Como
si se tratara de un cortejo fúnebre que lleva en hombros la democracia hacia su
sepultura, los países latinoamericanos y las organizaciones internacionales se
han prestado a convalidar con su silencio la represión, la tortura y el
asesinato de inocentes en Venezuela.
El balance tras un mes de protestas son 28 muertes, 365 heridos, más de 1300 detenciones y denuncia documentada de 44 casos de tortura. A esto hay que sumarle más de 120 agresiones a periodistas, censura a medios internacionales y el anuncio de planes de CONATEL, la comisión reguladora de telecomunicaciones, para tratar de controlar información “incomoda” que circule en internet.
Al
cortejo de los cómplices se les olvida que Venezuela recibió a miles de
exiliados cuando la democracia era la excepción en Latinoamérica y reinaban las
dictaduras militares. Vinieron de Argentina, Chile, República Dominicana,
México y Uruguay a suelo venezolano y aquí no solo se les brindó protección y
cobijo, sino que se les adoptó como en una segunda patria. Muchos presidentes
latinoamericanos llegaron a sus posiciones por su pasado de lucha contra las
dictaduras militares, algunos desde las filas de movimientos insurreccionales
como la guerrilla. Resaltan los casos del presidente de Uruguay “Pepe” Mujica y
la mandataria brasileña Dilma Rousseff. La pregunta que nos hacemos es ¿Pueden
cuestionar quienes tomaron las armas contra la dictadura a estudiantes que
alzan sus banderas contra la opresión?
La
doble moral camina por América Latina y el mundo, las organizaciones
internacionales muestran una vez más que son cascarones vacios donde las
decisiones están condicionadas a intereses económicos y líneas ideológicas: Más
vale un barril de petróleo que los DDHH. No hablamos solo de la OEA y la
despreciable posición de su Secretario General, José Miguel Insulza, nos
referimos al vergonzoso capitulo de la historia que significó el reconocimiento
entregado a la llamada Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, en el Consejo de
Derechos Humanos de la ONU por su “trabajo en defensa de los derechos civiles
en Venezuela”. El certificado lo recibió entre aplausos del foro mientras en
Venezuela morían dos ciudadanos más a manos de colectivos armados.
Nos
imaginamos se trata de un reconcomiendo al excelente trabajo de la defensora al
tratar de justificar la tortura en nuestro país. Al desechar pruebas y darle
preponderancia a las denuncias sobre presuntos actos vandálicos en las
manifestaciones. En la ONU se hicieron los “suizos” y esta comisión se coloca
del lado de los opresores, olvidando que su deber es defender a los oprimidos.
A
pesar de todo esto no estamos solos, los pueblos del mundo siguen de cerca lo
que pasa en Venezuela, mientras las organizaciones internacionales solo
representan la burocracia de gobiernos que saben que la lucha venezolana reta a
todos aquellos que abusan del poder y se ponen de espaldas al sentir de su
población.
Cuestionar
la posición de los países latinoamericanos y de las organizaciones
internacionales no es un llamado a la intervención extranjera, es dejar
registro histórico de cómo algunos presidentes latinoamericanos ayudaron a
echar pala para enterrar la democracia en Venezuela. Sigan acompañando a los
sepultureros, que la historia los sepultará a ustedes.
Brian Fincheltub
Brian@juventudsucre.com
@Brianfincheltub
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