Han pasado tres semanas sin escribir y
reconozco que no los extrañé nada mientras aprovechaba para descansar y
compartir con mis hijos, a quienes debo muchas disculpas por el tiempo que no
les pude dar en estos últimos meses, el partido de fútbol al que no llegué, el
acto del colegio que sólo pude ver en video desde una habitación de hotel o la
tarea que ya habían hecho cuando llegué.
Me sorprendió sorprenderme con los temas de
los que ya hablan, principalmente porque es normal que los hablen. Pero lo que
más me estremeció es que mis enanos, que hace unos años querían regresar a
“Caraquita” a los pocos días de cada vacación, me dijeran camino al aeropuerto:
“Papi, ¿por qué no nos quedamos a vivir aquí, que es muchísimo más seguro?”.
Pasé todo el regreso explicándoles por qué no, aunque mi esposa me miraba con
ojos que parecían gritar: “Ésas son razones para que te quedes tú, pero ninguna
para que se queden ellos”.
Había decidido dedicarles entonces este texto
para darles una explicación más apropiada y, entonces, vi la noticia del
asesinato de Monica Spear y su esposo, pero sobre todo la de Maya, su hija de 5
años que vio cómo asesinaron a sus padres y que fue herida por los mismos
monstruos a quienes tendrá que perdonarlos Dios, porque si por mí fuera no
quedaría de ellos sino el mal recuerdo de sus crímenes horrendos.
Y entonces no pude aguantar el llanto y la
angustia y el miedo y la pena y la rabia y el deseo de abrazar a mis hijos tan
duro que les doliera. Y se acabó mi inspiración y mi texto y mis argumentos. Lo
único que me quedó fue ese sabor de que Maya también es mía y mi dolor y mi
sentimiento, pero también mi deseo de hacer lo que haya que hacer para que
ningún otro niño de mi tierra tenga que ser un huérfano de nuestros miedos.
Y entonces recordé el poema favorito de mi
mamá: “Los hijos infinitos” de Andrés Eloy Blanco y entendí mi sentimiento.
Para Maya, el poema:
Cuando
se tiene un hijo,
se
tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se
tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y
al del coche que empuja la institutriz inglesa
y
al niño gringo que carga la criolla
y
al niño blanco que carga la negra
y
al niño indio que carga la india
y
al niño negro que carga la tierra.
Cuando
se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que
la calle se llena
y
la plaza y el puente
y
el mercado y la iglesia
y
es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y
el coche lo atropella
y
cuando se asoma al balcón
y
cuando se arrima a la alberca;
y
cuando un niño grita, no sabemos
si
lo nuestro es el grito o es el niño,
y
si le sangran y se queja,
por
el momento no sabríamos si el ¡ay! es suyo
o
si la sangre es nuestra.
Cuando
se tiene un hijo, es nuestro el niño
que
acompaña a la ciega
y
las Meninas y la misma enana
y
el Príncipe de Francia y su Princesa
y
el que tiene San Antonio en los brazos
y
el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando
se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo
llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando
se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y
el corazón afuera.
Y
cuando se tienen dos hijos
se
tienen todos los hijos de la tierra,
los
millones de hijos con que las tierras lloran,
con
que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los
que Paul Fort quería con las manos unidas
para
que el mundo fuera la canción de una rueda,
los
que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere
con Dios adentro y las tripas afuera,
los
que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos
los ojos, como los niños de la guerra,
porque
basta para que salga/ toda la luz de un niño,
una
rendija china o una mirada japonesa.
Cuando
se tienen dos hijos
se
tiene todo el miedo del planeta,
todo
el miedo a los hombres luminosos
que
quieren asesinar la luz y arriar las velas
y
ensangrentar las pelotas de goma
y
zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.
Cuando
se tienen dos hijos
se
tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,
toda
la angustia y toda la esperanza,
la
luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si
el modo de llorar del universo
o
el modo de alumbrar de las estrellas.
Maya,
que Dios te bendiga, te libre, te ampare y te favorezca y cuenta con que
hay millones de venezolanos que te
sentimos nuestra.
@LuisVicenteLeon
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