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martes, 4 de febrero de 2014

ROSALÍA MOROS DE BORREGALES, SAL DE LA TIERRA

La sal común o Cloruro de Sodio fue un bien muy apreciado desde tiempos antiguos. Su demanda fue aumentando por todo el mundo a medida que se fueron descubriendo sus propiedades de purificación y preservación. 

Su uso se extendió desde la cocina pasando por la limpieza o desinfección, la cura de heridas, hasta su uso más importante que fue la preservación de alimentos. Su importancia fue tan relevante que movió economías completas, determinó rutas y provocó guerras. Durante el Imperio Romano el pago por el trabajo se denominaba salarium argentum debido a la cantidad de sal que le era otorgada como parte de pago a los legionarios romanos para ser usada en la preservación de sus alimentos; de allí, el origen en Castellano de la palabra salario, del latín salarium.

En aquellos tiempos la sal era obtenida o bien por evaporación de agua marina o por extracción de la roca de minas denominada halita. En ambos procesos el material obtenido poseía también otros minerales aparte del Cloruro de Sodio; sin embargo  éste es el mineral más soluble de todos los hallados en esos procesos. Por esa razón, cuando la sal es expuesta por un tiempo se disuelve perdiendo todas sus propiedades, y por ende, todas sus funciones. 

Fue bajo este contexto que Jesús de Nazaret exclamó en el Sermón del Monte: "Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo volverá a ser salada? Ya no servirá para nada, sino para ser arrojada a la calle y pisoteada por la gente". Mateo 5:13.

Lamentablemente, muchos seguidores de Jesús han interpretado su rol en la historia de la humanidad como un papel de gente sumisa que solo pone la otra mejilla. Sin embargo, en estas palabras de Jesús se revela claramente que aquellos que pretenden ser llamados cristianos deberían ser personas con las cualidades de la sal, gente capaz de hacer del mundo que les rodea un mejor lugar, limpiando lo sucio y preservando lo que es bueno. Pero esto no se logra solo con ser "buena gente", pues así como la sal produce dolor al ser usada en la sanidad de una herida, muchas veces el comportamiento cristiano no será interpretado como el comportamiento de gente buena, amable o simpática. Siempre debemos ser humildes, pero nunca sumisos.

La gente de Dios tiene la ineludible misión de ser sal de esta tierra; gente cuyas palabras no sean las propias sino basadas en la Palabra de Dios que es luz. Cada vez más el mundo carece de hombres capaces de levantarse para expresar y mantener una posición frente a lo equivocado. Pareciera que la palabra No, estuviera borrándose del vocabulario de muchos; pues prefieren dar el Sí, para ser aceptados por los hombres y recibir sus prebendas antes que exponer la verdad de hechos corruptos. Prefieren vivir en una mal llamada sociedad de tolerancia, cediendo espacios, sacrificando los valores más sagrados de la familia y perdiendo libertades, antes que levantar sus voces para exponer la verdad, para preservar el bien para nuestra generación y las venideras.

El peligro de esta terrible actitud fue advertido por Jesús, cuando la sal pierde sus propiedades, pierde la capacidad de ejercer sus funciones; solo sirve "... para ser arrojada a la calle y pisoteada por la gente". Un retrato vivo de lo que está pasando con nosotros los venezolanos, convertidos en la leña de muchas hogueras de Latinoamérica y el mundo entero; la alfombra sobre la cual caminan con pasos de maldad hombres inescrupulosos amparados en el mensaje decrépito e ineficaz del socialismo. Nuestras riquezas convertidas en pan gratuito para otros y pagado a los precios más escandalosos del continente por los venezolanos, a causa de un gobierno corrupto e ineficiente para producir el bien para sus ciudadanos.

Muchos líderes de esta nación han tenido la actitud del camaleón, han sido lentos para el coraje y rápidos para la cobardía, han negociado los valores más esenciales y sagrados de la vida. Pero más allá de aquellos que tienen posiciones claras de liderazgo, estamos tú y yo, ciudadanos comunes, quienes no podemos conformarnos con esa actitud. Debemos entender de una buena vez que los cambios en una sociedad se producen desde los círculos más pequeños hacia los más grandes. Cualquier lugar donde te encuentres es el lugar para que asumas la actitud de ser sal de la tierra. No puedes resguardarte con una actitud pasiva mientras el país se nos cae a pedazos, tienes que asumir posiciones. Después de todo, los que callan su voz, los que no asumen posiciones de valor terminan sufriendo las consecuencias del errado proceder de otros.

"Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo volverá a ser salada? Ya no servirá para nada, sino para ser arrojada a la calle y pisoteada por la gente". Mateo 5:13.

rosymoros@gmail.com
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