una Monarquía no han desaparecido en el Mundo (mucho menos en Latinoamérica). Las vilezas y crímenes de costura monárquica no extinguieron con la muerte de Luis XVI ni con la irrupción  de Napoleón BONAPARTE en la Francia estigmatizada por la agitación política permanente, pena capital, desigualdad social, miseria y guerras (por ambición de conquista, arrogancia militar y mitomanías)
Con mostachos, calvas, boinas, charreteras, pantalones, faldas o no, la América Latina ha parido degeneradas y degenerados que portan un virus letal: cuya cepa es mutante y muestra resistencia a los antibióticos. Por ello hoy padecemos lo que llamo «Caradura del Prontuariado», que a veces igual defino «Dictadura de Bufonariado».  
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor

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