Ciertamente los gobiernos que emplean la popularidad son considerados vulgares y
horripilantes, porque utiliza la psique
del pueblo para sostenerse con medidas brutales, casi siempre inflexibles y
diseñadas para encubrir actos deshonestos.
Cuando un régimen además de populista ostenta
superpoderes para gobernar por
decreto, lo primero que debería eliminar
es la gran disparidad que existe en el mercado de divisas. Siempre y
cuando asuma el riesgo de perder a sus mejores aliados, los que desarrollan grandes negocios con la moneda
norteamericana, la cual a su vez termina beneficiando al gobierno de EE.UU con
inversiones y entrada del dinero verde a ese país nórdico.
El escenario en Venezuela luce ahora más
comprometedor para todos los venezolanos, puesto que con los anaqueles vacios,
producto del tifón que arrasó con cuanto aparato eléctrico existían en los
comercios, el desempleo aumenta debido al incierto panorama para reponer
mercancía. Al menos en Margarita en tiendas importantes los empleados están
sufriendo esta tragedia que no fue prevista por el gobierno con su medida
populista de bajar los precios para enderezar la economía y la inflación. Adam
Smith, a quien califican los
especialistas como el padre de la economía política, retumba en la fosa con la
alucinógena economía socialista del país
siendo el mayor en producción petrolera.
Mientras todo esto sucede en Venezuela, en la
Cuba de los horrores se levanta un ambicioso proyecto de infraestructura que
representa la economía en evolución de la isla comunista. Se trata de una
enorme zona de libre comercio y un
puerto mercante, en la ciudad costera de Mariel. Allí se recibirá a algunos de
los mayores buques de carga del mundo ¿Cuál es la procedencia del dinero que se ocupa para este desarrollo
económico en la isla de los hermanos Castro? La respuesta la tienen todos los
que reconocen como ha ido cambiando de piel la isla de José Martí. En
contraste, la isla de Margarita y su Puerto Libre, agoniza y se aferra a
medidas de salvamento para no morir en el intento.
En los nuevos avatares que nos tocará vivir,
el cerebro de cada venezolano no debe escasear como el papel higiénico, no se
debe tampoco utilizar ese enano lema que dice: la culpa es tuya. Anteponiendo
las ideas o acciones selváticas, y frente al terreno pantanoso o el chiquero
construido en la asamblea parlamentaria, merece dejar a un lado los
ruidos de protestas y mantener intacta la lucha por la dignidad.
Sin miedo, sin
culpa, ni vergüenza, llegó el momento de poner límites a la limitada condición
de vida en Venezuela para acumular las millas de poder soberano. Cada uno
deberá sacar cuentas de cómo lo vamos hacer, sin seguir de rodillas y perdiendo
el tiempo en inútiles colas.
Susana Morffe
@SusanaMorffe
www.elarcaperdida.blogspot.com
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