En
algún tiempo, el funcionario que ahora viste de corbata y sale en TV., fue un
estudiante universitario inquieto por la política y la situación social y
económica que vivía el país en tiempos de la cuarta república, entonces
protagonizaba protestas con su franela ocultando su rostro, quemando camiones
secuestrados y echando tiros al aire como si fuera un asaltante de caminos,
mientras le sacaba la madre a los pobres policías que hacían una barrera de
protección en el puente de plaza Venezuela, en una entrada a la UCV, y además
le hacía señas horribles al presidente de turno.
Igualmente,
Nicolás Maduro llegó a formar parte de la clase trabajadora del Metro de
Caracas como chofer de bus y estuvo pendiente de lograr sus pagos a tiempo,
normados por el contrato colectivo.
Y
así queridos amigos, todos los involucrados en el tren de gobierno actual,
fueron en sus tiempos –hace tres lustros-, personas comunes y corrientes que
nunca se imaginaron que tendrían la oportunidad de estar sentados en los más
altos puestos políticos del país como la presidencia de la república, la
presidencia de la asamblea , la vicepresidencia y pare de contar. ¿Qué teniente
de cuartel en 1990, se iba a imaginar que llegaría a ser gobernador, ministro o
vivir como un califa recorriendo el mundo y haciendo negocios, mientras las
vidas de una población dependen de sus decisiones? La vuelta que da la vida:
¿Es increíble, verdad?
¿Quién
se podría imaginar que un militar que vivía en una casita dentro de un cuartel,
iba a vivir como un jeque árabe viajando por el mundo, vistiendo ropa cara;
engordando su fortuna como si fuera un rico de cuna donde su haciendita
familiar de tres hectáreas crecería inexplicablemente más de 15 veces, que tuvieran vehículos
caros, cuentas en el extranjero y que sus hijos se comportaran como príncipes
de un reinado de petróleo?
Ahora resulta, que los revolucionarios que están mandando en Venezuela forman parte de una novísima clase social, que tiene un hambre muy grande por tener bienes de fortuna y lo han logrado a costa del tesoro público, sin duda. Nadie me va a decir a mí, que un diputado, o un ministro, o un gobernador decente, en 15 años llegue a tener yates, propiedades, cuentas bancarias, lujos y muchas divisas a su disposición debajo de un colchón, enterrados o en cuentas bancarias extra fronteras. Nadie puede justificar semejantes fortunas sin haber metido mano a la corrupción.
Y
lo peor del asunto, es que con sus gestiones arremetan contra los estudiantes,
al extremo de encarcelarlos como si fueran criminales de los bajos fondos; no
firman contratos colectivos, atacan al empresariado, endeudan el país, roban el
erario público con manejos de pillaje frontal, crean una camarilla de gobierno
como si ellos fueran la pandilla de Al Capone, cierran medios de comunicación,
persiguen las libertades de opinión, coartan la participación de la población
en los medios del Estado y viven amenazando permanentemente con “carcelazos”,
persecuciones, expropiaciones, cierres y toda una serie de mecanismos
aprendidos en algún manual escrito por Adolfo Hitler.
Ciertamente,
los extremos se tocan y los revolucionarios aprendieron mal la tarea o no
fueron a clases, porque después que llegaron al poder hicieron un viraje
impresionante de 180 grados. Y mandando, acosan a los estudiantes y les tildan
de “delincuentes”.
luis
rapozo luisalfredorapozo@gmail.com
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