Intentar ir por el camino de la paz asesinando, es como cuando una persona dice que no quiebra un plato y ha desbaratado la vajilla completa. Así de cómica resultó la Comisión de Paz del régimen, después que eliminó de la faz de la tierra a una decena de venezolanos que han protestado por todas las atrocidades vividas en estos largos 15 años, incluido una porción de presos políticos en cautiverio.
Así fue lo que ocurrió en el “encuentro”
realizado en el Palacio de Miraflores, ante la mirada y oídos de venezolanos
que esperaban escuchar al Jefe de Estado en una “ópera prima” que convenciera
de sus verdaderas intenciones. Pero no, el escenario fue para que brillara el
empresario Lorenzo Mendoza, que con genuina postura de comerciante, tras 75
años haciendo lo mismo en la industria de alimentos, abrió la perspectiva de lo
que se debe hacer y lo que podemos alcanzar con una Gran Comisión de la verdad
y no del embuste ¡Cónchale! Lorenzo, por un ratito dirige al país.
Hay un término muy ordinario que define la
política de estos tiempos aplicada en nuestra patria y es la política
charcutera. En la charcutería se vende todo tipo de combinaciones o productos de los residuos de animales, del
mismo modo se hace política charcutera en
Venezuela. Cuando una persona emerge entre los desperdicios y habla
además con absoluta propiedad de lo verdadero en la vida de los venezolanos, la
charcutería se derrumba y aparecen los cortes de primera, como en carnicería.
El país no avanza porque tenemos charcuteros
invocando muertos, espíritus, fantasmas, pajaritos con ideales que han quedado
oxidados al paso del tiempo. Los empresarios hablaron días a atrás, como lo que
son, con palabras productivas de invertir esfuerzos para el éxito de todos.
Todos conocemos que antes se cometieron errores, pero para eso sirven, para
repararlos y emprender la excelencia en cada paso, en cada idea. Ya es sabido
cómo hemos retrocedido en todas las áreas de la sociedad.
La política charcutera la tenemos diseminada
en todo el territorio nacional y más allá, un ejemplo de ello es José Miguel
Insulza, (a) “El charcutero” del mundo.
La Mesa de la Unidad tampoco escapa a la charcutería, sin embargo,
mostró una postura firme y apegada al sentir del pueblo con su ausencia en el encuentro charcutero, al sostener que no
puede haber diálogo con represión y presos políticos. Eso también pasó a ser un
corte de primera. Thomas Carlyle dijo una vez: “Puede ser un héroe lo mismo el
que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate”.
En la Isla de Margarita no escapan los charcuteros, cuando declaran que el “pueblo neoespartano tiene garantizado sus carnavales” en momentos en que las familias de los caídos, lloran a sus muertos, las cacerolas retumban cada noche porque no hay nada para vivir bien o “chévere” si de turismo se trata. O decir que hay un plan macabro en Nueva Esparta, pero el episodio quedó ahí, sin culpables.
Y la charcutería se hace más evidente en las
voces destempladas del régimen, pidiendo paz pero con el garrote en la mano,
siendo el problema mayúsculo la figura presidencial y lo que representa, que es
en definitiva lo que rechaza el pueblo.
@susanamorffe
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